GERARDO RIQUELME
Marca.com
Justin Gatlin tuvo que escuchar el domingo los abucheos del
Estadio Olímpico de Londres mientras recogía la medalla de oro de los 100 metros . Este
reciente comportamiento del aficionado hacia los deportistas que han tenido
relación con el dopaje sitúa ante la opinión pública al velocista
estadounidense muy lejos del círculo de estima que el entusiasta tuvo hasta la
fecha por sus campeones.Gatlin ha recrudecido el debate sobre el tratamiento
que se debe dar a los que se dopan. Sus dos positivos, uno por trazas de
anfetaminas en su época universitaria, en el que adujo que era un medicamento
que tomaba desde niño por un déficit de atención, son argumento suficiente para
que los más radicales consideren que debería estar suspendido a perpetuidad,
como se le condenó en primera instancia. Otros entienden que ya pagó tras la
reducción de pena a cuatro años, desde 2006 hasta 2010.Pero más allá de la
discusión y de esa figura que el sábado reverenció a Bolt y mandó callar al
Olímpico llevándose el índice a los labios, hay un atleta que también alberga
algún valor, transmitiendo especialmente la constancia que sólo tienen los
elegidos para salir adelante en los atolladeros.Ocurrió hace cinco años con la
atleta jamaicana Novlene Hillary Williams-Mills, ya entonces doble medallista
en Atenas 2004 y Pekín 2008 en el relevo 4x400, como hilo conductor de esta
historia. En un documental de Transworld Sport, proyectado recientemente, la
mujer cuenta como un mes antes de los Juegos de Londres, la semana de los
Trials jamaicanos, le diagnosticaron cáncer de mama. "Yo me sentía como:
¡Oh! Seguro que se han equivocado de paciente y me llamarán diciéndome que era
otra. Pero eso no ocurrió", argumenta. La jamaicana, residente en Florida,
cuenta que para no tener que recibir 50 llamadas al día, decidió acudir a
Londres y correr. "Era la capitana del equipo e intenté que no se notara.
La gente estaba ansiosa porque llegase el día de la competición. Pero yo lo
único que descontaba eran los días que faltaba para operarme. Lloraba en la
ducha y estaba cansada porque no dormía pensando en la enfermedad".
Ganaron el bronce -luego plata por la descalificación de Rusia tras la revisión
cuatro años después por dopaje- y esa misma noche voló a Atlanta. En enero de
2013 la sometieron a una doble mastectomía.Williams expone que a veces no tenía
fuerza de voluntad o valor para afrontar su recuperación. Y relataba que no
había día en el que no se viera con Gatlin. O hablara por teléfono. O por
whatsapp. "Y si no hablábamos, se enfadaba", añade Gatlin en este
documental. Él acompañaba al tratamiento. Entrenaba, terminaba, cogía el coche
e iba a casa de Novlene para llevarle a la clínica. Allí esperaba a que
concluyese el tratamiento y la devolvía a su domicilio. Meses. Él fue quien le
animó a dar a conocer su historia en julio de 2013. "Es una persona
reservada y le costó dar el paso. Podía servir de inspiración para la gente que
va a pasar por eso. Sobre todo por lo valiente que fue".Su ayuda fue
valiosísima para que regresase también a las pistas y volviera a ganar una
medalla de plata en el relevo 4x400. Recientemente ha posado desnuda en el
número especial de atletas que publica ESPN. Ella, que volverá a correr esta
semana en los Mundiales, se define por encima de todo como una superviviente
del cáncer. Y en su lucha fue muy valioso el proscrito Gatlin.
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