miércoles, 12 de agosto de 2009
"Me extraña que se acuerden de mí", afirma José Manuel Abascal
ÁNGEL LICERAS
Apenas había despuntado el sol y el salón de su casa ya se había atestado de periodistas, tantos que su madre se vio obligada a interrumpirle el sueño. Descansaba sin saber que el verdadero ajetreo no había hecho más que comenzar. Hoy hace 25 años que José Manuel Abascal se colgó en su cuello la primera medalla del atletismo español sobre el tartán de unos Juegos Olímpicos.
Fue en Los Ángeles, en un abarrotado Memorial Coliseum, cuando Abas expulsó todo el arrojo acumulado en 11 años de entrenamiento para convertir la final de los 1.500 metros en un duelo con el imperio británico, el que entonces formaban Steve Cram, Steve Ovett y Sebastian Coe, el mejor de todos los tiempos en la distancia reina del mediofondo.
Aquella final le supo a triunfo aunque no la ganase. Fue el más valiente, el que arriesgó cuando aún quedaban 600 metros. Su gran mérito en aquella carrera fue el respeto a sus propias limitaciones. "No tenía un gran sprint final, así que tuve que atacar cuando la gente suele estar más relajada", comenta Abascal en conversación telefónica con este periódico. Pero Coe nunca se depistaba. El oro fue suyo. "Era elegante, muy técnico. Demoledor en las grandes citas", le define.
Hace tres años, durante un viaje a Oslo, se encontró mientras corría por un parque con una nuca conocida. Era la de Steve Cram, el atleta que le precedió en la meta de Los Ángeles, quien le sirviera de liebre improvisada para sacarle del apuro al que le sometía el keniano Joseph Chesire. "Sentí que venía por detrás y me tiré, prácticamente", explica. Pese al tiempo, que también corre, su gesta no se olvida. Su teléfono ha sonado tantas veces la última semana como lo habría hecho en 1984 si el móvil se hubiese inventado. "Me siento orgulloso y sorprendido de que se acuerden todavía de mí".
Su medalla era de bronce, pero conserva un halo especial
Aquella mañana de agosto en sepia, Abascal atendió como pudo a la prensa que fue a verlo a su casa. Acostumbrado a sus rutinas, al sosiego de Alceda, en Cantabria, aprovechó la hora de la siesta para retomar costumbres. Al entrar en el bar que solía frecuentar, la parroquia de amigos allí presente le ovacionó. Lo cuenta con el mismo tono incrédulo con el que narra su llegada a Barajas junto al resto de la expedición olímpica. Se sentía acomplejado ante la presencia de la selección de baloncesto -plata- o de Doreste y Molina -oro en vela-. "Me puse el último porque los demás tenían medallas más importantes. Todo el mundo pasó sin problemas, pero cuando entré en la terminal me cerraron el paso y empezaron a felicitarme". Su medalla era de bronce, sí, pero conserva un halo especial.
Aquel éxito le conlleva la paternidad del mediofondo español, aunque por justicia deba compartirla con José Luis González, el antagonista de una rivalidad que traspasó lo deportivo. "Eran gajes del oficio. Éramos los dos mejores y eso provocó que surgieran roces que pasaron a lo personal", reconoce Abascal. Sus duelos incitaron el despertar del atletismo español. Desde entonces, la producción de mediofondistas no ha cesado.
El milqui sigue en el primer nivel internacional, pero tocar medalla parece una quimera para Reyes Estévez, Juan Carlos Higuero o Arturo Casado, convocados para el Mundial. "Se ha retrocedido un poco". Antes se corría con frecuencia en 3:30, y es cierto que con el tiempo no se han bajado las marcas. "No puedo compararme con ellos. Tan lento como yo no hay ninguno, pero tampoco tienen mi trallazo a falta de 500 metros", valora Abascal.
Pasado, presente y futuro. El atletismo le ocupa todavía muchas horas. No le queda más remedio. Actualmente es coordinador general de Deportes del Ayuntamiento de Santa Cruz de Bezana, donde vive, cuida de algunos pequeños negocios y entrena a varios atletas. Entre sus pupilos conserva como en barrica a un joven de 13 años. Es su hijo Samuel, quien en Cantabria ya se ha hecho un nombre entre los deportistas alevines más destacados. "Yo empecé con 15 años, así que ya me lleva ventaja". El apellido Abascal acomete ahora una esperanzadora carrera de relevos.
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