FERNANDO CARREÑO
Marca.com
Es una inveterada costumbre española ser muy exigente con
los demás y muy tolerante con uno mismo. A ellos siempre hay que exigirles el
máximo. Para nosotros una de las frases lapidarias de nuestra cultura:
"¡¡no es lo mismo!!".
Normalmente quien critica algo desde fuera tiende al maximalismo: ve el
resultado, porque no conoce más, y a partir de ahí opina. Si se hace sobre de
deporte (es decir, no sobre fútbol) o bien quien ha ganado medalla es el mejor
deportista español de todos los tiempos, o si no la hay quienes no la han
ganado son unos zopencos y dirigentes y técnicos, inútiles y trincones que han
ido de vacaciones a los campeonatos.
Eso, claro los que opinan desde fuera, que no tienen por qué
ser aficionados de a pie a través de las redes sociales (bajo sesudas cabeceras
hay gente que se conduce así). Es gente que aplica a todo el prisma futbolero:
el domingo, mientras seguíamos el final de los Mundiales de Londres, se jugaba
la final de la Supercopa de España: El debate posterior a la misma demostró una
vez que más que en el fútbol no hace falta ni balón: con dos y un árbitro ya
basta.
La gente que, en deportes, opina desde dentro, suele tener
aún la costumbre de analizar los hechos, las circunstancias, los antecedentes,
y luego valorar. Sus juicios pueden ser duros o blandos pero al menos siempre
tienen en cuenta la vieja costumbre de apreciar los hechos a la luz de las
circunstancias y el entorno y buscar más explicaciones que culpables, que de
haberlos ya estarán señalados por las explicaciones. Por eso este tipo de
debates suelen ser más profundos y menos seguidos por el gran público: se grita
menos y son más complicados.
El domingo, como decimos, acabó el Mundial de atletismo.
Como España se fue sin medallas dicen algunos que ha sido un desastre. Otros,
que no hay para tanto. Bien. Si observamos los datos objetivos vemos que en
efecto no hubo medallas. Las opciones que había para lograrlas eran las de las
dos personas que las lograron en Río 2016, Ruth Beitia y Orlando Ortega. Lo de
opciones es también un decir: Ruth, en un año que ella misma ha calificado como
muy difícil, ya puede considerarlo un éxito. Orlando Ortega, que no estaba en
la misma forma que en la cita olímpica de Río, alcanzó la final para ser
séptimo.A cambio, Adel Mechaal luchó por ella hasta el último centímetro y se
quedó al borde del bronce. El relevo 4x400 no estuvo tampoco lejos del podio y,
en cualquier caso, tuvo una actuación sobresaliente.
Fueron cinco los puestos de finalista cuando a tenor de las
marcas previas sólo uno era previsible. En los anteriores mundiales, Pekín
2015, fueron dos: el oro de Miguel Ángel
López en 20 kilómetros
marcha y el quinto puesto de Ruth Beitia, En Moscú 2013 fueron cinco los
puestos: dos bronces, de López y otra
vez de Beitia, y de Eusebio Cáceres en longitud, Alessandra Aguilar en maratón
y Beatriz Pascual en 20
kilómetros marcha. Hay que remontarse a Osaka 2007 para
encontrar más puestos de finalista. En aquella ocasión fueron una decena, con
tres medallas. Además, ha habido once mejores marcas personales.
Bien. Es ver la botella medio llena o medio vacía. Es
evidente que quedarse sin medallas por primera vez en un Mundial es negativo y
al perderse ese parapeto queda todo más expuesto, e incluso quedan disminuidos
los aspectos positivos. Se achaca una vez más a la Federación el, una vez más,
llevar demasiada gente a los Mundiales. En efecto, ha habido bastante gente que
no se ha acercado a las rondas finales y entre ellos alguna que no ha estado en
el nivel previsible. Pero eso ha pasado en muchas otras delegaciones salvo en
algunas de los países que apenas tienen una o dos individualidades de nivel.
En efecto, Venezuela o Siria han superado a España en el medallero
pero ni con mala fe se pueden hacer comparaciones entre un atletismo y otro.
Por otra parte, ser selectivos en extremo, no llevar a los Mundiales a gente
con mínima puede ser un medio bastante seguro de interrumpir su progresión:
restarles oportunidades de competir al máximo nivel. En Estados Unidos pueden
hacer 'trials' porque tienen a mucha gente con mínima y la competición
universitaria es constante y durísima. Comparar el caso español al
estadounidense sería tan ridículo como la citada 'comparación' con Siria o
Venezuela.
Pero no se trata de darlo todo por bueno, o decir como aquel
Delegado Nacional de Deportes que "los Juegos Olímpicos son una maldición
que le cae al atletismo cada cuatro años". Es evidente que el atletismo
español tiene carencias y, aunque no las tuviera, la obligación de mejorar está
implícita en participar. Los resultados
en competición simplemente son consecuencia lógica de una forma de
hacer, y los de Londres muestran tanto que hay cosas por corregir como que hay
materia sobre la que trabajar.
Una de ellas es la dificultad de mantener dos picos de forma
separados: para lograr la mínima y para competir, y relacionada está la
necesidad de encontrar los métodos de trabajo que lo potencien. Es evidente que se necesita algún tipo de
renovación o actualización de estructuras o de métodos de trabajo dado que
aunque ha habido atletas que han alcanzado o mejorado su nivel, han sido más
que no lo han conseguido.
Los resultados de las competiciones de formación este mismo
verano -y también en este mismo Mundial- indican que hay una excelente hornada
con la que se puede trabajar y eso obliga más aún a trabajar en conseguir un
sistema que, al menos, ayude a que el talento no se vea forzado al conformismo
de ir a simplemente a participar. Y eso puede ser desarrollando y reorganizando
los medios ahora existentes o invirtiendo donde haya una estructura
aprovechable. Recordemos que aunque Bruno Hortelano sea bandera del atletismo
español, no es propiamente un producto de nuestro atletismo.
Al margen, pero unido a lo anterior, es importante un
programa de detección de talentos que debe ir de la mano de una estructura que
haga el atletismo una opción atractiva para jóvenes deportistas (volviendo a la
reducción de delegaciones, díganme cómo se hace atractivo un deporte en el que
sepas que vas a invertir tu juventud, que no va a resolver tu vida, y que sólo
vas a ir a grandes competiciones si estás entre los tres mejores del mundo).
Evidentemente, para todo esto hace falta dinero. Y como
nunca va a sobrar, ni siquiera a haber todo el que haría falta, toca extremar
el cuidado en afinar estructuras y métodos del trabajo. El atletismo goza de lo
que yo veo fortuna de tener un presidente que es, en realidad, un deportista
contemporáneo de los que ahora compiten y por tanto con similares vivencias y
sensibilidad. Y lo que sí hay es tiempo por delante. Yo, ya les digo, prefiero
ver la botella medio llena.
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