lunes, 25 de agosto de 2008

Gracias, Bolt y Phelps


Dos nombres son ya patrimonio de la Historia del deporte: Michael Phelps y Usain Bolt. Nadador y atleta han marcado la vida de los Juegos, los han referenciado para siempre, primero en la piscina y después en el estadio, los dos grandes epicentros junto con el pabellón de gimnasia, donde no ha emergido una figura determinante. Phelps y Bolt son a Pekín lo que Jesse Owens fue a Berlín, Mark Spitz a Múnich, Nadia Comaneci a Montreal o Carl Lewis a Los Angeles. Phelps ha superado los siete oros de Spitz (1972), con los mismos récords del mundo, y Bolt se ha quedado a un oro de Owens y Lewis, al no disputar la longitud, pero ha añadido tres plusmarcas, algo que no consiguieron los estadounidenses ni en 1936 ni en 1984.

Phelps se lanzó 17 veces a la piscina, por 13 de Spitz, y nadó 3.300 metros a régimen de competición. Un desafío extenuante, en el que su superioridad sólo se vio comprometida en el relevo de 4x100 y los 100 mariposa. En el primero, le debe el oro a Jason Lezak, implacable frente al francés Alain Bernard en la última posta; en el segundo, a la centésima que le separó de Milorad Cavic en un polémico final, puesto que en la imagen parecía que el serbio toca primero el muro. Por lo demás, fue una exhibición, en la que dejó siete récords del mundo. Sólo se le resistió el de 100 mariposa, aún en posesión de Ian Crocker.

Tímido y patoso en tierra, el nadador de Baltimore se transforma en el agua, como un anfibio cuando se sumerge. Su largo tronco y sus piernas proporcionalmente cortas le ofrecen mayor flotabilidad, mientras que su envergadura es nueve centímetros superior a su altura, de 1,93. Posee, además, unos pies prodigiosos, que se doblan hasta ponerse casi en línea con la tibia. A los 23 años, el futuro es halagüeño y complicado al mismo tiempo, porque Phelps ya ha dejado claro que no volverá a intentar nada parecido. Dejará los 400 estilos y se focalizará en pruebas determinadas.

Son varios los ex nadadores ya retirados, como Inge de Bruijn o Alexander Popov, que le han recomendado que busque sólo detalles. Phelps ya ha hecho todo el volumen necesario para mantenerse más años en la élite sólo con aportaciones de calidad. Además, no está dispuesto a seguir con esas jornadas de 18 kilómetros diarios durante seis y hasta siete días a la semana.

Ha demostrado, ya en Pekín y antes de llegar, cosas muy interesantes para explorar otras pruebas. Ha ganado en 2008 a Aaron Peirsol, plusmarquista de 100 espalda, en su terreno y, en la primera posta del 4x100 libre olímpico, acreditó 47.51. Hasta entonces, era la tercera mejor marca de la Historia en 100 libre. A partir de ahora, deberá negociar con su técnico Bob Bowman, después de la larga resaca que afronta en Estados Unidos.

Sus contratos publicitarios, que ya tenía con Speedo, Visa y empresas del sector inmobiliario, se multiplicarán. Si Spitz ganó siete millones de dólares lejos de las piscinas en los dos años posteriores a su gesta en Múnich, para Phelps serán muchos más. De momento, Speedo le ha pagado uno por conseguir los ocho oros. Incluso el actor Tom Cruise está dispuesto a hacerle una oferta. Phelps ha disparado las audiencias de la NBC, después de que la cadena condicionara los horarios de las finales, por la mañana en Pekín, para que se vieran en prime time en Estados Unidos.

A Phelps, mucho más versátil de lo que era Spitz, le pertenecieron siete récords (200 y 400 estilos, 200 mariposa, 200 libre, 4x100 y 4x200 libre, y 4x100 estilos) de los 24 que deja esta nueva generación con sus trajes LZR Racer. En realidad, en el Cubo de Agua de Pekín se batieron 25 plusmarcas, porque la italiana Federica Pellegrini lo hizo en dos ocasiones en 200 libre. Se quedó lejos, sin embargo, de la australiana Stephanie Rice, la mejor mujer, con tres oros y tres récords mundiales.

Bolt, en cambio, es dueño de tres de las cinco plusmarcas que se lograron en el Nido (100, 200 y 4x100). Un año más joven que Phelps, ya que cumplió 22 al siguiente día de vencer en el doble hectómetro, a Bolt le espera un futuro impredecible en la velocidad. La irrupción del jamaicano tiene escasos precedentes. Sólo ocho hombres habían ganado 100 y 200 en unos Juegos, y únicamente tres habían añadido el relevo, Jesse Owens, Bobby Morrow y Carl Lewis.

El jamaicano dio un bocado de tres centésimas a su récord de 100, de 9.72 a 9.69, y de dos al que poseía Michael Johnson desde Atlanta, de 19.32 a 19.30, en los 200. En el 4x100, donde condujo el testigo en la tercera posta, el cuarteto de Jamaica acabó en 37.10. Mejoraron en 30 centésimas el conseguido por el relevo de Estados Unidos en Barcelona, en 1992.

Con 1,96, el showman Bolt empezó a ser orientado hacia el 200 por su entrenador, Glen Mills, pero sus primeros tiempos en el hectómetro no pudieron impedir los deseos de su joven diamante. Con un físico similar al de Tommie Smith, campeón de 200 en México, en 1968, posee unas piernas muy largas, que pueden ser un hándicap para su salida y primeros apoyos, así como para su paso por la curva. Todos esos detalles técnicos, sin embargo, apenas han sido apreciables en la pista olímpica, concienciado de cual era su objetivo.

Mientras que el récord de 100 lo batió casi sin quererelo, en el resto fue a por ellos con determinación. Si quisiera, hasta en 400 tendría su oportunidad, pero el atletismo no es la natación. Ni Bolt es Phelps. Si el nadador, hiperactivo de niño, buscaba a su madre siempre en las gradas del Cubo de Agua, el jamaicano tensaba su arco y bailaba al ritmo de reggae. No paró de sonar, porque su país dominó el sprint de forma incontestable en las dos categorías, del 100 al 4x100, que sólo se les escapó a las mujeres. La velocidad estadounidense fue la gran derrotada.

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