El nadador australiano Ian Thorpe se alejó de la pileta hace dos temporadas cuando recién apenas había cumplido veinticuatro años que enaltecen aún más sus tres medallas de oro olímpicas y otras ocho doradas de campeonatos mundiales, además del orgullo de haber batió trece rércords interncionales. Estos logros son una muestra de su talento pero también reflejan el trabajo realizado por su técnico, su compatriota Doug Frost, quien verá los Juegos Olímpicos de Londres 2012 desde adentro de la delegación británica ya que fue contratado como el nuevo director general del centro de entrenamiento de alto rendimiento de la localidad escocesa de Stirling, uno de los cinco complejos polideportivos de última generación creados por la autoridades inglesas.
A los 64 años y tras firmar un contrato cuyas cifras no trascendieron pero seria de seis cifras anuales en euros, quien descubrió y moldeó a Thorpe hasta a fines de 2002 partió a las filas del cuerpo técnico de Tracey Menzies, afirmó que él no será el único que emigrará a Inglaterra ya que el ofrecimiento es beneficioso porque ofrecen mejores condiciones laborales y económicas que Australia. En declaraciones formuladas al The Daily Telegraph, sostuvo que en su páis “quedan muy pocos técnicos de elite que encima no tienen otra alternativa que trabajar sólo por su amor a al deporte”. Desde la vereda de enfrente, el primer ministro australiano, Kevin Rudd, aseguró que su gobierno evalúa la implementación de un programa de entrenamiento profesional de similares características.
Consultado sobre la realidad de la natación inglesa, Frost opinó que “no son inferiores a los australiano, es posible que entre los británicos exista un nuevo Michael Phelps, sólo es cuestión de descubrirlo y guiarlo en forma apropiada”. Antes de despedirse tiró la frase que explotó en los oídos de Menzies con la misma fuerza que una brazada. “Phelps no hubiera ganado todo lo que ganó sin su entrenador Bob Bowman pero Ian Thorpe no hubiera llegado a la cima sin Doug Frost”, se despidió para agregarle más picante a un duelo que tendrá su resolución cuando sea el momento de zambullirse a la pileta.
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