JAVIER SÁNCHEZ
El Mundo.es
¿Quién es Ramil Guliyev? Es un atleta formado por su propio
padre, Eldar, y que en 2010 vio como éste fallecía de un ataque de corazón
sobre el tartán. Es un velocista nacido en Azerbayán, pero nacionalizado por
Turquía con generosa oferta: ayer celebró con las dos banderas. Es el rival que
acabó detrás de Bruno Hortelano en la final de los 200 metros del pasado
Europeo de Ámsterdam. Es, desde ayer, el nuevo campeón del mundo de la
distancia. Apareció en la recta emparejado con tres rivales, pero en los
últimos metros se impuso en 20.09 segundos. Ramil Guliyev es muchas cosas, pero
es, sobre todo, el hombre que negó el duelo del Mundial: el sudafricano Wayde
Van Niekerk contra el botsuano Isaac Makwala.
El primero acabó segundo detrás del mismo turco-azerí pese a
estar por delante a falta de 20
metros y el segundo sólo pudo ser sexto muy por detrás.
El título más discutido no fue ni para el heredero mediático de Usain Bolt ni
para el héroe que corrió en solitario contra el «sabotaje» de la Federación
Internacional (IAAF). De colgarse el oro ayer alguno de los dos podía haberse
proclamado estrella del campeonato con esas definiciones... aunque seguramente
a ninguno de las dos les convencieran.Van Niekerk, prodigio de los 400 metros , récord
histórico y oro olímpico, había intentar encajar en el papel que hasta la
propia IAAF le había impuesto: el sustituto de Bolt. «Es un honor que me
señalen para guiar mi deporte. Es una responsabilidad que quiero asumir»,
proclamaba y forzaba su carisma, guiñaba un ojo, sonreía de más, pero era
inútil. El Estadio Olímpico lo recibió con los aplausos de los campeones, ni
uno más, ni uno menos, y lo despidió sin acordarse de su derrota. Nadie valoró
el esfuerzo que había hecho para intentar un doblete 200-400 que, entre los
hombres, sólo había conseguido Michael Johnson. Entre eliminatorias,
semifinales y finales corrió una carrera al día desde el pasado sábado, seis en
total, con el respectivo desgaste. «Estoy acostumbrado a esta sensación de
agotamiento, pero soy humano, necesito unos minutos de respiro», comentaba Van
Niekerk el martes cuando, justo en la meta del 400, el local Iwan Thomas,
campeón de Europa en 1997 y ahora speaker, intentaba sacarle unas palabras. Al
contrario que el doblete 100-200, más habitual, más fugaz, el doblete 200-400
exige una adaptación sobrehumana al ácido láctico que el cuerpo produce (y debe
eliminar) con la vuelta completa al estadio.Ese proceso no es sencillo y en la
final el sudafricano lo notó. Su cansancio era notable; lo compartía con
Makwala. Después de cruzar las eliminatorias en solitario, una imagen para una
vida, el botsuano dejó su gesta a medias. Una pena. Porque lo tenía todo para
ser elevado a figura. Aunque él quiere ser malote, se hace apodar Badman y
responde firme, el público lo recibió con el cariño de los propios, un efecto
que sólo había conseguido Usain Bolt. Lo merecía. Makwala nunca olvidará esta
semana. El maldito virus estomacal le dejó sin final de los 400 metros , pero le
concedió algo a veces más grande que una medalla, hasta de un récord: la opción
de ser estrella planetaria. Si hubiera ganado, hubiera vivido desahogado el
resto de sus días. Con su manguito fluorescente en el brazo derecho, su estilo
basado en la potencia, su vida de escasas oportunidades y, sobre todo, el
altercado sufrido, lo tenía todo para elevarse. Pero al final, a sus 30 años,
ex estudiante de carpintería, velocista a base de becas de formación en Senegal
y Jamaica, propietario de varias vacas, perdió la oportunidad.
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