TITO IRZUSTA
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Con sus 62 citas internacionales, Maite Zúñiga (Eibar, 1964)
se convirtió en una atleta fundamental en los años ochenta y noventa. Se centró
en el medio fondo y su récord de España de 800 metros , establecido
en Sevilla en 1988, sigue vigente 28 años después. Mujer impetuosa, Maite sigue
vinculada al atletismo a través de la federación para las categorías de
aprendizaje. Fue 22 veces campeona de España y corrió dos finales olímpicas.
Ganó también el concurso Supervivientes de Telecinco. Está casada con el
periodista Julio Maldonado 'Maldini', periodista experto en fútbol. Fue
ertzaina antes de dedicarse al atletismo de alta competición. Vive en Madrid y
repasa su intensa trayectoria.
- ¿Sigue todavía en el atletismo?
- Trabajo en el área técnica de la Federación Española
de Atletismo con las categorías inferiores. Y cuido mi faceta de madre con mis
hijas, Helena y Noelia.
- ¿Hay atletas de futuro?
- Apuntan maneras. Les hemos visto en los últimos
campeonatos con unas buenas condiciones. Lo que ocurre es que en la edad júnior
llega el momento de plantearse lo que quieres hacer en tu vida con los estudios
y esa es la categoría en la que perdemos a muchos que apuntan alto desde
categorías pequeñas.
- Fue una de las mujeres que abrieron senda.
- Me inicié de niña. Primero en el colegio, con Víctor
Clemente. Con poco más de diez años empecé a competir en campeonatos escolares,
sin pensar que el atletismo sería lo que ha sido luego en mi vida.
- ¿Por qué el medio fondo?
- No fue una decisión directa. Empecé en Vitoria, en el
colegio, en un patio de cemento. Competíamos en Gamarra, donde había una pista
de atletismo. Lo primero que hacíamos era cross en edad escolar. Me dediqué al
medio fondo cuando ya se construye la pista de Mendizorroza y podíamos trabajar
en otro tipo de cosas, aunque incluso así hice primero el 3.000 y el 1.500.
Cuando llegué a Madrid encontré otras condiciones para poder hacer trabajo de
esfuerzo y velocidad. Entonces lo enfoqué más hacia el 800, aunque no olvidé el
1.500 por ley natural. Las circunstancias me llevaron al medio fondo. No
hubiera podido ser saltadora porque carecía de condiciones para ello.
- ¿Cómo nació su vena atlética?
- Vino porque mi profesor de educación física en el Unamuno
de Vitoria, Víctor Clemente, era un enamorado de este deporte. Nos transmitía
esa fiebre por el atletismo. También jugué un poco a balonmano, pero el noventa
por ciento de la actividad que hacíamos en el cole era correr.
- Apuntaba muy alto.
- Te puedo asegurar que no empecé por ser buena, porque en
el primer cross que corrí me dieron un premio de consolación por ser la última
que entró en meta. Mi mayor virtud fue siempre ser muy trabajadora. Nunca le he
hecho ascos al entrenamiento por duro que fuera. Yo llegué cuando había dos
atletas de medio fondo, Montse Pujol y Rosa Colorado. Rosa tuvo un problema al
medicarle una sustancia prohibida y Montse pilló una época difícil para ella.
Como nosotros hacíamos cross y nos entrenábamos a todo, íbamos a los
campeonatos de España y quedábamos en puestos decentes. En un momento dado me
ofrecieron la posibilidad de venir a Madrid. Al principio era de vez en cuando.
Víctor me animó a seguir. Poco a poco me fui especializando en unas pruebas y a
partir de ahí di el salto a la alta competición.
- Y tan alta... Los Juegos Olímpicos de Seúl, para empezar.
- Resulta que estaba hablando de venir a Madrid en 1987 y al
año siguiente ya tuve la oportunidad de disputar unos Juegos. Qué voy a
decir... Ni me lo podía imaginar y acabé séptima en 800. En Vitoria compaginaba
el atletismo con mi trabajo en la
Ertzaintza y en ningún momento veía mi futuro en el deporte.
Por eso empecé a trabajar. El atletismo era, a lo sumo, un añadido y, sin
embargo, encontré mi futuro en las carreras. El trabajo me obligaba a entrenar
por la tarde. Cuando bajaba a Madrid podía hacer musculación, fuerza y
velocidad. Fue tal la acumulación de trabajo que, de repente, salió todo y pude
lograr un récord de España e ir a unos Juegos Olímpicos. Me cambió todo tanto
que tuve que tomar un nuevo rumbo. Estuve en una nube. De entrada, participar
en una final olímpica fue algo maravilloso. Con los años y la distancia valoro
más lo que hice. En aquel momento lo consideraba como consecuencia del trabajo,
no lo valoraba tanto.
- Su récord de 800 sigue vigente.
- Sí, sí. Lo conseguí en Sevilla el 1 de junio de ese primer
año. Nunca pensé que estuviera a mi alcance porque pedimos una liebre que pasó
el 400 muy lenta, a 59 segundos, cuando le pedimos que lo hiciera en 55. Pero
luego completamos la segunda vuelta en 58. Nunca pensamos que haría ese 1:57.45
que sigue siendo todavía récord de España. En mi mente no estaba conseguirlo,
pero me puse a correr y... cuando paró el crono no me lo creía. A raíz de ese
momento empezaron a sacar cuentas, porque era un crono para una final olímpica.
Fue la mejor marca mundial del año en ese momento. Tuve que liberar mi mente
para aparcar todas las expectativas y pensar en lo que estaba consiguiendo.
Todo bicho viviente andaba por encima de los dos minutos y tenía en mi poder una
marca que me abrió los ojos para dedicarme a ello.
- ¿Qué significa que todavía no hayan batido ese registro?
- En la época en que yo hacía atletismo, si no hacías 1:57
no eras nadie. Las expectativas que tenías que marcar eran muy altas porque de
lo contrario no tenías nada que hacer. Había muchas menos alternativas
deportivas y también creo que teníamos un espíritu de sacrifico diferente al
que de los jóvenes de hoy en día, por desgracia para ellos. Voy con los
pequeños a las concentraciones y lo cierto es que les ha tocado vivir otra
época, peor aún en el caso del atletismo. Hay muchas etapas que no han cubierto
y se suma la circunstancia de que hay muchos entrenadores que quieren
machacarlos muy rápido y otros que quieren esperar demasiado y nunca llega su
momento. Entonces trabajábamos con otra mentalidad, éramos muy sufridores y el
que llegaba arriba lo hacía con todas las consecuencias. Yo creo que ahora
mismo ese espíritu no lo tienen nuestros jóvenes. O por lo menos, les cuesta
mucho asumir que hay que trabajar de otra manera para poder llegar a la alta
competición.
- Sigamos con su carrera. Saltó de Seúl a Barcelona.
- Todavía seguía en la Ertzaintza. Pedí
una excedencia y tuve un par de años bastante malos por problemas personales.
Nunca pensé que en los dos siguientes años antes de llegar a los Juegos iba a
reconducir todo tan bien como para llegar a lo que llegué. Hubo quienes
pensaron que ya estaba acabada. Seguí ahí y, una vez solucionados mis
problemas, preparé Barcelona 92 con mucho esfuerzo porque era una cita
especial. Los Juegos eran en casa, con todo a favor.
- En Atlanta ya quería dejarlo.
- Pues sí. El pensamiento era acabar mi carrera deportiva.
Estuve tentada de dejarlo muchos años y la fui alargando hasta 1999. La Federación Española
me pidió que siguiera porque el Mundial era en Sevilla y no había demasiadas
atletas con mínima. Así que aguanté. Pero en Atlanta 96 ya no estaba preparada
para grandes registros ni física ni mentalmente. Tenía otros planteamientos de
vida. Es verdad que no me fue nada mal el Mundial del 95. Por descalificación
de dos atletas que entraron por delante fui bronce. Pero ya digo que estaba
alargando mi retirada. Vivir doce años pendiente de Europeos, Mundiales y
Juegos era mucho. Además, el atletismo no es una ciencia exacta. A veces no te
salen las cosas en el momento que las necesitas. Es como echar el trabajo a un
saco y empezar a sacar lo que hay dentro a la espera de que coincida todo bien
el día que más lo necesitas. Por ejemplo, no me salió bien el Mundial del 91 y,
en cambio, me fue bien en Barcelona. Me salió bien el Mundial del 95 y no
Atlanta... El deporte tiene estas cosas. Te puede llegar una gripe o el periodo
justo cuando te toca competir y eso trastoca todos los planes. Ya en 1999 no
quería seguir. Tras el Mundial dije que paaba. Nadie pensaba que iba en serio,
creían que era un calentón, pero fue mi despedida. Lo tenía clarísimo.
- Ahora sigue trabajando para dignificar el deporte
femenino.
- No queremos superar a los hombres, pero sí alcanzar un
punto de igualdad. Tenemos que llegar a los puestos de decisión para
conseguirlo del todo. Estamos en el buen camino.
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