domingo, 17 de agosto de 2008
'Usain, te paso al presidente'
Apenas media hora antes. Espléndido El Nido, vestido de rojo, amarillo el fuego del pebetero, alto, muy alto, silencio en el tumulto, profecía de algo grande, de la carrera más grande, del tipo más rápido que ha conocido la Historia, en mayúsculas si procede. 22.23 horas. Las chicas del heptatlón se retiran, gracias, hasta pronto, la mirada, ansiosa, ya en la puerta sureste del estadio, allí están, ya vienen, y entonces el videomarcador dispara un vídeo de tambores de guerra, imagen de Asafa, que no saluda, imagen de Bolt, que hace el gesto del arquero, que no es el arquero, que es el rayo.
"Yo soy el rayo", dice después, exactamente una hora después de terminar la carrera, la carrera más breve y extraordinaria de siempre. Continúa el vídeo, que estremece al estadio, tembloroso ante lo que ha de venir. Más tambores. Tensión. Silencio. Disparo. Locura.
La zona mixta, ese lugar angustioso, esquizofrénico y sofocante donde se apilan 200, 300 periodistas, quién sabe, empujón va y empujón viene, hierve, quema mientras Usain Bolt serpentea por el laberinto de vallas, se para cada dos metros, responde: "No vi que había hecho el récord del mundo", lógico, cruzó la meta golpeándose el pecho, aquí estoy yo, dijo, y siguió corriendo la curva, normal, él, dijeron, era un corredor de 200, y por eso sigue imparable, eufórico, podría dar 200 vueltas al estadio, pero no, se para, se quita las zapatillas, la marca que le paga subirá hoy en bolsa, y llega hasta la otra curva, y se para, y toma una bandera de Jamaica, y baila, y hace el avión frente al palco de autoridades. Tan tranquilo.
"No he hecho nada especial, me he levantado sobre las 11.00, no he desayunado, nunca lo hago, y he comido nuggets. Después me he dormido otras tres horas, he vuelto a comer nuggets y me he venido al estadio", explicó varias veces, sudando, el calor, otra vez, la tensión, el agobio por meter el micrófono, las televisiones norteamericanas que lo quieren para sí y golpean para ello si es preciso, la organización que improvisa un pequeño altavoz, que funciona como un walkie-talkie. La voluntaria se lo pone en la cabeza, está cansada.
Bolt sigue hablando, ahora aquí, ahora dos metros más allá. Se para, sigue, se para y sigue. "Yo venía aquí a ganar, no a hacer el récord del mundo. He comenzado a celebrar antes de terminar porque me he visto ganador y no he podido evitarlo", dice quien dejó de correr 10 metros antes, acaso más, quién sabe dónde hubiese detenido el cronómetro, tembloroso todavía. Asafa Powell, quinto, derrotado, agarrotado, hundido: "Podría haber corrido en 9.60. Le felicito. Es el mejor". Respuesta: "¿Correr en 9.60? Ya veremos. Aún no he podido ver la carrera", qué mas da, ya está en la historia, una marca de época, un tipo de 21 años, sencillo, arrebatador.
"Me siento orgulloso de ser parte de esta carrera que pasará a la historia", dice, unos metros por delante Richard Thompson, de Trinidad y Tobago, medalla de plata. "I'm the number one [Soy el número uno]", se leyó en las pantallas gigantes durante la grandiosa vuelta de honor de Usain, descalzo, quién necesita zapatillas cuando camina por encima del suelo.
Descalzo también en la mitad del suplicio, de nuevo eso llamado zona mixta. De repente, se detiene. Una mujer le reclama: "Usain, te paso al presidente". Y Usain toma el teléfono, confundido entre decenas de grabadoras. "No se oye", dice primero. "¡Ah!, Sí... Hola. Gracias, muchísimas gracias!", le dice a Bruce Golding, el primer ministro jamaicano. "Muchas gracias, muchas gracias señor", y Bolt le devuelve el teléfono a la señora, que se da la vuelta y se presenta con un chándal oficial de Jamaica. Sólo faltaba. "Me llamo Olivia Grange. Soy la ministra de Deportes del Gobierno jamaicano".
Bolt, después, supo que 2,7 millones de personas, casi toda la población del país, había estado pendiente de su carrera por televisión, disputada a las 9.30 horas de la mañana allí. "Esta medalla es muy importante para mí, porque representa el trabajo de muchos años, pero también para mi país, que se la merece". Está deseando volver allí, héroe nacional, atestada la enorme sala de prensa del estadio. Lo que acaba de pasar ha de saberlo el mundo con detalle.
Repite lo mismo, sonríe, lo vuelve a repetir, cuantas veces sea necesario, ya con un pantalón corto puesto, bebiendo agua. La necesitará porque, al contrario que Thompson ("esta noche no volveré pronto a casa") a Usain le esperan ahora los 200 metros (miércoles) y el relevo 4x100 (próximo domingo). ¿Y el récord de 200 metros? "No me preocupa, ¿no te parece bastante lo que estoy celebrando hoy?". Dicho eso, Michael Johnson (19.32, Atlanta'96) tiene fecha de caducidad.
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