CARLOS ARRIBAS
El País.com
La selección española de atletismo partió el lunes hacia
Oregón con solo dos mujeres entre sus 15 miembros, y una de ellas, la cántabra
Ruth Beitia, cargando con todo el peso de las expectativas a medias con el
saltador de triple Pablo Torrijos.
Interponiéndose en su camino hacia un título mundial, a
Beitia, de 36 años, le esperan el próximo domingo en Portland un listón
lindando los dos metros y la nueva estrella del atletismo norteamericano, la
deslumbrante Vashti Cunningham: 1,85 metros y 66 kilos de flexibilidad,
elasticidad, piernas interminables y bote, genes de futbolista y bailarina de
ballet, 18 años y 56 días de edad.
Ninguna altura parece insuperable para la increíble Vashti,
que el sábado, en la misma cancha del Mundial, ganó el campeonato de Estados
Unidos en pista cubierta con un salto de 1,99 metros , récord
mundial júnior bajo techo. Saltó una altura con la que ninguna otra atleta ha
podido este invierno (Beitia ha llegado a 1,98m, al igual que la saltadora de
Barbados Akela Jones,de 20 años) con tal holgura que su padre y entrenador, el
famoso quarterback de la década pasada Randall Cunningham, desde la grada le
señaló que como le había sobrado un buen palmo debería probar saltar más de 2m.
Pero su hija, estudiante de último año en un instituto de Las Vegas, le dijo
que no. Y su padre, estrella de los Eagles, los Vikings, los Cowboys y los
Ravens en una carrera en la NFL
de casi 20 años, dijo OK, no hay problema, no hay que acelerar un futuro que
seguro llegará. Y nadie lo duda, y menos que nadie la prensa norteamericana,
que, admirativa al máximo, la califica aventurada y unánimemente de futuro y
pasado del salto de altura mundial. No es coincidencia, evidentemente, que el
mismo día del deslumbramiento y las bocas abiertas por Vashti, en la sección de
breves de los periódicos deportivos se informaba de la muerte de Iolanda Balas,
la rumana de Timisoara y musa verdadera del salto de altura entre 1956 y 1967,
una atleta capaz de saltar 1,91m usando su versión particular de la anticuada
técnica de tijera.
Como futbolista, Cunningham jugaba eléctrico y veloz; como
entrenador y padre es tan obsesivo como en su trabajo de pastor protestante o
productor de música góspel. Tras ser ordenado, en 2004 junto a su esposa,
Felicity, fundó en Las Vegas la iglesia de los Ministerios Remanentes, y en el
sótano de su casa instaló un gimnasio para hacer crecer como saltadores de
altura a sus hijos Randall (tiene 20 años y salta 2,26m) y Vashti, la joya. A
los 15 años, la hija del pastor, cualidad que comparte con la velocista
californiana Allyson Felix, el ejemplo sonriente de la bondad de la vida de
quien reza en familia, saltaba 1,78m, a los 16, 1,90m, y a los 17 saltó 1,96m,
récord mundial juvenil, para ganar el Mundial de su categoría. Los, 1,99m del
sábado le permiten olvidar los años de formación y empezar a pensar a lo
grande, en el Mundial absoluto, en los Juegos de Río, en el estrellato. Solo
una atleta, la alemana del Este Heike Balck, ha saltado más a los 18 años:
2,01m, récord mundial júnior compartido con la soviética Olga Turchak, que los
saltó a los 19 años, la edad que tenían la búlgara Stefka Kostadinova
(plusmarquista mundial absoluta desde 1987 con 2,098m) y Alina Astafei la
primera vez que saltaron 2m. La carrera en las alturas de Balck fue corta.
Aquel 18 de junio de 1989 en Karl Marx Stadt fue la única vez que saltó más de 2m.
La caída del muro cinco meses más tarde se llevó por delante los métodos de
preparación de su Alemania del este y sus prodigiosos progresos. En Las Vegas,
por supuesto, a Vashti no la rodea ningún muro, solo un padre obsesivo y la
oración. Su futuro no corre peligro.
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