martes, 22 de julio de 2008

"Soy el único que me puede ganar"


Asafa Powell (Saint-Catherine, Jamaica; 1982) llega a la entrevista con El PAÍS en una limusina blanca que reluce bajo la lluvia de la mañana gris de Estocolmo. Hoy, si el tiempo y sus adductores no lo impiden, promete correr sin freno contra su compatriota Usain Bolt, el hombre más rápido del mundo (9,72s).

Asafa Powell (Saint Catherine, Jamaica, 1982) llega a la entrevista con El PAÍS en una limusina blanca que reluce bajo la lluvia de la mañana gris de Estocolmo. Gasta una sudadera verde y sonríe sentado sobre un sofá de diseño blanco en medio de una habitación llena de solícitos asistentes. Es un hombre de conversación fácil y acento entrecerrado que habla inglés con el mundo y patois, un dialecto isleño, con los interlocutores jamaicanos que requieren cierta discreción. Hoy (Eurosport, 20.45), si el tiempo y sus aductores no lo impiden, promete correr sin freno contra su compatriota Usain Bolt, el atleta más rápido del planeta (9,72s en los 100 metros). "Me siento muy bien. No me gusta perder. Quiero ver exactamente en qué punto estoy. Daré lo mejor de mí mismo para ganar", advierte el velocista, que calzará en los Juegos Olímpicos de Pekín las nuevas zapatillas de clavos de Nike, un 25% más ligeras gracias a la tecnología de cables Flywire. Bronce en los Mundiales de Osaka 2007, Powell busca su primer gran triunfo internacional perseguido por la fama del fracaso en la alta competición. De nada ha servido que el hijo de reverendos protestantes, el más joven de seis hermanos, se haya encargado de correr cinco de los diez 100 metros más rápidos de la historia y de rebajar dos veces el récord (9,77s y 9,74s), ahora precisamente en los pies de Bolt (9,72s). Su carrera necesita el oro olímpico.

Pregunta. ¿Cómo es correr 100 metros en 9,74s?

Respuesta. Mire, la primera vez que corrí así de rápido creí que mi cuerpo había muerto. No estaba habituado a ese tipo de sufrimiento. Sentí mucho dolor después. Recuerdo que me costó dos semanas recuperarme de aquella carrera. Mi cuerpo murió completamente.

P. Así que el esprint es dolor.

R. Sí. Normalmente, sufro por ganar tan rápidamente más que cualquier otro.

P. ¿Quién es más importante que usted ahora mismo en Jamaica?

R. El primer ministro.

P. Sin embargo, ya no es el jamaicano más rápido.

R. Bolt es una buena persona. Me respeta mucho desde siempre. Hace tiempo que le dije que debía empezar a trabajar duro. Cogió mi consejo. Empezó a salir mucho menos de fiesta y a tomarse los entrenamientos muy seriamente. Para mí, yo sigo siendo el dueño del récord porque lo tiene un jamaicano que es un tío guay. No hay malos sentimientos entre nosotros.

P. Bolt, el estadounidense Tyson Gay... ¿El más peligroso?

R. De quien tengo miedo realmente es de mí mismo. Me digo: "Si haces esto, no puedes perder". Me presiono para hacer lo correcto porque, si lo hago, nadie puede ganarme. Soy el único que me puede ganar.

P. ¿Cuál es el proceso que le lleva a presionarse de esa manera?

R. Cuando estoy entrenándome, me veo increíble. Llego al calentamiento y, si me ve, usted pensará: "Este tipo va a correr en nueve segundos pelados". Pero, cuando estoy dirigiéndome a la pista, empiezo a preguntarme: "¿Lograré hacerlo igual de bien?". Todo eso empieza a cruzarse por mi mente. No pienso en los otros. Pienso en si yo voy a ser consistente.

P. Por eso se le compara con Marlene Ottey, que ganaba en todas las reuniones menores, pero que nunca se colgó del cuello el oro olímpico.

R. Honradamente, no escucho a la gente. Escucho a Stephen Francis, mi entrenador. Muchos dicen que es un problema mental; que, cuando voy a las grandes competiciones, no puedo conseguirlo. La verdad es que nadie sabe eso. No están conmigo cada día en los entrenamientos para ver lo que hago. Y mi entrenador me dice que no es un problema mental, sino de ejecución, de dejar de pensar en las consecuencias.

P. Él le avisó de que no iba bien preparado a los Mundiales de 2007.

R. Salí a la pista con un montón de gilipolleces en la cabeza. Estaba pensando en la celebración. Estaba sobreconfiado pensando en la marca, en lo que haría después de la carrera... Ésas son las cosas equivocadas en las que pensar cuando estás en la línea de salida. Tienes que pensar en lo que debes hacer para llegar el primero a la meta. Es lo único que debería estar en tu cabeza.

P. Acabó siendo bronce. ¿Qué le dijo Gay tras ganar?

R. Cruzamos la meta y lo primero que me dije fue: "¿Qué acabas de hacer? ¡Éste no eres tú!". Me fui a recoger mis bolsas y Tyson vino y me dijo que no me preocupara porque él ganaría algunas carreras y yo otras. "Mantén la cabeza alta", dijo. Siempre lo recordaré.

P. Ustedes dos son muy religiosos.

R. La religión es muy importante para mí. Crecí en la Iglesia, creyendo en Dios y en que todas las cosas son posibles para él. Siempre le rezo y creo que tiene un plan para mí. Cuando he pasado por problemas, cuando he perdido una carrera, no me he entristecido mucho. No soy el único que corre esprints. Otro pudo ser mejor que yo un día. Y Dios ayuda al que se ayuda a sí mismo.

P. ¿Cómo le sienta la compañía de Bolt y Gay?

R. Muy bien. Los 100 metros se estaban convirtiendo en algo un poco aburrido hasta que aparecimos Justin Gatlin, Gay y yo. Ahora ha aparecido Usain y la gente se ha adaptado. Hay tres tíos que pueden correr en 9,7s y por eso la gente se pregunta quién va a ganar. Antes, la pregunta era otra: ¿cómo va a ganar Asafa, cómo de rápido correrá? Eso me ha quitado muchísima presión, pero la gente sigue pensando que, si junto todas las piezas, ganaré. Así que sigue habiendo presión, aunque mucha menos.

P. A los ojos de quien no sea un experto, los 100 metros parecen lo más sencillo.

R. Pues son arduos. Las cosas que tienes que hacer pasan muy deprisa. Por eso son muy duros. Desde la salida hasta el final sólo puedes pensar en ejecutar paso a paso. La forma en la que sales de los tacos, la forma en la que te separas de ellos, la primera zancada... Todo es muy técnico.

P. Habla usted de Gatlin, con el que llegó a compartir el récord en 9,77s. En su día, dijo que los dopados, como el norteamericano, deben ir a la cárcel.

R. La gente viene a decirme cosas duras y a veces me siento mal. "Quizás estés haciendo esto y lo otro", me dicen. Y te empiezas a enfadar en tu interior. Así que dices muchas cosas. Gatlin es un gran competidor, muy similar a mí, pero se dopó y yo estoy en contra de eso. No me importa decir que quien hace algo así está cometiendo un crimen y que quien comete un crimen debe ir a la cárcel. El castigo... Mire, es demasiado fácil. Te sancionan dos años, vuelves y haces lo mismo de nuevo.

P. En 2008 se ha lesionado en el pecho, en una pierna y en los aductores. ¿Tiene la impresión de que se lastima más que nadie?

R. Este año he tomado la decisión interna de probarme a mí mismo, de ver cuán rápido puedo correr. Empecé a entrenarme mucho más fuerte de lo que lo hago normalmente. Y supongo que mi cuerpo no lo aguantó. Estoy trabajando mucho más duro. Y algo tiene que pasar. En cuanto te dices que vas a entrenarte más fuerte y vas a un entrenamiento, quieres dejarlo. Es entonces cuando tu mente debe actuar y dominar porque es una herramienta muy poderosa. A veces, mi cuerpo está completamente muerto y mi mente le dice: "¡Puedes hacer una repetición más!".

P. Su entrenador siempre le echó en cara que trabaja poco. ¿Está ya más contento?

R. Nunca está satisfecho. Siempre piensa que puedo hacer más. Yo también lo creo, pero éste es un deporte muy duro. Por su forma de ser, no le gusta demostrar que está contento conmigo. Le gusta retarme. Una vez que he alcanzado una meta, me pide más.

P. ¿Qué pasa más frecuentemente cuando llega a entrenarse? ¿Que su técnico le dé los buenos días o que le grite por llegar tarde?

R. Grita más cuando me salto los entrenamientos. Cuando sí que aparezco para entrenarme, está mucho más feliz. Es entonces cuando es duro conmigo porque ve que estoy interesado y que quiero trabajar duro.

P. Ese trabajo ha hecho de usted un joven millonario.

R. Todo el mundo me pregunta cómo puede ser que tenga tanto dinero, que sea tan famoso y que no haya cambiado. No es tan difícil. Crecí en una familia sencilla. Ahora intento seguir siendo humilde y que el dinero no se me suba a la cabeza. He conseguido muchas de las cosas que quería cuando era un niño. Los coches, por ejemplo. Los compro porque los amo, no porque quiera presumir diciendo "mirad, tengo este coche". Es muy fácil ser sencillo.

P. Jamaica no es el sitio más seguro...

R. Las bandas no me molestan, pero, cuando estás en las calles... Hay muchos niños sin hogar y me piden dinero. Siento simpatía por ellos y siempre intento darles algo. Pero procuro mantenerme alejado de las calles. Las ventanillas de mis coches son oscuras para que nadie pueda ver quién va dentro. La mayoría de las veces no saben quién soy. Mi entrenador me ha dicho que necesito aprender a decirle que no a la gente, pero yo soy así. Tengo el corazón demasiado blando.

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