GERARDO RIQUELME
Marca.com
Usain Bolt lleva el espectáculo dentro. No es algo que lo
despliegue cuando irrumpe entre el griterío por las catacumbas de los estadios
olímpicos. Había despachado a todos los periodistas, a las teles y a las
radios, a los plumillas con sus iphones grabadoras "voy a intentar el
récord del mundo. Tengo que ser eficiente", había dicho, cuando llegó al
último giro del serpentín de la zona mixta. "Esperad" les dijo a los
últimos que tiraban selfies a Bolt, con la megaestrella favoreciendo los vídeos
virales. "Apartad, que quiero ver la televisión".La pantalla mostraba
en formación a Elaine Thompson, que iba a correr la final de 200. Estaba en esa
postura que un entrenador australiano del siglo XIX entendió que era la más
rápida para impulsar al ser humano porque así lo hacían los canguros. Luego
enfocaron a la rubia Schippers. Holandesa. Germen de un país que sabe hacer muy
bien las cosas en el deporte. Estaba claro que sería un duelo entre ellas.
Bolt siguió atento el pulso entre ellas y gesticuló
contrariado al comienzo de la curva. VIéndole se entendió que no le podían ir
bien las cosas a su compatriota Thompson, oro en 100, que pretendía ser la
séptima mujer que lograba el doblete de la velocidad en unos Juegos, la primera
desde Florence Griffiths en Seúl.Pero Elaine aguantaba fuerte a pesar de la
antigua saltadora de longitud por darle caza. "Lo tiene, lo tiene",
gritó Bolt. "Siiiiiiiii", dijo mientras su compatriota llegaba a meta
en 21.78, la octava mejor marca en una final olímpica y daba otro oro a
Jamaica, que amenaza con quedarse de nuevo con todos los oros de velocidad.
Bronce fue la estadounidense Tori Bowie.
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