DIEGO TORRES
El País.com
El cráneo afeitado, la frente abombada y la complexión de
pilier de rugby le confieren un aspecto fiero. Pero Fred Vergnoux lloraba como
un niño en los pasillos del centro acuático de Rio sobre la medianoche del
miércoles. Mireia Belmonte, la nadadora a la que entrena desde 2011, acababa de
conquistar el campeonato olímpico por el que tanto habían trabajado juntos. Las
privaciones, los sacrificios personales, la sensación de aislamiento perenne,
de incomprensión de las autoridades y de lucha contra una cultura refractaria a
la natación de alta competición, convirtieron al grupo de nadadores de Vergnoux
en una suerte de reducto extravagante que solo acabó encontrándose como en casa
en el remoto Centro de Alto Rendimiento de Sierra Nevada, un establecimiento
ejemplar más empleado por deportistas extranjeros que por españoles.
“¡Esta tía está loca!”, decía Vergnoux, sin poder secarse
los ojos. “¡Está loca! ¡Ha dicho lo que iba a hacer, ha salido a la piscina, y
lo ha hecho!”.
La historia de Mireia Belmonte es un caso único. No hubo un
nadador español, hombre o mujer, más versátil, más competitivo, ni más exitoso
que la chica de Badalona, dueña de cuatro medallas olímpicas, dos de plata en
2012, y una de bronce y otra de oro en 2016. Logros inexplicables sin Vergnoux.
El francés, de 42 años, supo interpretar el talento, explotarlo, y establecer
un vínculo de complicidad a pesar del carácter inflamable de ambos o, tal vez,
por eso mismo. Entre el martes y el miércoles pasados confeccionaron un plan
para llevarse la victoria en una prueba cuya dureza es objeto de análisis
médico. El 200m mariposa entraña tal gasto energético que es imposible
abordarlo sin un minucioso esquema.
“El plan fue salir deprisa”, dijo Vergnoux. “Más rápido que
en la semifinal y más lento que en Londres, en donde ella empezó demasiado
rápido, llegó primera al 150 y acabó segunda en el 200. Si hoy la carrera
duraba dos metros más la japonesa [Natsumi Hoshi] la habría cogido. Hemos ido
con un poco de control para hacer un segundo 100 muy fuerte. Quizás haya hecho
su mejor vuelta de siempre. La clave es el último subacuático. Ella tiene una
gran técnica de nado subacuático desde hace años y en Sierra Nevada hemos hecho
un trabajo específico para aumentar este estilo. No es una casualidad. Es un
arma que ella ha sacado cuando tocaba. Así se puso adelante para acabar el
último largo”.
El técnico dice que creyó que Mireia se aseguraría el oro en
el paso de los 150 metros ,
pero que se equivocó. “Cuando hizo el último viraje vi la luz”, confesó. “Dije:
‘¡Ya está, esto es para ella!’. Pero luego me asusté en los últimos 10 metros . Sabíamos que
la japonesa aprieta al final. Hemos estado entrenando un mes con los japoneses
en Sierra Nevada, tenemos una relación excelente con ellos y sabíamos que iba a
apretar ahí. Y la chica de Australia [Madeline Goves] ha hecho un excelente 50
al final. No creí que lo haría. Pensé que después del esfuerzo de los primeros
150 no podría aguantar, pero aguantó. Me asusté pero Mireia lo hizo”.
“Con Richi”, recordó,
“el preparador mental de Mireia, hablamos de que esto era como la última pieza
del cubo de Rubik. La decisión de no competir el año pasado en los Mundiales de
Kazán, para descansar y recuperar sus hombros, fue la buena. Fue una inversión
en descanso, en trabajo con el fisio, y en un reset total. Ha sido un año
increíble de trabajo para ganar el oro hoy”.
La falta de resultados que afecta a la delegación española
en Brasil multiplicaba la presión sobre Mireia, observada por un amplio sector
de autoridades y medios de comunicación como una garantía de éxito. “¿Mañana
medalla?”, le preguntaban el martes. “¿Cuántas medallas crees que vas a
ganar?”, le preguntaban la semana pasada. Una batería. La clase de clima que
casi siempre resulta tan corrosivo como difícil de evitar para los deportistas
como Mireia que, en busca de sosiego, buscó una piscina apartada para sortear
el barullo en las horas previas a la final.
“Esta mañana la vi
bastante bien”, recordó Vergnoux. “Fuimos a una piscina que tenemos para
nosotros y nos alejamos un poco de este show que hay dentro del centro
acuático. Lo pasamos bien. Bromeamos mucho en la comida. Me hizo llorar de
risa. Volviendo aquí las cosas se han puesto más tensas pero ha calentado muy
bien y hemos hecho la rutina al milímetro. Solo faltaba competir a tope y lo ha
hecho”.
Mireia se quedó sola ante la posibilidad de alcanzar el oro
que el mundo le reclamaba o precipitarse en el fracaso que habría supuesto otro
desenlace, a ojos de un sector de la opinión pública. El parto, por fin, la
libera. “Mañana”, dijo Vergnoux, “cuando Mireia se despierte podrá decir: ‘Ya
soy campeona olímpica’, Esto es para el resto de su vida. Esto nadie se lo va a
quitar. Esto es lo máximo que hay en el deporte. ¡Y chapeau! No tengo
palabras”.
Vergnoux siempre fue muy crítico con las estructuras de la
alta competición en España. Algunos, incluso dentro de la propia federación de
natación, lo han llegado a ver como a una figura intrusiva. Pero él,
paradójicamente, parece quien más cree en el potencial de España para crear una
escuela de natación equivalente o superior a la francesa o a la italiana. “Este
oro”, insistió, “significa que es posible ser español y ganar un campeonato
olímpico de natación”.
“Creo que el ejemplo
de Mireia necesita y debe animar a mucha más gente”, dijo el técnico. “¿Por qué
no la imitan? Siempre he dicho que en el equipo hay mejores talentos. Mireia no
es la más talentosa de los nadadores españoles. En la final de 200 mariposa era
la más pequeña de las ocho. Hay miles de datos que explican que Mireia ha
ganado el oro con trabajo, con pasión, con las ganas para eso”.
Vergnoux reconoció que las posibilidades de que Mireia se
suba al podio de 800
metros libre son escasas. “Hay que ser realista”,
concluyó. “El 800 es muy duro y el nivel de Mireia está para distancias de 200
y 400. En los últimos años, además, ha aparecido mucha gente con nivel. Será
bastante complicado. A ver cómo se comporta en la serie. Y si sale, a ver qué
pasa en la final”.
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