jueves, 8 de octubre de 2009

España quiere pintar más


CARLOS ARRIBAS

Hace dos o tres años, cuenta José María Odriozola, el presidente de la Federación Española de Atletismo, el Consejo Superior de Deportes (CSD) convocó en su sede a todos los federativos españoles con alguna responsabilidad en federaciones internacionales de su deporte
Hace dos o tres años, cuenta José María Odriozola, el presidente de la Federación Española de Atletismo, el Consejo Superior de Deportes (CSD) convocó en su sede a todos los federativos españoles con alguna responsabilidad en federaciones internacionales de su deporte. "Nos citaron en una sala", recuerda Odriozola, "y, cuando vieron que éramos tantos que no cabíamos, tuvieron que buscar, asustados, otra".
No ha nacido, pues, con la derrota de Madrid 2016 en Copenhague el espejismo, el tópico fruto de un inevitable complejo de inferioridad, que quiere interpretar la realidad mundial tomando como punto de partida el poco peso español en los despachos en los que se cuecen las grandes decisiones, máxime en comparación con el gran nivel mostrado en las canchas por los deportistas españoles.
Un espejismo que esconde otra realidad: con tres presidentes de federaciones olímpicas internacionales, España es en estos momentos, después de Suiza (cinco) y empatada con Canadá e Italia, el país mejor colocado.
"Ahora tenemos a Marisol Casado como presidenta de la internacional de triatlón; a José Perurena, en la de piragüismo, y a Leandro Negre, en la de hockey sobre hierba", dice Jaime Lissavetzky, secretario de Estado para el Deporte y presidente del CSD; "y hace nada no teníamos nada. Esto es señal de que estamos trabajando bien, de que desde el CSD estamos impulsando y ayudando a los dirigentes españoles para que accedan a las federaciones internacionales. Y para ello, para plantar ese vivero, tenemos un presupuesto de dos millones de euros anuales, dinero con el que fomentamos la celebración de congresos en España y la asistencia a seminarios y reuniones en el extranjero".
Además, dirigentes españoles presiden cuatro federaciones internacionales no olímpicas y seis federaciones europeas y España posee 103 representantes en diferentes comisiones internacionales, incluyendo a 78 personas en los comités ejecutivos y las directivas de diversas federaciones. Y a Emma Villacieros como tercera persona en importancia, y responsable femenina, de la Federación Internacional de Golf, que mañana alcanzará el estatus de olímpica.
Antes ya de lo de Copenhague, mes y medio, más o menos, el 23 de agosto, la descalificación de Natalia Rodríguez, recién proclamada campeona del mundo de 1.500 metros, ofreció un argumento más a aquéllos que mantienen que el nivel del deporte español en las canchas de todo el mundo está muy por encima del que alcanza en los despachos y que así luce el pelo. Todo lo que sucedió en los pasillos del estadio Olímpico de Berlín cobró un aire de sic transit gloria mundi. Dos años antes, en los Mundiales de Osaka, la federación española había logrado recuperar la medalla de plata de Paquillo Fernández, descalificado de la marcha por correr en la última recta, y que Juan Carlos Higuero, eliminado en las semifinales, corriera la final de 1.500 metros. Pero en agosto, en Berlín, ni la mediación de Luciano Barra a favor sirvió para que Natalia no fuera descalificada. Y Barra, último recurso de los españoles, no era un cualquiera. En los tiempos en que Primo Nebiolo, el anterior presidente de la IAAF, dominaba a su antojo el atletismo internacional, Barra ejercía de su brazo derecho. Ninguna gestión estaba lejos de su alcance. Si hasta casi consiguió que Giovanni Evangelista ganara la medalla de bronce en longitud en los Mundiales de Roma 1987 haciendo que los jueces midieran 8,38 metros en un salto que, a simple vista, no llegaba a los ocho...
Lo que para muchos no representa sino un cambio pendular en el deporte mundial, el paso de una ley dictada por los países latinos -Samaranch, Havelange, Nebiolo...- a la ley anglosajona, para Odriozola, que es también miembro de la ejecutiva de la IAAF y delegado técnico del atletismo en Londres 2012, no es más que tocar de oídas. "Somos un país al que le cuesta disfrutar de lo que tiene", dice; "y lo que tenemos es que hemos ido ganado peso a todos los niveles y parece que eso molesta. Hace unos años, cuando estaba Nebiolo, había italianos en todas las comisiones de la IAAF. Ahora hay más españoles que italianos".
Otra cosa es la representación española en el Comité Olímpico Internacional (COI), con un solo miembro español, el hijo de Samaranch. "La realidad es que es tan alto el nivel competitivo del deporte español que es imposible que en los despachos se pueda estar a esa altura", dice Lissavetzky. "Además, ya hemos gozado 20 años de un presidente español en el COI, gracias al cual se celebraron los Juegos en Barcelona en 1992, un privilegio que difícilmente veremos repetido".

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