sábado, 16 de agosto de 2008

Cavic regaló la carrera



Michael Phelps se ha quedado a una décima de segundo de batir el récord del mundo de los 100 metros mariposa. Además de demostrar que es el mejor nadador que ha habido, ha quedado claro que tiene una suerte increíble. Milorad Cavic le había ganado. Estaba a dos centímetros de llegar y Phelps todavía no había sacado los brazos desde atrás. Estaba perdido. Pero Cavic, cuando estaba a punto de tocar la pared, ha levantado la cabeza y los pies. Esto va contra la norma. Cuando un nadador llega a la meta, nunca debe levantar la cabeza hasta que toca la placa porque, al levantar la cabeza, los hombros tiran de los brazos hacia atrás. Al levantar los pies, pasa algo parecido: se pierde la línea recta. Siempre lo digo. La distancia más corta entre dos puntos es una línea recta. Si Cavic hubiera alineado su cuerpo con la línea de la corriente, habría tocado el muro unas centésimas antes. Lo justo para ser campeón olímpico y dejar a Phelps sin sus ocho oros.

Si me pongo en el lugar de Cavic, en esa posición no habría levantado la cabeza hasta que hubieran pasado dos segundos después de que mi mano estuviera contra la placa. Esto es fácil decirlo, pero en esos momentos los nadadores hacen gestos inconscientes. Tengo la impresión de que Cavic pensaba que había ganado y ya empezaba a girarse para ver el resultado en el marcador. Mientras tanto, le daba la medalla de oro a Phelps.

Normalmente, en los entrenamientos, los nadadores calculan las brazadas que deben dar para llegar a la pared en la posición más acuadinámica. Antes de llegar a las banderas, a 15 metros de la pared, debes saber ajustar. Esto se acaba haciendo instintivamente. Es como cuando coges una naranja y la lanzas para arriba, la vuelves a coger y la vuelves a lanzar. Hasta que dejas de mirarla. Luego, puedes repetirlo sin mirar. Tienes la percepción.

Lo que ocurre es que, en una final, por los nervios, a veces pierdes la coordinación y das una brazada de más o una de menos y te quedas corto. Phelps se quedó corto y tocó la placa fuera del agua para ahorrar tiempo. Se impuso como siempre hace en esta prueba, en las últimas cinco brazadas. Si fuera mi nadador, como técnico, tal vez pensaría que le faltó la relajación de otras ocasiones. No hizo una carrera controlada. Hizo lo que sentía antes que lo correcto. Pero ganó. En ocasiones, la clave está en la intuición.

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