sábado, 10 de octubre de 2009

MartaDomínguez “Entreno a muerte. Me mato todos los días dos veces”


LUZ SÁNCHEZ-MELLADO

Cabezona, sufridora, superdotada. Cayó en Pekín, se levantó y hoy es campeona del mundo a base de trabajo y tesón. Pero quiere más. En Londres 2012 tendrá 36 años. “¿Y qué?”.

Llega en su Mini Cooper blanco, aparca de una maniobra y sale disparada. “Marta Domínguez”, se presenta. Como si hiciera falta. Su melena desfilada en rubio rabioso, su cuerpo enjuto y su sonrisa llena de dientes la delatan. Y eso que va de calle y no lleva la cinta rosa marca de la casa. Esta joven resuelta es la peleona atleta que lleva desde 1996 ganándose a pulso una plaza en los podios internacionales de medio fondo. La que caía desmadejada a doscientos metros de la meta en la final de los 3.000 obstáculos en Pekín 2008. La “mujer más feliz de la tierra” cuando, justo un año después, el pasado 17 de agosto, se proclamaba campeona del mundo en Berlín. La primera impresión de castellana sobria, seca incluso, se desvanece en cuanto se sienta en El Salón, el bulevar central de Palencia, la ciudad donde vive y entrena, y empieza a contar su vida. Al final, hasta enseña la medalla de marras. La lleva tirada en el Mini para enseñársela a los amigos. Un rectángulo dorado pálido que parece falso de tan anodino. Cualquier trofeo de barrio le da cien vueltas en diseño y empaque. Pero eso a Domínguez le da igual. Lleva desde los nueve años corriendo detrás de ella.

Lleva 13 años subida al podio. ¿Se habitúa una al éxito? Se podría decir que sí. Siempre quise ser campeona del mundo, y ser la primera no es lo mismo que la segunda, que lo he sido dos veces. Pero necesito más éxitos para seguir viviendo.

¿Nunca es bastante? Si eres tan exigente como yo, no, siempre quieres más, hasta que digas basta, y yo quiero seguir.

Sólo le falta la medalla olímpica. Pero en Londres 2012 tendrá 36 años. ¿Es un objetivo razonable? He luchado mucho por un título olímpico y no ha podido ser. En Sidney 2000 tenía opciones de ganar, me resfrié y a casa. En Atenas me lesioné. En Pekín me caí. En Londres, si no me pasa nada, podré estar con las mejores. No es problema de edad, sino de mentalidad y de que tu cuerpo aguante.

¿Cuenta más la cabeza o el físico? El cuerpo tiene que estar preparado. Pero si lo has curtido toda la vida, y sobre todo en los últimos momentos, lo que importa es la cabeza. Echar los nervios, los pensamientos negativos fuera, estar tranquila. Eso es muy difícil. Tienes que tener la cabeza muy bien amueblada.

Está claro cómo entrena el cuerpo, ¿y la cabeza? No sé, yo lo hago innatamente. Mi antiguo entrenador me decía: “Tú estás para ganar”, y me lo creía. Necesito pensar que puedo, y mi cabeza lo hace sola. No he tenido nunca psicólogo. He tenido buenos consejeros, amigos, mi familia. Sobre todo, hay que tener las cosas claras, no creerse más que nadie, y que la competición no es un juego, es mi profesión; pero si ganas, bien, y si no, también.

Mucha gente va al psicólogo para afrontar situaciones cotidianas. ¿No le ha tentado pedir ayuda para soportar la presión o el fracaso? No. Creo que es bueno tener profesionales que te animen, te digan lo que hay, cómo lo han superado otros, pero si tú no eres capaz de tener la realidad delante e intentar salir, nadie te va a sacar del problema.

¿La voluntad lo puede todo? Casi. Yo he tenido bajones, cuando me he lesionado, y hay días que no deseas ni vivir, pero al siguiente ya tienes ganas de hacer cosas. La suerte que tengo es que soy así, positiva, siempre veo el vaso medio lleno.

¿Desde niña? He sido siempre muy cabezona y eso me ha ayudado a conseguir lo que he querido, a base de trabajo. No fui buena estudiante, pero si tenía que emplear dos horas más que los demás para sacar un cinco, lo hacía. Si te digo que voy de aquí a Valladolid, a 40 kilómetros, andando, por mis narices que voy.


¿Cómo se plantea una cría de Palencia ser campeona del mundo? Cuando empecé a entrenar a los nueve años, ni sabía lo que era el atletismo. Pero quería ser la mejor, siempre, donde competía. Cuando Fermín Cacho fue campeón en Barcelona 92, yo tenía 16. Y me dije: un tío de de Soria, con un entrenador de Soria, es campeón olímpico, entonces ¿por qué no voy a poderlo serlo yo algún día? 17 años después lo he logrado. No es porque tú te lo propongas, no es inspiración divina. Viene teniendo unas mínimas facultades y a base de trabajar duro.

Acaba de ganar el oro saltando obstáculos, como cuando triscaba por el campo. Yo de pequeña era muy chicazo. Mi hermana mayor, Nuria, y yo jugábamos al fútbol en el salón. Ella empezó a entrenar en el club de Venta de Baños, al lado de Palencia, y me animé. En verano vivíamos en una casita en el campo. Íbamos con las bicis, saltábamos troncos, corríamos a mangar manzanas, saltábamos árboles. Esas cosas que se hacían antes y ahora son impensables. Era marica el último, y yo no era la última.


Una cosa es jugar, pero el entrenamiento sería duro. ¿Qué le gustaba de correr? La primera carrera que corrí, la gané.

Y le entró el veneno. Sí. Pero en aquella época no conocía a ningún atleta que se ganara la vida corriendo. No lo veía como un futuro profesional. Yo hacía lo que me mandaba el entrenador. Lo que quería era ser policía. Un poli como los de Nueva York, de los que luchan con los malos y no mueren. Pero con 17 años quedé campeona de Europa júnior, me dieron una beca y ya fue todo rodado. Mi vida ha sido un camino de rosas.

Cualquiera lo diría viéndola sudar. Yo no he trabajado nunca. A ver, he trabajado toda la vida, porque para mí esto es un trabajo. Doy mi vida para hacerlo bien. No he sacrificado nada, he elegido otro camino y ahí sí que he sacrificado lo que ha hecho falta. No ha sido una niñez normal, pero sí la que yo he querido.

Se ha casado con su novio de toda la vida, un aficionado que también es su ‘liebre’. Él la entenderá mejor que nadie. Bueno, al principio fue complicado. Él no sabía exactamente cómo me ganaba la vida. Me veía ganar, pero no sabía las horas que hay detrás, lo que hay que descansar, lo que hay que comer, las obligaciones. Y se le hizo difícil. Esto es algo a lo que nadie está acostumbrado.

¿Tan peculiar es su trabajo? No es peculiar, es… distinto, sobre todo porque es la mujer la que manda, la que lleva los pantalones en esta relación. La sociedad marca que el hombre mande. Y cuando la mujer es la que manda, pues es difícil.

Él es su consorte, y no al revés. Exacto. Él no deja de ser el marido de Marta Domínguez. Yo no soy la mujer de Diego. Y le ha costado. Ahora está orgullosísimo, era normal no saber adaptarse porque la sociedad es machista y el hombre vive para mantener a la mujer, no al revés.

Y usted, ¿ha sentido discriminación por ser mujer? Tendría decir que no, entre comillas. Pero ni me han tratado ni me tratarán igual que a un hombre. Una mujer tiene que conseguir todos los años resultados imponentes; a la que uno se lesiona, parece que ha muerto, cuando un hombre puede desaparecer diez años, vuelve y es como que ha resurgido de sus cenizas. Y para los sponsors, el hombre vende diez veces más que la mujer.

¿En atletismo? En todo. Un tío como Fernando Alonso, antes de ganar nada ya hacía anuncios. Arantxa Sánchez Vicario ganó todo y no hizo ninguno. Gemma Mengual lo ha ganado todo, ¿y qué?

¿Usted, campeona mundial no tiene ofertas? Mi sponsor de siempre. Debería tener otras fuentes de ingresos aprovechando mi éxito, y que a todo el mundo le agrada que lleve el nombre de España, Castilla y León o Palencia por el mundo. Eso hay que ponerlo sobre la mesa.

¿Por qué cree que no es atractiva para las marcas? Por mujer, pero también por otros factores. El atletismo es un deporte minoritario. La televisión se está portando fatal. Antes salía todos los domingos. Ahora sólo las grandes pruebas. Y lo que no sale en televisión no existe.

Sin embargo, hay atletas que apasionan a las masas, como Bolt. Sí, pero ¿cuántos? Uno o dos. Los demás hacemos lo que podemos, pero el atletismo era pobre y sigue más. Es el deporte más importante de los Juegos, pero quien tiene que poner el dinero, que son los sponsors, sólo quieren pagar lo que sale en la tele, y como el atletismo no sale, no pagan.

Hay mujeres deportistas que ‘venden’ por su físico. ¿La imagen cuenta más que el resultado? Por muy guapa que seas, hablarán de ti en corrillos, pero si no eres buena deportivamente, no llegas a nada. Si eres una tía buenísima, te dedicas a otra cosa y no te matas en esto.

¿Usted se mata? Todos los días dos veces. Entreno a muerte. Treinta kilómetros diarios. Preparar el cuerpo para la competición es como hacer una casa. Primero se hace la estructura. Kilómetros y gimnasia a lo bestia. Y los dos meses antes de la competición empiezas a pulir detalles para que quede bonita. Menos kilómetros, más rápido, menos repeticiones, más peso. Moldeas tu cuerpo para que tus piernas corran más rápido que nunca.

¿Cómo cambia su cuerpo? Acabo la competición y estoy extremadamente flaca, fea de lo delgada que estoy. Luego descanso un mes y engordo cinco kilos. Como mierda, comida basura. Hago lo que no puedo hacer todo el año. Estar con mi gente, trasnochar. Un cambio de vida tal que ya tengo ganas de entrenar.

¿Le cuesta cambiar el ‘chip’? No, el primer día de entrenamiento como pasta y ensalada y así estoy los próximos 11 meses. Al empezar cojo peso, porque hago músculo. Puedo llegar a 54 kilos. Estoy más mazacota, tengo más brazo, más pierna, más culo, más todo.

¿Se ve más guapa? Mi abuela dice que sí, pero yo no estoy a gusto porque me encuentro lenta. Es una inversión para luego poder pulir el diamante. En vísperas de competición vas remodelando el entreno y el cuerpo cambia otra vez. En temporada peso 47 kilos. Son rutinas que vas perfeccionando. He hecho un popurrí con lo que me han dicho, he visto y he leído, soy bastante autodidacta.

Volviendo a su primera carrera, ¿qué sintió con ese primer triunfo? Si te digo la verdad, no me alegré. Eran las fiestas de Venta de Baños, y allí las buenas eran dos niñas, las gemelas Lajo. Entrenaban con mi hermana, y siempre quedaban primera, segunda y tercera. Ese día tenían que ganar ellas, había ido todo el pueblo a verlas, voy yo y las gano a las tres. Se quedó el pueblo mudo. Yo era muy llorona y casi me pongo a berrear.

Pero le enganchó la victoria. Evidentemente. A mí me gusta ganar en todo. Si jugaba a las canicas, aunque tuviera que hacer trampa, quería ganar. Pero en atletismo no valían las trampas. Si daba lo máximo, tenía que conformarme porque no era la mejor, pero me piqué porque vi que entrenando mejoraba y podía ganar.

Ha visto pasar generaciones de rivales. ¿Cómo las ve? Con respeto. Desde los 17 años han pasado muchas. Algunas me han ganado y luego las he ganado yo o han desaparecido. Salen nuevas, y saldrán. Es verdad que si son mejores las miras diciendo: la madre que te parió, a ver si te retiras, o te lesionas, o algo” [ríe]. Si no estoy a tope, es imposible ganarlas.

Cuando cambió de 5.000 metros lisos a 3.000 obstáculos, muchos pensaron que quería evitar competencias indeseadas. Cuando tenía 12 años y corría por la chopera no había 3.000 obstáculos femenino. Pero ya creía que mi futuro podía ser ése. Cuando mi ciclo de 5.000 se pasa, porque no tenía necesidad de repetir éxitos, me lesiono y replanteo mi carrera. Decido cambiar a obstáculos, voy a Pekín y pasó lo que pasó. Con tres meses de preparación, a 200 metros de una medalla, me caigo. Eso me dio fuerza para prepararlo más. Pero no porque sea una prueba más fácil, sin negras, eso es mentira. Hay negras, es una prueba mucho más técnica y dura. Vas cansada, tienes que pensar, subir la pierna y seguir corriendo. Quien diga que es más floja, que corra.

¿La caída la ‘picó’ consigo misma? La he tenido presente todo el año, en cada entrenamiento. Nunca pensé que me podía caer. Eso me rompió los esquemas. Llegué en plena forma y me fui sin diploma. Eso duele. La semana siguiente corrí en Zúrich para acabar la carrera, para volver a sentirme atleta.

Fue como un torero al que le devuelven el toro vivo al corral. Sí. Una sensación rara conmigo misma. Después sólo quería ganar, ser campeona del mundo. Eso es por lo que entrenas, para poder serlo.

¿Nunca ha tenido ganas de retirarse? Hace cinco años estaba quemada, no podía más. No quería competir, ni entrenar, ni sufrir. Y dije: cuando acabe Atenas 2004, me voy. Pero un mes antes me rompí un tendón, estuve un año sin poder correr, y eso me dio luz para decir: mi vida es correr. Recuperé la ilusión.

Algún día tendrá que colgar las botas. Dejaré de competir, pero no de correr. Mi cuerpo necesita soltar adrenalina, la energía que tengo, que es mucha.

¿Le ‘pone’ correr? Bueno [ríe], a ver… Lo necesitas, pero esto no es salir a hacer footing, es ir a trabajar. Es más duro entrenar que competir. Es como una oposición. Preparar los 100 temas cuesta muchísimo, el examen es lo más fácil.

En marzo rompió con su entrenador de siempre. Es curioso que su gran éxito haya venido después. Todo lo que soy es gracias a mucha gente. Y él es el primero, el segundo o el tercero. Entre ser primera este año y segunda hace cinco no hay diferencia en entrenamiento. No voy a hablar porque soy una señora. Es una relación larga que se ha ido enfriando. Lo que hay que valorar son mis resultados.

¿Ha notado un aumento del prestigio de los deportistas? Sí, pero porque me lo he ganado. Si el prestigio del atletismo ha subido, ha sido por las mujeres: Natalia Rodríguez, Ruth Beitia, Maite Martínez, Nuria Fernández, María Vasco. Si fueran hombres, habría subido el triple.

Bueno, está Paquillo, Bragado… Sí, pero son marchadores, la hermana pobre del atletismo. Paquillo, el número uno mundial, tendría que ser un Rafa Nadal, y no. Yo, si fuera él, sí que me sentiría discriminado. No me quejo, otros están peor.

Ha sido finalista del Príncipe de Asturias, que ha ganado la saltadora Isinbayeba. ¿Le fastidia ser segunda? Mucho, pero como soy realista y sé que esos triunfos no se ganan en la pista, sino en los despachos, no me quita el sueño.

¿Le tienta la política? No.

Pero fue en la lista del PP en las municipales de Palencia en 2003. Sí, me tiraron los tejos. Me quieren, supongo, porque soy una persona que puede ser un ejemplo y ayudar a sacar votos, evidentemente. Otra cosa es lo que te dicen ellos.

¿Adulan? Cuando ganas, todos, mucho.

Pero aceptó. ¿Creía que podía aportar algo? Dije sí porque lo que me ofrecieron me gustaba: trabajar por Palencia. Pero fuimos a la oposición y ahí poco se puede hacer salvo protestar. Eso no es para mí, pero creo que podría dar muchísimo siendo como soy: directa y sensata. Lo mejor que me pasó fue volver a correr.

Los campeones son poderosos. El presidente Zapatero dice que son la mejor imagen del país. ¿Es consciente de ese poder? Sí, pero quien te quiere te tiene que dejar usar ese poder, no cogerte para figurar y luego dejarte a un lado. Yo también ficharía a Marta Domínguez, pero para aprovechar su poder y hacer cosas.

No le va ser florero. No, pero además no me quieren. Prefieren tener menos poder y ser ellos solos quienes lo ejercen.

¿Cómo afronta el tiempo que queda para Londres? Me gustaría tomarme un año sabático para no perder la ilusión. Llevo dos años al 100% de cabeza y piernas y sé que cinco no voy a aguantar. Está el Europeo Barcelona 2010 y voy a tener presiones para ir. Voy a pensar mucho. Mi meta es Londres, Londres, Londres.

¿Cómo ve la polémica sobre Semenya, la campeona surafricana cuestionada por su género? En el campeonato hablaron sin pruebas y me pareció fatal, una falta de respeto a ella y al atletismo. Luego parece que se ha demostrado que puede ser hermafrodita. Eso es otra historia. La federación tendrá que decir si puede o no competir con mujeres. Los atletas no podemos comentar esa decisión, nos dañamos a nosotros mismos. La prensa sensacionalista quiere eso: sexualidad, dopaje, temas morbosos.

El deporte está cada vez más tecnificado. ¿Los superatletas son superdotados o un producto de la ciencia? Máquinas no somos. Somos humanos con una capacidad de sufrimiento, unas ganas de competir y de ganar muy grandes. En la competición no vale todo, para eso están los comités antidopaje, que dicen: tú pasas y tú no. Pero ni yo ni nadie puede criticar a una persona que haya dado positivo: ha tomado una decisión y se acabó. Que cumpla, que pague y que vuelva. Si delinques, te juzgan y vas a la cárcel. Nadie te señala diciendo: ésa ha robado un millón. Pero a los deportistas sí. Tengo amigos que no han superado ese episodio y están marcados por siempre con el estigma de un positivo. ¿Y qué? ¿Tú no cometes errores? Yo, muchos.

Dijo que el relevo está difícil porque no ve espíritu de sacrificio en la juventud. Personas sacrificadas, con carácter y ganas, hay. Es difícil, porque tenemos de todo: ordenadores, maquinitas, el colegio a un kilómetro y nos lleva papá en coche. En atletismo seguimos los mismos hace diez años y parecía que no venía nadie. Pero ha habido tres chavalitos campeones de Europa júnior y eso es aire fresco. Si de crío eres bueno, muy mal se tiene que dar para que de absoluto no lo seas. El campeón nace y tiene que hacerse. Pero sobre todo nace. De un mal caballo no haces uno de carreras.

Hablando de jóvenes. ¿Qué le parecen episodios como el ‘botellón’ de Pozuelo? Una falta de educación por parte de los padres. Yo no soy madre, pero en esta sociedad todo es para los chiquitos, siempre tienen razón. Los profesores antes nos daban una torta y nos venía bien, y ahora al niño no se le puede ni reprender. Habría que poner un poquito de mano dura. Un poco de autoridad.

¿Es conservadora? Soy yo. No sé lo que soy, pero tengo ideas. Me educaron para ser buena persona y respetar a la gente.

¿Después de Londres, qué? Pues no sé. Me gustaría quedarme en Palencia, pero me están poniendo muchas trabas.

¿No está a gusto en su ciudad? Yo tenía un puesto de trabajo aquí, de asesora, en la Diputación, pero han denunciado la plaza y ahora estoy sin ella porque alguien de Palencia ha tocado los…

Otra vez la política. La Diputación es del PP; el Ayuntamiento, socialista. ¿Hay rivalidades sobre su figura? Sí. Yo antes era Marta de España y desde hace unos años soy Marta la del PP. Y no es cierto, entré en política como independiente.

¿Le están haciendo pagar aquel paso? Sí. Aquí o somos del Madrid o del Barça. He perdido mucho más de lo que gané. He ensuciado mi nombre. Hubo quien me dijo que ya no se alegraba de mi éxito. Me llamaban facha” por la calle, y duele porque no lo soy; si lo fuera, estaría orgullosa, pero yo soy yo. Así de simple.

La gran dama del atletismo español

A Marta Domínguez(Palencia, 1975) le horrorizará con toda seguridad semejante título, pero, a sus 33 años, es exactamente eso. La deportista española más veterana –y laureada– en activo. Antes de ganar el Campeonato del Mundo de 3.000 obstáculos en Berlín 2009, fue tres veces campeona de Europa en 3.000 y 5.000 metros lisos, y dos veces subcampeona del mundo en 5.000. Sólo le falta un título olímpico. .El Club de Venta de Baños (Palencia) fue su escuela deportiva desde que empezó a entrenar a los nueve años (arriba) con su hermana Nuria, un año mayor. Sus padres, metalúrgico y ama de casa, son para ella “campeones mundiales de horas de trabajo”. Estudió magisterio mientras competía.Recién casada con su liebre, no se plantea la maternidad hasta su retiro. “quien diga que el 3.000 obstáculos es una prueba más floja, que corra él”

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