martes, 18 de agosto de 2009
El último 'sprint' de Hayes
JUAN-JOSÉ FERNÁNDEZ
"Hace mucho tiempo que se le esperaba", dijo el presentador. "Bob Hayes, el hombre más rápido del mundo". Pero él no estaba. Falleció a los 59 años el 18 de septiembre de 2002, a consecuencia de un cáncer de próstata que le acabó afectando a los riñones y al hígado. Por eso, en la silla de nominado este año para el Salón de la Fama del fútbol americano se sentó Bob Hayes Jr., el hijo del que muchos especialistas consideran el mejor velocista de la historia. Para ganar su último sprint.
El recuerdo de Bob Bullet (Bala) Hayes, de sus vuelos por las canchas con los Dallas Cowboys, y antes, a cuerpo limpio, por las pistas de atletismo de los años 60, especialmente aquella de tierra japonesa, en el estadio Olímpico de Tokio, estaba en la sala.
El atletismo y el olimpismo hace años que le reconocieron su grandeza, pero la NFL se lo debía. En 2004, la propuesta de su entrada ya a título póstumo, había sido rechazada con polémica. Sus problemas con el alcohol y las drogas, que le llevaron a la cárcel en 1978 tras su retirada, también influyeron para eclipsar su triunfo en una Superbowl y sus 10 temporadas con récords en los Cowboys, de 1965 a 1974, para terminar en los San Francisco 49ers, en 1975.
Hayes es el segundo campeón olímpico de atletismo que llega al Salón de la Fama de la NFL tras Jim Thorpe, ganador del decatlón y el pentatlón de Estocolomo 1912. Pero Thorpe, el indio de Oklahoma, nunca ganó una Superbowl.
Robert Lee Hayes asombró al mundo en 1964. Pero estaba lejos de ser famoso en su país. Nacido en Jacksonville (Florida), compaginó el atletismo y el fútbol americano en la universidad. Pero su enorme rapidez y potencia le llevaron a batir tantos récords en las pistas que sus primeros pasos estaban cantados. Entonces le apodaban Crow (Cuervo) por su color y porque más que correr, volaba. Incluso fue a alguna carrera con un cuervo al hombro.
En 1961 igualó el récord mundial de las 100 yardas (91,44 metros), con 9,3s, cuando aún el cronometraje era manual y lo batió en 1963, con 9,1s. Fue campeón de Estados Unidos de los 100 metros en 1962, 1963 y 1964.
Llegó a los Juegos Olímpicos con casi medio centenar de victorias. Arrolló en la semifinal de los 100m con 9,9s, lo que hubiera sido récord mundial de no soplar demasiado el viento. En la final hizo 10s justos e igualó la plusmarca.
En la final del 4x100, con tres primeros relevistas discretos, cogió el testigo para la última posta en quinto lugar, tres metros por detrás de Francia, Polonia, Jamaica y la URSS. Pero le bastaron 30 más para ponerse en cabeza, algo nunca visto. Terminó con otros tres de margen sobre los demás. Los cronómetros oscilaron entre los 8,6s y los 8,9s, los 100 metros más rápidos de siempre. El relevo también batió, sólo gracias a él, el récord mundial con 39s.
Correr a esa velocidad fue un portento. ¿Qué habría hecho en las pistas sintéticas de pocos años más tarde? Pero el atletismo de entonces no daba para comer y el mismo año 1964 entró en el draft de la NFL. Dallas lo fichó como receptor. Su rapidez obligó a sus rivales a cambiar el tradicional sistema de defensa hombre a hombre por una doble barrera, que se mantiene. No era sólo correr. Su potencia y versatilidad le permitieron triunfar y resistir los placajes y los giros continuos del fútbol americano.
"Cometió errores, pero fue un hombre admirado y querido, siempre dispuesto a ayudar con una sonrisa", dijo en su presentación el quarterback de Dallas, Roger Staubach, miembro del Salón desde 1985. Fue uno de los lanzadores que con sus pases le permitió llegar a sumar 371 recepciones, correr 7.414 yardas y lograr 71 ensayos (récord aún del equipo). Staubach dio las gracias a la NFL y casi pidió perdón por la injusticia del retraso en su reconocimiento. Después, junto a Bob Hayes Jr., descubrió el busto en bronce que se hace a los nuevos miembros. La Bala ya está reconocida en todos sus vuelos.
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