CARLOS ARRIBAS
El País.com
El nuevo atletismo se puso de largo el jueves en una pista
brillante y verde, como corresponde al irlandés día de San Patricio, en
Portland, en las costas frías del Pacífico de Estados Unidos, en el Estado de
Nike, con victoria de dos de los representantes más reputados del atletismo de
siempre, los favoritos Jenn Suhr y Renaud Lavillenie, quienes, generosos, de
regalo batieron el récord de los campeonatos con saltos de 4,90m y 6,02m,
respectivamente.
El nuevo atletismo, el primer día de Mundial organizado bajo
la presidencia federativa de Sebastian Coe, consistió en una competición
nocturna (madrugada europea) dedicada íntegramente a la pértiga, en la que los saltadores
entraron en la cancha como los jugadores de baloncesto, anunciados de uno en
uno y a la carrera desde los vestuarios y a la que asistieron (cifras
oficiales) 6.924 espectadores, que aguantaron pacientemente dos horas hasta que
el protagonista de la velada, el francés Lavillenie, efectuó su primer salto.
Cuando lo hizo, sobre 5,75m, los 13 rivales ya se habían reducido a la mitad, y
el canadiense que le había derrotado en el último Mundial al aire libre, Shawn
Barber, había pasado los 5,65m, solo a la tercera. Largos minutos después
Lavillenie se lanzó por segunda vez hacia el listón, que ya estaba en 5,90m, la
altura que le dio su segundo título mundial en pista cubierta. Para entonces
solo le acompañaba el estadounidense Sam Kendricks, quien tras hacer un nulo
sobre 5,85m se había guardado dos intentos para resistir hasta el final.
Lavillenie, el recordman mundial de la disciplina (6,16m en
2014), tiene dos fijaciones con las que siempre cumple en todas las ocasiones:
intentar batir el récord de la competición o del estadio en el que se encuentre
y no dejar de saltar mientras le queden intentos. El primer deseo lo alcanzó a
la primera, después de pedir que le colocaran el listón a 6,02m, récord de los
campeonatos y del local, la pista provisional instalada en el centro de
convenciones de la capital de Oregón; el segundo casi le cuesta la salud: al
sacrificado público le quiso ofrecer un récord mundial y pidió un listón a
6,17m, sobre el que intentó tres saltos. En el primero se quedó corto; en el segundo,
con una pértiga nueva, tan dura que no pudo domarla, cayó sobre el cajetín, con
gran susto para todos, empezando por él (“di con los pies en el listón y de
repente vi que se me acercaba el cajetín a toda velocidad”, dijo luego; “menos
mal que pude caer bien y no me hice daño”); y el tercero fue puramente
testimonial. Segundo quedó Kendricks (5,80m) y tercero el polaco Piotr Lisek,
el que le acompañó a Lavillenie en el bronce compartido del Mundial de Pekín,
con 5,75m.
Meses después de ganar su primer Mundial en pista cubierta
(al aire libre, el mejor pertiguista del siglo no ha conseguido nunca ganar,
tres bronces y una plata), Lavillenie, de 29 años, logró en Londres su primer
oro olímpico y en la capital británica también llegó a lo más alto del podio la
norteamericana Jenn Suhr, de 34 años, primero rival y después sucesora con la
pértiga de la aún retirada Yelena Isinbayeva y que una hora antes que el
francés se proclamó campeona del mundo también en Portland.
En una competición más corta (de las 10 saltadoras previstas
solo empezaron a saltar nueve, después de que la australiana Alana Boyd se
torciera el tobillo en el calentamiento) y más intensa (cuatro atletas pasaron
por primera vez en la historia los 4,80m) que la masculina, la plusmarquista mundial
bajo techo, Jenn Suhr (5,03m el 30 de enero pasado), guiada desde las gradas
por su marido y entrenador, quien le gritaba qué alturas no debía intentar,
estuvo tan segura como Lavillenie: cuatro saltos a la primera (4,60m, 4,75m,
4,85m y 4,90m) le dieron el título y el récord de los campeonatos. Su joven
compatriota Sandi Morris logró la plata con 4,85m y con 4,80m quedó tercera la
griega Ekateriní Stefanídi, educada en Stanford (California) y residente en
Phoenix (Arizona).
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