MIGUEL CALVO
Alguien debió contar a Kim Collins que con el paso del
tiempo, a medida que uno va cumpliendo años, la percepción temporal va
cambiando y cada vez parece que todo pasa más rápido. Que un día, un mes o
incluso un año no duran tanto como uno creía cuando era más joven.
Pero él, lejos de
sentarse a esperar esa evidencia, parece haber descubierto el ansiado secreto
para estirar la juventud: cuanto más rápido sea capaz de correr, cuanto más
deprisa vaya, menos parecerá que corre el tiempo.
Y en ello sigue año
tras año, aferrado a esa curiosa premisa.
Collins cumplirá cuarenta años el próximo mes de abril y su
caso es ya todo un paradigma dentro de la historia del atletismo: rompió la
barrera de los diez segundos en los cien metros lisos por primera vez en 2003,
el año que se proclamó campeón del mundo en París a la edad de 27 años, y lo
repitió al año siguiente, en 2004, pero desde entonces, y aunque ha mantenido
siempre una regularidad fantástica alrededor de los diez segundos, nunca volvió
a romper esa barrera hasta 2012 (con exceso de viento a favor) y 2013 ya con
viento legal y 37 años cumplidos. Sorprendentemente, desde ese momento ha
demostrado ser capaz de correr más rápido que cuando era más joven (su mejor
marca personal de 9.96 la logró en 2014 con 38 años, 9.94 con exceso de viento
el año pasado) y en 2016 aspira a varias gestas: participar en los que serían
sus sextos Juegos Olímpicos, bajar de los diez segundos por quinto año
consecutivo en esa racha que sorprendentemente comenzó a los 36 años, y
convertirse en el primer hombre de 40 años en correr tan rápido (el récord
mundial actual M40 pertenece desde 2003 al neerlandés Troy Douglas con 10.29).
Por si fuera poco, sus resultados en los sesenta metros bajo
techo resultan cada vez más fascinantes: aunque ya fue segundo en los mundiales
indoor de 2003 y 2008, a
punto de cumplir los 38 años consiguió la que era su mejor marca personal de
siempre (6.49) que le colocó cuarto en el ránking mundial de 2014; cerca de los
39 años volvió a mejorar su marca (6.47) siendo el hombre más rápido de 2015; y
este año, tan cerca de los 40 años, ya ha corrido en 6.53 que le valen para
encabezar el ránking mundial junto al alemán Juliun Reus y aspirar a todo en el
próximo Campeonato del Mundo de Portland.
Collins no solo sigue corriendo rapidísimo, sino que cada
año corre más rápido, mejorando sus mejores marcas personales de siempre a
medida que se acerca a los cuarenta años, mucho después de la edad con la que
el resto de velocistas pueden, ni siquiera, soñar.
Por poner en perspectiva lo que significa que Collins siga
corriendo, ya no solo a este nivel, cabe recordar que su debut olímpico se
produjo con 20 años en los 100
metros de Atlanta 1996, cuando las medallas fueron a
parar a Donovan Bailey, Frankie Fredericks y Ato Boldon. En Sidney 2000 fue
séptimo en la final olímpica sobre el hectómetro que ganó Maurice Greene
seguido de Ato Boldon y Obadele Thompson. En 2003 se proclamó campeón del Mundo
en Saint-Denis imponiéndose a Darrel Brown y Darren Campbell. En los Juegos
Olímpicos de Atenas 2004 fue sexto en la final de 100 metros que ganó
Justin Gatlin por delante de Francis Obikwelu y Maurice Green. Y en Pekín 2008,
aunque no estuvo en la final de los 100 metros , fue sexto en la de los 200 metros del récord
del mundo de Usain Bolt seguido de Shawn Crawford y Walter Dix.
Y es que Collins,
como si se tratase del personaje que encarnó Christopher Lambert, parece estar
llamado a sobrevivirles a todos ellos.
Convertido ya en mito con el paso de los años (y en uno de
los atletas más queridos en este Territorio Beamon, no les voy a engañar), el
velocista caribeño de San Cristobal y Nieves que precisamente está corriendo
más rápido que en toda su vida y que nunca se caracterizó por ir demasiado
rápido, siempre ha sabido relativizar: con un altura inferior a lo que estamos
acostumbrados, muy ligero y fibroso, siempre ha manifestado su aversión a las
pesas y su relajación para entrenar, siempre muy lejos de exponer a su cuerpo
al límite, lo que seguramente haya contribuido a estirar tanto una carrera
atlética que incluso ha sabido aprovechar tan bien como para redondear un
fantástico palmarés y proclamarse campeón de mundo en una época de transición
entre enormes velocistas y con el peor registro (10.07) de un ganador (igualado
con Carl Lewis en 1983) en toda la historia de los cien metros en los
Campeonatos del Mundo.
Porque todo es
relativo.
Como la tranquilidad que Collins siempre ha trasmitido y que
hizo que, tras haber sido el abanderado de su país en los Juegos Olímpicos de
Londres 2012, fuese expulsado por su propia delegación antes de las series de
los cien metros por ausentarse de algunos entrenamientos y dejar el equipo para
pasar más tiempo con su mujer.
Como el hecho tan maravilloso de que podamos seguir
disfrutando de su zancada a sus cuarenta años pensando que todavía, cada día,
va a ser capaz de correr más rápido que antes.
Como el experimento del acelerador de partículas de Alemania
(que sin duda alguien contó al propio Collins y que él ha decidido poner en
práctica en sí mismo, lo que lo explicaría todo) mediante el cual se demostró
el efecto de la dilatación del tiempo que Albert Einstein había formulado
teóricamente al confirmar que el tiempo se mueve más lento para un reloj en
movimiento que para uno fijo, lo que haría que una persona que viajase en un
cohete a alta velocidad envejeciese más lentamente que alguien que permaneciese
en la tierra.
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