jueves, 15 de octubre de 2009

Un verano postolímpico cualquiera (II)


LUIS A. BLANCO

Tras haber repasado el mes pasado los mundiales de natación, es tiempo ahora de echar un vistazo sobre lo más destacado de la temporada de atletismo al aire libre. Quizá lo más pertinente, a modo de prólogo, sea enumerar los diferentes tipos de atletas según sus resultados a lo largo del año. Tenemos, en primer lugar, a los que han ganado todas sus competiciones del año en su prueba (Usain Bolt, LaShawn Merritt, Kenenisa Bekele, Christian Cantwell, Allyson Felix, Sanya Richards, Valerie Vili); después, a los que tropezaron justamente en la competición más importante (Gerd Kanter, Krisztián Pars, Yelena Isinbayeva, incluso Meseret Defar); a los grandes animales competitivos, que aparecen de la segunda fila para ganar el mundial como ganaron en los Juegos Olímpicos (Shelly-Ann Fraser, Melaine Walker), o porque juegan en casa (Robert Karting, Steffi Nerius), al que le va mejor en la prueba que no preparó (Yusuf Saad Kamel), el desconocido mediáticamente sospechoso (Caster Semenya), la gran sensación y esperanza (Linet Masai), o el gran veterano que tras rondar tantos oros al fin encuentra su premio (Marta Domínguez). En general, la temporada ha sido de nivel muy alto, aunque, como veremos a continuación, hay pruebas en franca regresión.
Sin duda alguna, el rey del momento es Usain Bolt. He de reconocer que lo vengo siguiendo desde que bajó de veinte segundos en 200 metros con 17 años, pero jamás hubiera podido esperar la explosión de este aún joven velocista jamaicano. Se ha escrito mucho sobre él; aquí basta decir que tras una temporada donde nunca encontró las condiciones idóneas, en Berlín rebajó estratosféricamente sus récords mundiales en 100 y 200 metros. Para el recuerdo también, fuera de la pista, su actuación ante el micro de Televisión Española tras ganar su tercer oro, en el relevo corto.
Tyson Gay ha tenido la mala suerte de toparse con uno de los mejores velocistas de la historia. Este animal competitivo, lesionado en el pubis, plantó cara a Bolt en la final mundial de 100; su lesión le impidió correr el 200 y sus compañeros del relevo fueron descalificados en semifinales. Aun así, tras una salida nefasta, volvió a batir el récord estadounidense en Shanghai, igualando la marca del jamaicano en Berlín; mientras, Asafa Powell parece confirmarse como el tercero en discordia de una generación inigualable de velocistas.
La lástima es el 200: como el dinero está en los 100, los grandes se prodigan poco en la distancia, y la hegemonía de Bolt es aún más incontestable. Aun así, hay que saludar la aparición del panameño Alonso Edward como una apuesta de futuro.
En el 400, Jeremy Wariner volvió, con la cabeza gacha tras el desastre de Pekín, a entrenarse con Clyde Hart, el gurú de Michael Johnson. Pero parece que ha perdido definitivamente la chispa, y ahora mismo no es rival ni por asomo de LaShawn Merritt. Detrás de ellos, el abismo y la irregularidad: hacía 26 años que no se ganaba una medalla por encima de 45 segundos.
El medio fondo adolece de la falta de un dominador absoluto. En los mítines los ganadores se van sucediendo y los grandes campeonatos son una loería donde acaba ganando el que adapta su táctica a las circunstancias puntuales del día. Esta vez los afortunados fueron, después de dos carreras lentas y muy tácticas, uno que casi siempre juega, Mbulaeni Mulaudzi, en un 800 con diez participantes, y en 1500, el hijo del gran Billy Konchellah, ochocentista como él: Yusuf Saad Kamel. Lo más destacado fuera de Berlín es el gran final de temporada de David Rudisha, no seleccionado para los mundiales, que ha conseguido la mejor marca en 800 en los últimos doce años en la pista talismán (y sospechosa) de Rieti.
Kenenisa Bekele ha tenido una temporada cargada: mientras iba acumulando victorias en la Golden League, siendo uno de los tres ganadores del jackpot, ganó los 10.000 metros en Berlín a su estilo, aguantando al infatigable Zersenay Tadese hasta pulverizarle en su típica última vuelta; sin embargo, el lento ritmo del 5000 parecía presagiar otra derrota suya, como en París o Atenas. No obstante, batió en una agónica recta final al veterano Bernard Lagat para conseguir, aunque parezca mentira, su primer título mundial de la distancia.
La maratón, en su precioso recorrido urbano, fue tan rápida que acabó decidiéndose por eliminación, ganando el keniano Albert Kirui. Ha sido un año de grandes marcas, donde Gebrselassie no ha sido el más rápido, tras su semifallo en la genuina maratón de Berlín, la de todos los años. El honor le correspondió a Duncan Kibet, tras su victoria en Rotterdam, con la segunda mejor marca mundial del año.
En obstáculos, lo más interesante no era saber qué keniano iba a ganar en Berlín (esta vez fue el campeón olímpico en Atenas, Ezekiel Kemboi), sino qué iban a hacer los franceses ante ellos: mientras Bob Tahri había batido el récord europeo en junio, el subcampeón olímpico Mahiedine Mekhissi había ganado espectacularmente bajo la lluvia en París. Pero Mekhissi se retiró a 400 metros para el final de la semifinal, dejando a Tahri solo. Por una vez, éste cumplió en la gran competición, peleando por el oro, alcanzando un gran bronce y volviendo a batir el récord continental.
Tras la lesión de Xiang Liu, Dayron Robles dominó a placer la temporada en 110 vallas, pero en Berlín acusó problemas físicos y cayó a la segunda. Ante el vacío de poder, surgió el joven Ryan Brathwaite para arrebatar el triunfo a los estadounidenses. Liu ha tenido recientemente en Shanghai una gran reaparición, que presagia una excelente vuelta al primer plano.
Los dos mejores de la temporada pre-mundial en 400 vallas, L. J. van Zyl e Isa Phillips, cayeron en semifinales, con lo que la carrera final se presentó como un duelo entre Bershawn Jackson, bajito y de gran técnica, y el potentísimo Kerron Clement, capaz de batir el récord mundial de Michael Johnson en 400 metros lisos indoor, pero deficiente técnicamente. Clement no cometió ningún error de bulto, llevándose el oro con una paupérrima marca. La especialidad, desde luego, conoció tiempos mejores.
El salto de altura estuvo plagado por la lluvia, lo que dificultó la obtención de buenas marcas. La temporada venía igualada y la final no fue una excepción, con los cuatro primeros superando la misma altura. Yaroslav Rybakov logró por fin el premio a su regular carrera.
En cuanto a la pértiga, sin duda fue una de las imágenes de los campeonatos. Mientras los franceses Reinaud Lavillénie, revelación de la temporada, y Romain Mesnil se clasificaban sin problemas para la final, el campeón olímpico Steven Hooker lo hacía con un solo salto y visiblemente lesionado. En la final, cuando había dudas sobre si podría participar, se limitó a saltar a la segunda 5.90, con más gestos de dolor, para llevarse una grandísima medalla de oro, probablemente la conseguida con menos saltos en la historia: en dos días, tres en total, dos válidos.

La longitud decepcionó; se esperaba un gran duelo entre el redivivo Dwight Phillips y el campeón olímpico Irving Saladino, que se presentaban con marcas superiores a 8.50, pero el panameño hizo tres nulos y entregó en bandeja el título a Phillips, aun con la oposición de Godfrey Mokoena. Buena final, no obstante. En triple, tras dos reveses consecutivos, Phillips Idowu pudo por fin batir a Nelson Évora, con una gran marca. Detrás tampoco parece aparecer nadie.
En cuanto a los lanzamientos, vibrante como siempre el peso, con un duelo cerca de los 22 metros entre Christian Cantwell y Tomász Majewski, resuelto, contra pronóstico, a favor del estadounidense. En disco y martillo tuvimos grandes sorpresas, ya que los grandes dominadores de la temporada, que llegaban invictos, Gerd Kanter y Krisztián Pars, solo fueron tercero y cuarto, respectivamente. Muy emocionante fue la final de disco, donde Robert Harting batió en el último tiro a Piotr Malachówski. En martillo, el campeón olímpico Primoz Kozmus dominó con autoridad desde el primer tiro. En jabalina, otra vez Tero Pitkamaki tuvo el día tonto, y ni siquiera pilló una medalla, por muy baratas que estuvieran (ni 83 metros). Al menos, Andreas Thorkildsen dio calidad al concurso acercándose a los 90. Zelezny, desde las gradas, parecía arrepentirse de haberse retirado…
Muy polémico fue el decatlón en Berlín, debido a su catastrófica organización. Muchos participantes y un horario demencial provocaron que, por ejemplo, Roman Sebrle tuviera menos de treinta minutos de descanso entre el salto de altura, donde acabó el último, y los 400 metros, donde iba en la primera serie. ¿No se puede rectificar eso? Entre este caso y la política de recalificaciones en medio fondo y fondo (bastaba con ir al suelo en una eliminatoria para correr la siguiente ronda), podemos decir que el nivel de jueces y organización ha sido bastante malo. En fin, que lesionado Bryan Clay en los trials, la prueba llegaba muy abierta. Sebrle se desconcentró con los problemas, pasando de segundo a décimo, y Trey Hardee, en un gran primer día, creó una bonita ventaja que se dedicó a administrar el segundo. Lástima de 1500, podría haber hecho una mejor marca final.
La marcha fue cosa de los rusos Valeri Borchin en 20 km y Sergei Kirdyapkin en un delirante 50, con continuos cambios en la cabeza, desfallecimientos y recuperaciones. Pero las fehacientes pruebas de marcha irregular hacen necesario un replanteamiento de esta especialidad dentro del programa atlético.
Por último, en relevos no hubo sorpresas: Jamaica ganó el corto a pesar de sus problemas técnicos, sin estadounidenses como quedó reflejado, y en el largo cuatro medallistas individuales (dos en lisos y dos en vallas) dieron sin problemas la victoria a Estados Unidos.
Pasemos ya a analizar los mundiales y la temporada femenina. En 100 metros, la subcampeona olímpica Kerron Stewart se presentaba como gran favorita en Berlín, tras haber dominado todas las pruebas de la Golden League. Pero, como en Pekín, Shelly-Ann Fraser aprovechó su mejor salida para batirla; de paso, batía el récord jamaicano de Merlene Ottey y conseguía auparse al tercer puesto del ránking de todos los tiempos. Pero la temporada no había terminado. El bronce mundialista, Carmelita Jeter, iba a ganar todas las carreras post-mundial, incluyendo dos marcas por debajo de la de Fraser; en Shanghai, con 10.64, se colocaba segunda del ránking. Teniendo en cuenta que el récord de 10.49 de Florence Griffith-Joyner se consiguió en unas condiciones meteorológicas dudosas (se midió 0.0 de viento cuando testigos aseguraron que había un huracán a favor), el tiempo de Jeter se quedaría muy cerca de un hipotético récord de 10.61 de la tristemente fallecida heroína de los Juegos de Seúl. En el 4×100, las jamaicanas, pese a su desastrosa carrera final, se aprovecharon de una lesión de las estadounidenses en las semis para ganar un nuevo oro.
En 200 pasa como en chicos, la dedicación es menor y especialistas como Allyson Felix pueden pasar una temporada sin derrota. La campeona olímpica Veronica Campbell no fue rival esta vez y Felix consiguió su tercer título seguido, que adornó con otro oro en el 4×400, junto a, para mí, la mejor atleta de la temporada: Sanya Richards.
Una Sanya Richards que, siendo la mejor cuatrocentista desde hace tres años, no tenía todavía un gran título: se lesionó en los trials de 2007 y, en Pekín, la presión la pudo y cayó ante Christine Ohuruogu. Pero en Berlín no tuvo rival y aún tuvo fuerzas para bajar su marca del año en Zúrich y Bruselas.
La gran sensación de los mundiales ocurrió en los 800 metros. La temporada de mítines fue muy igualada, con múltiples vencedoras. En Berlín se presentaba por fin la gran dominadora de la temporada anterior, Pamela Jelimo, con grandes dudas sobre su estado físico. Las dudas se disiparon en las semifinales, donde cayó eliminada. Pero había surgido Caster Semenya, una joven sudafricana de aspecto masculino, que seguía la misma táctica: tirar fuerte, y la que pueda que la siga. Nadie lo consiguió, y la gran Janet Jepkosgei tuvo que conformarse de nuevo con el bronce. Lo malo es que llevamos ya tres años sin ver carreras tácticas, parece ya un 400 extendido.
En 1500, la carrera parecía montada como un duelo entre las muy sobrevaloradas Maryam Yusuf Jamal y Gelete Burka, que ganan en los mítines pruebas especialmente preparadas para ellas, pero había una atleta más fuerte: Natalia Rodríguez. A 300 metros de la meta parecía claro que la victoria era para la española, pero la ansiedad la pudo, y un error táctico conllevó su descalificación al derribar a la etíope, obteniendo de rebote la victoria Jamal.
El fondo fue maravilloso en Berlín. Ausente por lesión Tirunesh Dibaba, Meseret Defar se presentaba como gran favorita en ambas pruebas. Su táctica era la de toda la vida de los etíopes, aguantar los tirones y rematar en la última vuelta. Como las carreras eran lentas, todo parecía cuadrarle. En 10000, una joven keniata de estilo impecable, Linet Masai, tiró toda la segunda mitad. Fue sobrepasada por las etíopes, pero en una recta final pletórica supo rehacerse y batirlas a todas. Algo parecido sucedió en el 5000, con Vivian Cheruiyot de protagonista. Sin duda, dos de las mejores carreras de Berlín…
…junto a los obstáculos. Gulnara Samitova-Galkina y Marta Domínguez habían mantenido un duelo a distancia toda la temporada, bajando la mejor marca varias veces cada una. La rusa, campeona olímpica, partía como favorita y tomó ese rol desde el principio de la prueba, con Marta pegada a sus talones. A una vuelta del final, Samitova no pudo más, y se vio que era una lucha de Marta contra otra rusa, Yuliya Zarudneva. Tenían que correr porque detrás venía una especialista en 1500 con gran final, Jennifer Barringer. Pero Marta no se precipitó y pudo resarcirse del tropezón de Berlín, con su tercera medalla mundialista, al fin un oro.
A diferencia del masculino, el maratón femenino mundialista fue muy lento. Los ataques se produjeron al final, ganando la china Xue Bai. La verdad es que la temporada ha sido muy flojita, incluso mediáticamente, con el quiero y no puedo de Paula Radcliffe. Prueba de ello son las pobres marcas, encabezadas por la muy veterana Irina Mikitenko.
En 110 vallas se presentó un amplio abanico de atletas, muy igualadas, como favoritas. Entre ellas quizá no se encontraba la veterana Brigitte Foster-Hylton, que iba a vencer en Berlín y en todas las carreras posteriores. Ya es habitual que esta prueba sea reñida y que los estados de forma varíen a lo largo de la temporada, pero este año ha sido espectacular y muy agradable.
En las vallas bajas, sin embargo, no hay esa variedad. Lashinda Demus asombró en Mónaco haciendo la cuarta mejor marca mundial de siempre, y partía como favorita en Berlín. Pero, como su compañera de entrenamiento Fraser, y repitiendo la actuación de Pekín, Melaine Walker surgió de las brasas de una temporada mediocre para superarla y, de paso, quedarse a sólo una décima del récord mundial de la recientemente retirada Yuliya Pechonkina. ¿Será capaz de batir su marca?
El salto de altura era la prueba más esperada por los espectadores berlineses, confiados después de que Ariane Friedrich hubiera derrotado a Blanka Vlasic, con 2.06, en el mismo estadio en junio. Pero Friedrich, a diferencia de otros compatriotas, no supo competir con el apoyo del público y acabó tercera. Vlasic, como siempre irregular en las grandes finales, ganó con algunos apurillos; unas semanas después se quedó, con 2.08 en Zagreb, a un centímetro del récord mundial que habrá intentado batir unas cien veces en los últimos dos años. Otro récord que espera ser batido.
Y en pértiga saltó la gran sorpresa de la competición, ya que la imbatible Yelena Isinbayeva hizo tres nulos, en parte por su soberbia de empezar la competición en 4.70, en parte por asustarse tras el primero y dejarse dos saltos para 4.75. Ausentes por lesión Svetlana Feofanova y Jennifer Stuczinsky, Anna Rogowska pasaba por allí y se llevó la medalla de oro. Una semana después, Isinbayeva lograba batir su récord mundial, pero a eso sí que estamos acostumbrados. Comparte el jackpot de la liga de oro con Bekele y Richards.
En los saltos horizontales se confirmó el mal año del otrora potentísimo atletismo femenino ruso (sólo un oro, en marcha, de la gran favorita Olga Kaniskina). Las dominadoras de la temporada, Britney Reese en longitud y Yargelis Savigne en triple, se impusieron, si bien la cubana con mucha más facilidad que la estadounidense.
En cuanto a los lanzamientos, tuvimos un gran duelo en peso. Valerie Vili era la gran favorita, no en vano viene dominando la especialidad en los últimos años, pero hasta el cuarto lanzamiento no pudo superar a la local Nadine Kleinert, que batió en tres ocasiones su marca personal. La neozelandesa pudo, por fin, superar los 21 metros en la final del Grand Prix, a final de temporada.
En disco, la baja forma de la campeona olímica Stephanie Brown-Trafton, que quedó última, posibilitó una final dinámica, preciosa, llena de alternativas, en la que la australiana Dani Samuels dio una gran sorpresa. Las marcas, como siempre, muy lejos de las de hace veinte años. Mientras, en martillo, Anita Wlodarczyk batió el récord mundial, y aunque Betty Heidler se aproximó intento tras intento, no fue suficiente.
La jabalina era otra prueba esperada con fruición por el público local, confiando en Christina Obergföll en su duelo con Barborá Spotáková; se habían repartido los triunfos en la temporada. Maria Abakumova hizo la mejor marca del año en la calificación, pero en la final no ganó ninguna de ellas. La veteranísima Steffi Nerius triunfó para Alemania y decidió retirarse. Una gran lección, sin duda.
El heptatlón tenía como favoritas a las ucranianas, pero ni siquiera pillaron metal en una competición dominada con mucha facilidad por Jessica Ennis, que ganó tres de las cuatro pruebas del primer día y no fue inquietada el segundo.
La actuación global española puede calificarse como decepcionante. En el lado positivo, Marta Domínguez, de la que se esperaba medalla pero quizá no de oro, García Bragado, segundo en 50 km (a resaltar que es el gran especialista del año postolímpico, todas sus medallas mundialistas son en este tipo de mundiales), Natalia Rodríguez pese al incidente, y por supuesto Nuria Fernández o Beatriz Pascual, además de la recuperación de Mayte Martínez (quiero una carrera táctica). A Beitia y Pestano se les va a pasar el arroz sin coger el tren bueno. Todos ellos son atletas muy veteranos. No se ve nadie en la generación posterior, una vez confirmado el debacle del medio fondo masculino, que casi hizo el ridículo. Habrá que confiar en jóvenes talentos como Javier Cienfuegos o Eusebio Cáceres. Cuestión aparte es el hecho de que al menos un 30% de la expedición sobraba. No se puede ir a un mundial a tirar 18 metros en peso, saltar menos de 16 en triple o correr 400 vallas cerca del minuto. En ese aspecto me parece mucho más loable el planteamiento del equipo de natación, sólo van a los mundiales aquellos con posibilidades reales de pasar al menos una ronda.

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