jueves, 10 de agosto de 2017

ELOGIO DE VAN NIEKERK

CARLOS TORO
El Mundo.es

Oro para Van Niekerk en los 400 metros. Han llegado a ponerle pegas. No estaba Makwala, argumentan. ¿Y en qué hubiera cambiado el desenlace? Ganó con demasiada facilidad, arguyen. ¿Y desde cuándo eso es reprochable? Esas cosas hacían gracia con Bolt y a él se lo recriminan. No batió el récord del mundo, se quejan, como si lo hubiese jurado sobre la tumba de sus antepasados. No porque el récord fuese posible era obligatorio. No porque lo deseáramos, e incluso lo pronosticásemos, nos lo debía. Van Niekerk hizo una demostración objetivamente deslumbrante en su conjunto. Un regalo para los ojos y un homenaje a la historia y la leyenda de la prueba. Los primeros 300 metros nos remitieron al Campeonato del País de las Maravillas. Luego, en vista de su superioridad física y estética, y de que lo esperaban al día siguiente las semifinales de los 200, cuya final afronta hoy, ralentizó la marcha sin afearla. Bajó el pistón sin estafarnos. Se reservó sin traicionarse. Y, ¡caramba!, terminó en menos de 44 segundos (43.98). Esa marca, elogiable sin ambages ni reticencias en cualquier otro atleta, valiosa en toda circunstancia, destacable bajo cualquier punto de vista y digna de cualquier lugar del podio en las competiciones supremas, ha parecido poco menos que una estafa. Sucesor de Michael Johnson en la cima de los 400, también muy dotado para los 200, aunque sin récord, y único sumo especialista de ambas pruebas que ha bajado de los 10 segundos en los 100 metros, Van Niekerk es, por calidad, el heredero de Bolt en la máxima meritocracia del atletismo actual. A diferencia de Usain, se le achaca, sin embargo, falta de carisma. Es cierto, si entendemos por carisma un cierto exhibicionismo gestual, algo infantiloide, que en el jamaicano era celebrado porque lo respaldaba su genialidad deportiva. Pero que hubiera resultado tontorrón en cualquier otro sin semejantes poderes. Bolt no precisaba de tales gestos para poner al mundo patas arriba y a sus rivales boca abajo. Pero se adornaba con esas mínimas e inofensivas excentricidades, de alegre patente caribeña, para halagar a un público festivo y a una prensa a la que el espectáculo puro del atletismo le parecía insuficiente para su crecimiento. Van Niekerk tampoco los necesita, ni los reclama como complemento de un talento supremo. Yo, desde luego, no se los pido.

No hay comentarios: