sábado, 9 de agosto de 2008

El desafío de China a EE UU, por Michael Johnson


Estoy tan ilusionado con estos Juegos Olímpicos como lo estaba con los de Sidney 2000
Muchas cosas han cambiado en los ocho años que han pasado desde mis últimos Juegos competitivos. Recuerdo que los de Sidney fueron unos de los mejores de la época moderna. Hubo resultados magníficos, una heroína nacional en la persona de Cathy Freeman y todo un país apoyando con entusiasmo la organización del evento.

Cuando pienso en Sidney, las historias que están grabadas en mi memoria son las de Freeman, una deportista aborigen, encendiendo la antorcha olímpica y consiguiendo la gloria en su propio país; Marie-Jose Perec, la entonces medallista de oro olímpica en 400 metros, que, de repente, se fue sin decir nada de Sidney para huir de la presión de su enfrentamiento con Freeman antes incluso de que hubieran empezado las competiciones atléticas; y C. J. Hunter, admitiendo durante una rueda de prensa, con su ex compañera Marion Jones a su lado, que había dado positivo en un análisis por consumir una sustancia prohibida.

Si nos adelantamos ocho años, las cuestiones de las que está hablando todo el mundo aquí son la seguridad, el dopaje y las protestas políticas. En los años que han pasado desde el cambio de siglo, el mundo ha sido testigo del 11-S de 2001, del 11-M de 2004 en Madrid y de los atentados en Londres en 2005, lo que ha hecho que la seguridad sea una prioridad para cualquier comité organizador de los Juegos.

Y luego, por supuesto, están los escándalos en torno al dopaje que han afectado a muchos deportes, desde el Tour de Francia hasta el béisbol de la Liga Nacional estadounidense y, claro está, el atletismo. La investigación del caso Balco reveló el uso extendido de drogas de diseño en los deportes y algunas de las estrellas más famosas han caído.

Se ha descubierto que Marion Jones, Justin Gatlin, Tim Montgomery y otros eran unos tramposos, lo que ha hecho que todo el mundo hable una vez más de si nos podremos creer los resultados que veamos en los próximos días.

Además, está la cuestión de los propios organizadores. El historial de derechos humanos de China, su trato a Tíbet y su participación en Darfur, la calidad del aire en Pekín y el acelerado crecimiento de su economía despiertan el interés del mundo entero, todo ello subrayado durante el año que ha precedido a los Juegos por las protestas durante los relevos de la antorcha.

La controversia vende y cualquier tipo de publicidad puede ser buena. El mundo estará observando y hay un interés enorme en estos Juegos no sólo por el hecho de que es el espectáculo deportivo más importante, sino también porque estamos en China, donde este acontecimiento se considera una fiesta de presentación en sociedad.

Pero, dejando a un lado el torrente de protestas políticas y los miedos sobre la contaminación, una vez que empiece la acción, habrá historias deportivas grandiosas. Michael Phelps, el nadador estadounidense, intentará conseguir un récord de medallas. La batalla de los 100 metros determinará quién es el hombre más rápido del planeta y esta vez será todavía más interesante porque participan en ella el que fuera recordman del mundo, Asafa Powell, el nuevo, Usain Bolt, y el actual campeón mundial, Tyson Gay, que correrán juntos. Y luego está el actual campeón olímpico y una de las personas más famosas de China, Liu Xiang, que intentará ganar un oro en su tierra natal en las vallas cortas.

Pero puede que lo que despierte más interés sea la lucha general de poder por la supremacía en el medallero. Por primera vez desde que los rusos terminaran primeros en Barcelona 1992, cabe la posibilidad de que Estados Unidos no sea el número uno. Hay muchos que predicen que China le arrebatará el título aquí, delante de sus conciudadanos.

Pase lo que pase, no puedo negar que el comienzo de los Juegos me ha dejado tan ilusionado como lo estaba hace tantos años en Sidney.

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