CARLOS ARRIBAS
El País.com
Ruth Beitia está sentada en el suelo con la espalda apoyada
en un banco como una que esté de picnic en un parque un atardecer de verano.
Está con un par de amigas con las que charla, se cuenta chistes, se ríe a
carcajadas. De vez en cuando, se levanta, da una carrera veloz de nueve pasos
muy medidos y da un salto. Cuando ella vuelve a la tertulia bajo el toldo,
alguna de las amigas se levanta y la imita. Ella vuelve siempre sonriente,
feliz como una perdiz, y con unas gafas de sol atómicas que le dan pinta de
moderna en la noche. El resto del mundo no existe. No hay estadio. No hay
ruido. No hay carreras que pasan como un carrusel por la pista que rodea su
puesto.
Aunque no lo parezca, Ruth Beitia está ganando una final
olímpica en un estadio sin llama en el lejano Brasil. A su alrededor, sus
rivales, sufren, lloran, calman su ansiedad y su inquietud corriendo, dando
vueltas, cambiando las marcas de cinta aislante en el suelo, mirando
desesperadas a su alrededor a sus entrenadores en busca de un consejo mágico
que le haga poder con un listo con gran tendencia a caerse en cuanto brincan
delante de él. Se juntan en sus lamentos veteranas laureadas como Blanka
Vlasic, Kamila Licwinko o Chaunté Lowe; jóvenes como Jungfleish, Lake o
Demireva. La italiana Alessia Trost se ríe nerviosa con la sueca Sofie Skoog.
Solo Beitia, de 37 años, la mente plácida de quien no tiene cuentas pendientes
con nadie, la sonrisa y el ánimo, está por encima de la situación. Ni en una
ocasión cambió la marca del inicio de su carrera parada. Ni en una ocasión
antes de un salto fue hacia las gradas de los técnicos y las familias a pedir
consejo. Todo estaba claro. Estaba disfrutando. Solo importa eso.
Solo Beitia gana un concurso ideal. La cántabra es la única
que pasa a la primera las tres alturas que diezman al grupo inicial de 17 en un
plisplás. Después del 1,88m pasan todas, pero muy tocadas. Después del 1,93m,
faltan cinco, y solo Beitia, Trost y Lowe sin mancha.
Beitia sale la primera de todas. En cuanto lo supo Ramón
Torralbo, su entrenador desde hace 26 años, o su 50%, como ella, que solo desea
abrazarle sin cámaras delante, repite siempre, lanzó unos juramentos. Mucha
presión abrir . El otro Ramón del atletismo español, Ramón Cid, el que manda en
todos los técnicos, está sentado a su lado en la grada baja. Le calma. Le dice
que mire el lado positivo. Le recuerda que Beitia es tan segura que más que
agobiarse por saltar la primera, agobiará a las otras por su limpieza. Después,
disimulará sus nervios dando palmas rítmicas en los saltos de sus rivales, a
las que anima. Pero la mayoría falla.
La siguiente altura es 1,97m. “Si la pasa a la primera, es
medalla segura”, susurra Cid. “Pero no oro, alguna saltará luego, seguro”.
Beitia se levanta, se coloca en su marca y sonríe segura
mientras los jueces elevan el listón. Sigue sonriendo cuando después de
saltarlo, se levanta las gafas y se dirige a su Ramón.
Cuando le llega el turno, Beitia se levanta, se coloca en su
marca y sonríe segura mientras los jueces elevan el listón. Sigue sonriendo
cuando después de saltarlo, se levanta las gafas y se dirige a su Ramón. En el
transcurso de los apenas 15
metros que les separan, la sonrisita se transforma en
una risa abierta, en unos ojos chispeantes, en unas manos que ensayan ya la
forma el corazón con los dedos que utilizará cuando llegue el momento. Solo
cuatro pasan la altura decisiva. Solo ella lo ha hecho sin fallos. En un
rincón, sobre el muro de hormigón del foso, Blanka Vlasic, la gran croata que
nunca será campeona olímpica, llora de dolor, los pies descalzos, después de
haber podido a la segunda con la altura. Por delante aparece Lowe, la otra
grande, levantando los brazos al cielo, como adorando iluminada a los focos,
como pidiendo ayuda a los dioses. Solo ha podido a la tercera con 1,97m.
Necesita saltar dos metros si quiere ganar. También buscará el oro en los 2m la
búlgara Mirela Demireva, la última llegada a la elite, la única de las cuatro que
nunca ha llegado a esa altura.
Beitia falla los tres intentos en los dos metros, pero cree
firmemente que no los necesitará. Desde la colchoneta se despide del estadio
como una campeona, y hace el corazón con la mano, su dedicatoria a la familia y
a todo el atletismo español. Desde el foso, junto a Torralbo, que, dominado por
la emoción, ha perdido ya la capacidad de analizar, descubrir el fallo y
corregir, va viendo caer una tras otra a sus rivales.
En la grada, Torralbo piensa en Londres. “Que no nos pase
otro Londres”, ruega. “Otro Londres, no”. En Londres, hace cuatro años, Beitia
saltó dos metros y creía tener asegurada una medalla, pero en su último
intento, la norteamericana Brigette Barret saltó 2,02m y la dejó cuarta. No
ocurrió otro Londres.
Cuando Demireva falla su tercer intento, y ya es bronce, se
acerca desde la grada su amiga Tia Hellebaut, la belga campeona olímpica en
Pekín, donde derrotó a Vlasic. Le da la enhorabuena, la felicita. “Eres
fantástica, Ruth”, le dice. “Vas a ganar”. Beitia no resiste y empieza a
llorar. Ya es medallista olímpica. Cuando el tercer nulo de Vlasic, que cojea
cada vez más, grita “ya soy plata”, y pide una bandera española.
Cuando Lowe tira la toalla, es la locura. Beitia, descalza,
se sube a un andamio para abrazar a Torralbo, al que se le caen las lágrimas.
Es el entrenador de una campeona olímpica. Se lo repiten y cuanto más se lo
dicen menos significado encuentra a la frase. Son palabras sin más.
El anhelo de todo deportista, un titular que le proclame
campeón olímpico, ya no es el sueño loco de Ruth Beitia, que al final de una
carrera inacabable lo ha alcanzado. En una noche nublada en Río, 25 grados,
gotas de agua de vez en cuando, ambiente de entendidos en las gradas, la mejor
atleta española de la historia consiguió la 14ª medalla en una gran competición
internacional, el oro más valioso, el trofeo que le faltaba en la colección. Es
la primera campeona olímpica del atletismo español, que hasta ahora solo
contaba con los oros de Fermín Cacho y Dani Plaza en Barcelona 92.
Una de las máximas del deporte es que todos los sueños están
permitidos. Ruth Beitia, y con ella una entregada afición española, lo comprobó
la última noche olímpica de Río.
1 Matthew CENTROWITZ USA
3:50.00
2 Taoufik MAKHLOUFI ALG
3:50.11
3 Nicholas WILLIS NZL 3:50.24
4 Ayanleh SOULEIMAN DJI
3:50.29
5 Abdalaati IGUIDER MAR
3:50.58
6 Asbel KIPROP KEN 3:50.87
7 David BUSTOS ESP 3:51.06
8 Ben BLANKENSHIP USA
3:51.09
1 Mohamed FARAH GBR 13:03.30
2 Paul Kipkemoi CHELIMO USA 13:03.90
3 Hagos GEBRHIWET ETH 13:04.35
4 Mohammed AHMED CAN 13:05.94
5 Bernard LAGAT USA 13:06.78
6 Andrew BUTCHART GBR 13:08.61
7 Albert Kibichii ROP BRN 13:08.79
8 Joshua Kiprui CHEPTEGEI
UGA 13:09.17
Jabalina
1 Thomas RÖHLER GER 90.30
2 Julius YEGO KEN 88.24
3 Keshorn WALCOTT TTO
85.38
4 Johannes VETTER GER 85.32
5 Dmytro KOSYNSKYY UKR
83.95
6 Antti RUUSKANEN FIN
83.05
7 Vítezslav VESELÝ CZE 82.51
8 Jakub VADLEJCH CZE 82.42
4 x 400
metros
1 USA 2:57.30
HALL, McQUAY, ROBERTS, MERRITT
2 JAM 2:58.16
MATHEWS, ALLEN, DUNKLEY, FRANCIS
3 BAH 2:58.49
RUSSELL, MATHIEU, GARDINER, BROWN
4 BEL 2:58.52
5 BOT 2:59.06
6 CUB 2:59.53
7 POL 3:00.50
8 BRA 3:03.28
MUJERES
1 Caster SEMENYA RSA 1:55.28
2 Francine NIYONSABA BDI 1:56.49
3 Margaret Nyairera WAMBUI
KEN 1:56.89
4 Melissa BISHOP CAN 1:57.02
5 Joanna JÓZWIK POL 1:57.37
6 Lynsey SHARP GBR 1:57.69
7 Marina ARZAMASOVA BLR 1:59.10
8 Kate GRACE USA 1:59.57
Altura
1 Ruth BEITIA ESP 1.97
2 Mirela DEMIREVA BUL 1.97
3 Blanka VLAŠIC CRO 1.97
4 Chaunté LOWE USA 1.97
5 Alessia TROST ITA 1.93
6 Levern SPENCER LCA 1.93
7 Sofie SKOOG SWE 1.93
7 Marie-Laurence JUNGFLEISCH GER
1.93
4 x 400
metros
1 USA 3:19.06
OKOLO, HASTINGS, FRANCIS, FELIX
2 JAM 3:20.34
McPHERSON, McLAUGHLIN, JACKSON, WILLIAMS
3 GBR 3:25.88
DOYLE, ONUORA, DIAMOND, OHURUOGU
4 CAN 3:26.43
5 UKR 3:26.64
6 ITA 3:27.05
7 POL 3:27.28
8 AUS 3:27.45
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