DIEGO TORRES
El País.com
Katie Ledecky se imagina a sí misma como politóloga, o
psicóloga, o administradora, mientras prepara su ingreso en la Universidad de
Stanford, en Palo Alto. Su pelo rubio y ralo forma un flequillo
melancólicamente lacio, como una cortinilla sobre el cráneo mesocéfalo
recubierto por la piel transparente, inexpresiva lo mismo que sus ojillos
analíticos. Es la mejor nadadora del mundo, tiene 19 años, y se presentó en
Brasil con ese aire que va adquiriendo de senadora moderada. Celebró una
conferencia y declaró que visualiza las carreras que le esperan. Este sábado el
4x100 libre, hoy domingo el 400; el martes, el 200 libre; el miércoles, el
relevo de 4x200; y el viernes el 800, componen el programa que se dispone a
completar con la precisión sistemática de una trituradora.
“Estructuro la carrera en diferentes zonas, visualizo cómo
debo ejecutarlas y lo interiorizo”, dice. “Me concentraré en cada prueba, de
una en una. Así la semana se desenvolverá con facilidad”.
Ledecky, la figura femenina más significativa de la
delegación de Estados Unidos, se representará a sí misma haciendo lo que hace
desde 2012. Ganar, básicamente, pues en los últimos cuatro años ha pulverizado
11 récords mundiales y no ha perdido ninguna final de nado libre disputada
sobre las distancias de entre 200 y 1.500 metros . Su
espectro es tan amplio que en la serie de clasificación del relevo de 4x100 fue
la más rápida en la piscina después de la australiana Cate Campbell con una
posta de 52,64s que sería la tercera marca del año en la especialidad.
Ella parece una criatura plácidamente instalada en el eje
del universo. Pero, como dice Jon Urbanchek, el legendario entrenador de
Michigan, resulta violentamente engañosa: “Katie es capaz de sonreírte mientras
te da una patada en el culo”.
“Es un misterio”, se admira Dave Marsh, el jefe de
entrenadores del equipo femenino de natación de Estados Unidos. “Contemplo la
furia con que compite y no consigo descubrir su origen. No encaja con el
modelo. Tiene una familia maravillosa. Tiene todo lo que quiere. Parece una
persona encantadora. No veo el lado oscuro por ninguna parte”.
Es hija de un abogado millonario graduado en Harvard,
miembro de una saga de empresarios de éxito. Reside en el exclusivo suburbio de
Bethseda, en el cinturón de barrios de clase acomodada que se extienden entre
las fronteras de Washington, Maryland y Virginia. Es el gran prodigio de la
natación femenina. Pero no responde al perfil psicológico habitual de fenómeno
deportivo. No es una adolescente de clase media-baja con un conflicto personal
por resolver.
Bruce Gemmell, su entrenador, asegura que si su perfil
psicológico no ofrece aristas, su físico tampoco. Recuerda Gemmell que cuando
se hizo cargo de su preparación, tras los Juegos de Londres, era incapaz de
hacer algo tan básico como correr la milla en nueve minutos o hacer tres
dominadas seguidas, pues carecía de fuerza en los hombros y en los brazos para
levantar su cuerpo.
Nadar como un hombre
Este año la federación americana de natación sometió a todo
el equipo olímpico a un análisis integral. Hicieron estudios antropométricos,
biomecánicos y fisiológicos de cada uno de los nadadores para establecer lo que
denominan Perfil de la Salud
del Atleta de Élite. Cuenta Gemmell en Sports Illustrated que en el informe de
60 páginas que le remitieron sobre Ledecky los médicos no pudieron resultar más
concluyentes: “Los descubrimientos destacan que no hay nada destacable”.
La ciencia no determina las causas, pero los efectos son
espectaculares. Nunca se ha visto a una mujer producir tanta energía para
desplazarse por una piscina. Su ciclo de seis patadas por brazada y el ritmo
que es capaz de sostener resulta insoportable para cualquier chica y para
muchos varones. Ryan Lochte, dueño de algunas de las mejores marcas de la década
en 200 libres, lo comprobó en la última concentración del equipo estadounidense
en Colorado Springs. “Nada como un tío”, dijo Lochte. “Nadaba las series más
rápido que yo. Cuando la vi en la piscina me pregunté: ‘¿Qué está pasando?”.
Urbanchek, famoso en el mundillo de la natación por diseñar
el método de entrenamiento en el umbral de la resistencia a la velocidad, se
quedó perplejo. “Mi método era para varones en edad universitaria”, dice, “pero
ella lo resiste porque es capaz de hacer series de 100 por debajo del minuto de
forma regular. Es increíble”.
Dice Ledecky que ella misma es incapaz de explicar su
motivación y su poder. En la cámara de salidas se limita a rezar un avemaría.
Así en Londres como en Río.
No hay comentarios:
Publicar un comentario