El País.com
Isaac Badman Makwala corre solo. Son las 19.40. La lluvia
incesante y pesada ha inundado el tartán, aunque su calle, la siete, protegida
a trechos por las viseras de las tribunas del Estadio Olímpico permanece más o
menos practicable. Las gradas están hasta arriba de un público que no falla
aunque del cielo caigan perros y gatos. El griterío, su marca de fábrica, es
ensordecedor. Makwala, sprinter botsuano, luchador tremendo, irredento, corre
una curva y una recta, 100 más 100, 200 metros , contra el cronómetro. Lo detiene en
20,20s (23 centésimas inferior al tope fijado por el último atleta calificado
en las series regulares), con lo que se clasifica para las semifinales, que se
disputan poco más de dos horas más tarde, a las 21.55. Cruzada la línea, se
lanza al charco más cercano, la espalda bien recta, los brazos, dos puntales
firmes que se doblan en ángulo recto, y hace media docena de flexiones bajo el
diluvio y los gritos. Después, huye rápido.
Si el Mundial de Londres buscaba una secuencia que lo
identificara para los restos, la ha encontrado en el corolario a una de las
peripecias más absurdas de la historia de los campeonatos, el caso conocido
como el makwalagate.
El Mundial de la retirada y la derrota de Bolt aclamado; de
los pitos al ganador, dopado sin arrepentimiento, Gatlin; de la proclamación de
un Van Niekerk tacaño con las marcas y generoso con el esfuerzo; del
hundimiento de la velocidad jamaicana, coronará como su estrella a un sprinter
africano que se enfrentó a todos. Y ganó. Así se construyen los mitos.
Vuelve para la semifinal. Inmutable. Imperturbable. Termina
segundo (20,14s) y se clasifica para la final después de superar una nueva
prueba. Corre por la calle uno, la de la curva con menos radio, lo que le
obliga a acortar la zancada espléndida y veloz; y sus clavos chapotean en el
charco de la recta. Nada le detiene. Badman Makwala es indestructible. Solo le
falta derrotar al sudafricano Wayde van Niekerk en la final (este jueves,
22.52, Teledeporte), que, por fin, permitirá el duelo robado en los 400m. Será
la demostración final. Solo un rayo, o la explosión que parece anunciada de
Jereem Richards, el atleta de Trinidad y Tobago que ha corrido dos series
extravagantemente buenas, podrán evitar la victoria de uno de los dos
dominadores de la distancia.
Van Niekerk, acusando los esfuerzos del oro del 400m (tres
carreras en cuatro días, y una serie de 200m intercalada), llegó tercero y solo
se pudo clasificar por tiempos (20,28s) en unas semifinales que depararon una
final sin atletas jamaicanos por primera vez desde 2003. En 2005, Usain Bolt
quedó octavo y desde allí no se detuvo.
Makwala, de 29 años, dice que le gusta ser malo y por eso en
su Facebook se identifica como Badman, el apodo que le gustaría hacer famoso.
Sin embargo, en el makwalagate, ha habido seres peores que el atleta botsuano
que habla rítmico y corto, y con un inglés muy fuerte y directo, como lo haría
un rapero. Si el asunto se entendiera como una prueba que le ha enviado el
destino para probar su fortaleza, bien podría concluirse que Makwala y sus
rasgos cortados a cincel, su bigote, su mirada dura y felina, el ojo perdido,
sus pómulos, es más fuerte que cualquier trampa o poder conocido.
Cuarentena
El primer sábado de agosto, el 5, Makwala gana su serie de
400m, se clasifica para semifinales y proclama: “Vengo a por la medalla de oro.
Estoy preparado”. El domingo lo demuestra ganando su semifinal.
El lunes, minutos antes de comenzar su serie de 200m, el
delegado médico de la IAAF le informa de que no puede correr. Como decenas de
atletas alojados en el Tower Hotel, sufre un proceso infeccioso por un
norovirus que le provoca una gastroenteritis suave. El médico le indica que
debe someterse a una cuarentena, 48 horas de aislamiento para no contagiar a
otros atletas. El martes, la IAAF le impide entrar en la pista de calentamiento
del estadio cuando se disponía a prepararse para la final de 400m, que ganó Van
Niekerk con sosería (43,98s) y facilidad en su ausencia. Makwala denuncia un
sabotaje, un complot. Llora ante las cámaras. “Me han roto el corazón”. Pero no
se rinde. Aún entrevé una posibilidad de correr los 200m aprovechando el
sentimiento de culpa que entiende anida en el espíritu de los jerarcas del
deporte. Su federación nacional reclama. Alega que una vez cumplidas, el
miércoles a las 14.00, las 48 horas de aislamiento, tiene derecho a competir.
Quien se rinde es la IAAF. Cede. Repesca a Makwala, para quien programa una
serie excepcional que Makwala supera fuerte. El mito crece. Isaac Badman
Makwala ni pestañea ni sonríe. Es un malo que disfruta siéndolo para placer del
aficionado y que clama: “Corro con cólera. Aún tengo el corazón roto. Me han
robado el 400, que es la razón por la que soy atleta”.
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