miércoles, 19 de agosto de 2009

La duda sobre Semenya


C. ARRIBAS

"Sí, la final será más asequible que la de Osaka y también más lenta, pero, claro, de la segunda a la séptima. La primera está clara. La surafricana juega en otra liga", dice Juan Carlos Granado. El entrenador de Mayte Martínez habla de la final de hoy (21.35), de la cuarta final de 800 metros en unos Mundiales que dispute su esposa; habla de la final de Osaka, en la que la vallisoletana, de 33 años, conquistó el bronce; habla de Caster Semenya, una surafricana de 18 años, una atleta que ha sido capaz en unos meses, entre febrero y agosto, de bajar de 2m 3,7s, una marca del montón, a 1m 56,72s, la mejor del año; una atleta que no deja indiferente a quien se cruza con ella, aunque sólo sea por su físico, contundente y musculoso, y que corre los 800 metros como quien lava, sin abrir la boca siquiera y a la velocidad que le apetece. Así ganó la semifinal en la que eliminó a Pamela Jelimo, la sensación de los Juegos de Pekín 2008. "Y la he visto hacer series", continúa Granado, "y es otra movida. Mientras al salir a toda velocidad las demás corren como pollos sin cabeza, ella va que parece que esté simplemente haciendo jogging".
Granado no es, evidentemente, el único que se muestra perplejo y desbordado por la potencia de una joven que recuerda a la joven María Mutola, la tremenda mozambiqueña que dominó la distancia entre finales y comienzos de siglo. La sospecha encubierta en las palabras del técnico de la finalista se convierte en acusación directa en boca de algunos dirigentes que han solicitado a la federación internacional (IAAF) que realice un test genético a Semenya para comprobar su sexo. El control de género, instaurado por el COI en México 1968 dadas las sospechas que inspiraban las atletas del Este en los años en los que se extendió el uso de la testosterona sintética, dejó de ser obligatorio desde Sidney 2000 tanto por razones de protección de la intimidad como por las dudas sobre la validez de los sistemas utilizados. Inicialmente, el control consistía en un mero examen anatómico. Posteriormente, se usó un análisis de cromosomas y luego se instauró el que aún está en vigor, el SRY, que busca un solo gen imprescindible para la masculinidad. El resultado del test debería conocerse hoy.
El asunto, morboso de por sí, no preocupa apenas a Mayte, quien está, según Granado, mucho más tranquila que en vísperas de la final de Osaka. "Ahora hasta duerme bien. Entonces estaba preocupada por fallar. Estaba tan bien que habría considerado un fracaso no estar a la altura de su forma", dice Granado. "En cambio, a Berlín, después de todos los problemas físicos sufridos, vinimos principalmente a no irnos con cara de tontos si caía eliminada a la primera. Una vez en la final, sin embargo, no renunciamos a nada".
Mayte, ya veterana de la final de Edmonton 2001, será la única nacida en la década de los 70, la única superviviente de la final de Helsinki 2005 y, con la campeona Jepkosgei, la única de Osaka 2007: será como la madre de una distancia que cada año parece barrida por un viento huracanado. "Físicamente, está igual de fuerte que en Osaka, pero un poco menos rápida porque apenas hemos podido hacer series fuertes", dice Granado, "y tampoco está para una carrera de 1m 57s, pero sí para una de 1m 58s en la que las que se atrevan a seguir a Semenya se suicidarán. En esas condiciones, Mayte es muy peligrosa".

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