sábado, 18 de octubre de 2008

Un compendio culinario de China


Cualquiera que ve en persona a Manuel Olmedo deduce de inmediato que o es un deportista de élite o es un obseso de la alimentación. En el caso de Olmedo, el mejor mediofondista español en los pasados Juegos Olímpicos, se cumplen ambos asertos. Además de un deportista de elite, Olmedo es efectivamente un obseso de la alimentación. Diferente a decir que es un obseso de la comida.

Como predijo Julio Camba en La casa de Lúculo, "el arte del comer será en el futuro sustituido por la ciencia del nutrirse". Ahora es el futuro y queda ya menos gente que come como quería Camba. "Yo me cuido mucho", explica Olmedo. "Soy un obseso con la alimentación. Con 58 kilos no tengo ni un gramo de grasa en el cuerpo. Es fibra pura. En mi deporte hay que sacrificarse y llegar a ciertos extremos. Durante mi estancia en Pekín, por ejemplo, no probé ni un bocado de la comida china".

Ningún médico acreditado a los Juegos hubiese sugerido a los deportistas seguir la dieta local. Ningún deportista español hubiese aceptado tampoco degustar un asado de caballo cebón, manjar en la China cantonesa. La hipofagia no está bien comprendida en nuestra cultura. "Son prejuicios religiosos, como no comer cerdo entre los musulmanes", escribió Camba, que sostenía que los rasgos de las gastronomías tienen un origen religioso. Para religiosidad, la de algún deportista en el comedor de la Villa Olímpica. "Yo he visto a Asafa Powell comer hamburguesa para desayunar. Lo he visto con mis propios ojos. Nunca lo habría imaginado".

Quizá sea un mito eso de la ciencia del nutrirse contemporánea. Los mitos, como las telarañas, están ahí para que alguien repare en ellos, no para sustentar teorías. Está el mito de los deportistas mediáticos, distantes, lo del aura divina, los inaccesibles. "Nadal es de verdad un chaval modélico. Le ponía buena cara a todos, incluso cuando llegaba al comedor para desayunar, reventado, después de un partido de madrugada. Todos se le quedaban mirando. No tenía privacidad, algo poco agradable, pero tenía buena cara para todos".

Olmedo no probó las artes gastronómicas chinescas, peri sí lanzó a atreverse a una de las artes más celebradas por los participantes sevillanos en los Juegos: el regateo. "A los chinos les gusta el chanchulleo, pero son honrados. Hasta en los supermercados discuten por el precio de una coca-cola".

Los relojes son la debilidad de Olmedo. En las relojerías chinas también se practica el tejemaneje. "Hay tres tipos de relojes en las tiendas. Los del primer nivel son unos relojes falsos que nadie se cree. Hay un segundo nivel, debajo de una loseta. Ésos tienen ya mejor pinta. Y está el tercer nivel. Esconden los relojes en un zulo, unas copias muy bien hechas. Estéticamente, son igualitos a los originales. Otra cosa es que den la hora".

Hasta la fecha, a Olmedo siempre le ha funcionado bien el reloj. Sólo hay que comprobar los tiempos que registra el atleta sevillano en la media distancia. Olmedo es certero y meticuloso como el aire estanco de la Oficina Internacional de Pesos y Medidas. Sin embargo, siempre está quien cuestiona los tiempos del profesional. Quien cuestionó, en este caso, fue un profesional de las cuestiones: el periodista Amat Carceller. "Tuve un calentón después de la carrera y le dije lo que pensaba sobre él".

Recién acabada la carrera, el aún jadeante Olmedo casi se come al periodista, con patatas y la alcachofa. Los telespectadores de TVE pudieron presenciarlo en directo. Carceller preguntó, valoró y opinó en dos palabras, ¿estrategia errónea? "Hablamos luego. Nos disculpamos y reconocimos nuestros errores". Pelillos a la mar. Hasta que el desagüe no da más de sí. "Como atleta, lo único que pediría a quienes cubren el atletismo es que entiendan. O que se informen como profesionales. Pero no comprendo que metan a un especialista en bicicletas en la plantilla olímpica de atletismo".

Toca ahora apretar las tuercas al Comité Olímpico Internacional. Dice Olmedo: "No tiene el mismo valor una medalla en tenis que en hípica. ¿Quién puede permitirse tener un caballo? Se reducen los competidores y aumentan las posibilidades de medalla. Los deportes olímpicos deberían ser los que todo el mundo pudiera practicar. En todos lados hay instalaciones de baloncesto, de fútbol, de atletismo... pero, ¿quién tiene un caballo?". En China, por eso de la afición a la carne de equino, el que tenga un caballo tiene un asado. Eso para empezar. De ahí que abunden las bicicletas y escaseen los festines y las medallas en equitación.

Teorizaba el periodista Julio Camba con la China culinaria: "Son muy viejos y lo saben todo. La cocina china es una sabia mezcla de venenos y antídotos. Con los pescados podridos envenenan el arroz y así consiguen ir viviendo". Por cuidar la línea, Olmedo se guardó de hacer probaturas con los tóxicos chinos, pese a las medallas que aseguren. Aunque en todos lados cocemos habas y venenos. Un periodista chino podría igualmente escribir que, por mucho que los españoles consigamos ir viviendo a base de envenenar el ajo con batracios, nunca obtendremos el número de medallas chinas. Cosas de periodistas.

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