viernes, 16 de octubre de 2009
Abuelos con mucha marcha
Neus Yerro
Todos nos asombramos con los logros de Usain Bolt o Michael Phelps. Pero para logros, los de los protagonistas de los World Masters Games, los Mundiales de los mayores, una especie de Juegos Olímpicos para atletas de edades comprendidas entre los 24 del nadador canadiense Facundo Chernikoff y los ¡¡¡101 años!!! del australiano Reg Trewin. La máxima del barón Pierre de Coubertin, “lo importante es participar”, es más real que nunca. Son ellos, nuestros mayores, quienes merecen todos nuestros elogios y respetos.
¿Se imagina alguno de ustedes a su abuelo lanzando el martillo, corriendo los 100 metros con todas sus energías, levantando pesas o nadando como un poseso en pos de un récord mundial? Ni por asomo. Pero esos abuelos existen. Y Sydney tiene el honor de verles en acción.
Lo de menos son sus marcas. Su amor por el deporte nos demuestra que, como dicen, éste no tiene edad. Sus historias son tiernas, dignas de admiración y algunas son auténticas lecciones de superación personal. Han sobrevivido a guerras y calamidades para hallar en el deporte no sólo un modo de contribuir a su salud sino una desatada pasión.
Ahí está el australiano Keith Oliver, ciclista que compitió en el grupo de 65 a 69 años. Haberse roto 24 huesos durante su carrera ciclista no le impidió quedarse a centésimas del récord mundial de persecución individual de su edad. Sólo dispuso de una hora entre el acceso a la final y el oro en la prueba. Pero él salió a por todas, como siempre ha hecho. O el sudafricano Damon Kendrick, que perdió una de sus piernas al ser atacado por un tiburón cuando tenía 15 años.
Otro caso excepcional, por su dureza, es el de la neozelandesa Jennifer Ebert. Hace un año le diagnosticaban osteoporosis –pérdida de minerales en el hueso, que aumenta el riesgo de fracturas– severa. Ella se resistía a dejarse vencer y, ayudada por su marido, ex levantador de pesas, decidió combatir la enfermedad. Para cualquiera, otro revés habría sido definitivo para olvidarse del deporte: lesionada en los dos hombros –“ni siquiera podría sostener las bolsas de la compra”, recuerda Ebert– llegó a Sydney con apenas un año de entrenamiento en la disciplina.
Aunque, sin ninguna duda, la gran protagonista de estos Juegos es Ruth Frith. Ella ha sido elegida la imagen de estos World Masters Games y se ha convertido en la ‘chica de oro’ del atletismo. A sus 100 años, su consejo para mantenerse en forma es “no comer vegetales”, una frase que seguramente horrorizará a padres, dietistas y nutricionistas de todo el mundo. “Yo nunca los he comido”, confiesa sin ningún rubor. Tampoco fuma ni bebe y se entrena cinco o seis días a la semana. Ayer se convertía en la campeona de más edad de lanzamiento de martillo (4,7 metros), al tiempo que una de sus hijas ganaba esa misma prueba en su categoría.
Sus hijos, nietos y hasta sus 11 biznietos son los mayores fans de Ruth, que atesora seis récords mundiales ya. Frith es toda una atleta: ha ganado ya cuatro oros y todavía tiene que competir en jabalina, disco, salto de longitud, triple salto y los 100 metros. Es feliz practicando deporte. Como también lo es uno de los personajes más singulares del evento. Se trata de ‘O Santa Claus’. Así se ha inscrito este simpático octogenario australiano que optó por correr descalzo las pruebas de los 10 km y los 100 metros y que a los más jóvenes seguro que les recuerda a Gandalf, el mago bueno de ‘El Señor de los Anillos’.
Pero no todo son alegrías. El campeonato perdió a uno de sus competidores hace un par de días, mientras disputaba la prueba de maratón en canoa (21 km) por un ataque al corazón. Iba a cumplir 50 años. Un punto negro en una historia llena de luz.
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