martes, 24 de junio de 2008
Tyson Gay: "Cuando corro me siento más libre"
Aparece tranquilo, sereno, casi tímido... Imposible adivinar la transformación que sufre este hombre cuando se sitúa frente a los tacos de salida. En ese instante, se convierte en un toro, en un velocista chulo y engreído que se jacta pretenciosamente de su poderoso físico, de la musculatura de su cuerpo, que golpea con las manos –y los puños– brutalmente, como si quisiera partirla por la mitad. Es el momento de máxima tensión; los segundos previos a la carrera. El corazón palpita alocado y un Tyson Gay casi poseído por todos los demonios abre sus enormes ojos como platos; desafía al resto de rivales con la mirada soberbia, observa lo que hay al fondo de la recta como calculando la distancia y las zancadas que dará. Es la guerra psicológica. Tyson Gay, el ‘niño inocente’, se vuelve un torbellino. Por delante quedan 100 o 200 metros –sus dos especialidades–, carreras que se desarrollan en apenas un suspiro, pero que contienen una enorme carga emocional. En poco más de nueve segundos –o de 19, según sea la distancia– hay contenida una gran dosis de drama, de comedia y de suspense. Un argumento que daría para una película de casi dos horas. El Tyson Gay que aparece ante cinco periodistas llegados al corazón mismo de Los Angeles (EE.UU) desde distintos puntos del planeta tiene poco que ver con ese chico malo que interpreta en escena. El atleta en cuestión se muestra reservón, incluso apocado. Tiene un sueño: “batir el récord del mundo de los 100 metros”, pero no se apresura en conseguirlo: “porque cada cosa llega a su tiempo”. No ambiciona grandes cosas y hasta se siente cómodo al pasar desapercibido por las calles de su país, a pesar de haber ganado tres medallas de oro en los pasados Campeonatos del Mundo disputados en Osaka el año pasado: “Hay atletas que sólo buscan la gloria –señala–. Yo, en cambio, sólo quiero encontrarme a mí mismo”. Filosófico, aunque en el transfondo de la cuestión subyace el estado comatoso en el que se encuentra sumido el atletismo estadounidense. “No me gusta que los aficionados siempre esperen que gane en todas las carreras”, añade con ese aire descuidado que le caracteriza.
La temporada inicia su momento de despegue que desembocará en el punto álgido, los Juegos de Pekín: “es ahí donde quiero estar a punto. Lo que ha ocurrido hasta ahora no tiene gran importancia”. Recuerda con cierto enfado su debut este año en Kingston, Jamaica –corrió un 200 metros, que ganó con 20.00 segundos, marca mundial del año– “pero estaba muy nervioso, porque el público no dejaba de increparme. El estadio estaba abarrotado; miles de aficionados fueron a animar a Usain Bolt, que corrió los 100 metros en 9.76, a tan sólo dos centésimas del anterior récord mundial (en aquel momento estaba fijado en 9.74 a cargo del también jamaicano Asafa Powell). Se excitaron mucho... Me puse muy nervioso”, reconoce. Admira al joven y espigado Bolt: “me gusta que esté ahí... Es bueno para el atletismo. Además, me añade presión, que es justamente, lo que necesito para motivarme”, pero admite que “he madurado como atleta y creo que podré darle justa réplica en Pekín. He aprendido a relativizar los cronos porque sé que en una carrera de 100 metros intervienen otros factores. Admito que nunca he participado en unos Juegos Olímpicos y eso es un inconveniente porque no sé muy bien como responderé cuando llegue el momento de la verdad. Debo ser humilde...”. Los Mundiales de Osaka le han dado mayor popularidad: “sobre todo, entre los periodistas, que no dejáis de hacerme preguntas...”, bromea, pero se siente cómodo: “porque aún puedo cruzar por la calle sin que nadie me reconozca”.
Los continuos escándalos por dopaje registrados en el atletismo de su país le han hecho dar un paso al frente y situarse al frente de una campaña de imagen diseñada por la USADA (Agencia Estadounidense Antidopaje): “La gente ha de saber que no todos los atletas hacemos trampas. Es un hecho que ha habido casos, pero han sido aislados y hay que decirlo bien alto. Comprendo que se trate de un tema recurrente y todo el mundo se refiere a él y lo amplifique pero, ¿qué otra cosa podemos hacer? No todos somos culpables... Por esa razón, he decidido sumarme a la campaña ‘Project Believe’ por la que me someto regularmente y de forma voluntaria a controles de sangre y de orina para demostrar que estoy limpio. Y de igual forma que lo estoy yo, hay otros muchos atletas que también lo están”.
Tyson Gay podría convertirse en el primer atleta en conseguir el doblete olímpico en 100 y 200 metros después de Carl Lewis, en 1984 (Los Angeles): “No soy demasiado consciente de ese hecho pero es verdad que la mayoría de atletas que han conseguido un título mundial de 100 metros han sido capaces de vencer al año siguiente en unos Juegos. Una de las excepciones a la regla fue la de Kim Collins, que ganó en París (2003) y después, falló en Atenas’2004. El propio Lewis ganó en los Mundiales de Tokio’1991 en 100 metros y, después, no consiguió clasificarse para esa prueba en los ‘Trials’ previos a los Juegos de Barcelona”. Lamenta que no se produzcan más duelos con Asafa Powell y Usain Bolt, la ‘salsa’ del deporte: “pero es culpa de los managers, que sólo se preocupan del dinero. No tienen demasiados escrúpulos”.
Daisy: "Estar junto a mi hijo le ayuda"
Forman una piña. Daisy (43 años), madre de Tyson Gay, es una mujer madura de una belleza serena y profunda. Sus ojos vivos parecen sonreir y sus dientes blanquísimos y perfectamente alineados decoran un rostro agradable. Es tremendamente elegante. Muy parecida a la Withney Houston de sus buenos tiempos, encara la carrera deportiva de su hijo con tranquilidad: “Hago lo que debo, que es estar a su lado en los momentos importantes. Sé que él me necesita”. Recuerda con emoción los momentos previos a la final de los 100 metros en los Mundiales de Osaka: “Hablé con él y le dije que confiara en sí mismo. Eso es todo. El trabaja duro para ganar”. Daisy confirmó que también viajará a Pekín: “Por supuesto que estaré con él... Tyson es muy nervioso y me necesita a su lado; me explica como se siente, sus miedos, sus preocupaciones... y yo le escucho y trato de ayudarle. Creo que le transmito confianza. Antes de la competición, le pido que piense en Dios, que saque todo lo que tiene dentro. Yo creo en él y si está conmigo, no siente tanta presión”. Lamenta la mala situación que atraviesa el atletismo en los Estados Unidos. “No se le presta mucha atención. Es decepcionante”. Está convencida de que su hijo jamás se ha dopado: “él no lo haría. Es muy consciente y cuidadoso con las medicinas”.
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