viernes, 8 de agosto de 2008

Li Ning y su fuego


Las banderas de 204 países y la llama ardiente en el pebetero saludan el comienzo de los Juegos de la XXIX Olimpiada, en el que China abre una nueva ruta de la seda. Esta vez no sólo para conectarse con Occidente, como hace seis siglos, sino para compartir el mundo de igual a igual y mostrarse como potencia en todos los órdenes.

China impresionó en la ceremonia como ella espera hacerlo también en el medallero, con el objetivo de apartar del primer puesto a los Estados Unidos. La exhibición de la ceremonia de apertura en el estadio 'Nido de Pájaro' estuvo tan repleta de arte como de ingenio. Y rebosante de poderío. Una perfección inquietante.

Los dirigentes occidentales, todos, encabezados por el presidente de Estados Unidos, George Bush, compartieron palco con el 'mandarín' Hu Xintao. Con la boca abierta, pero no para protestar por la ausencia de libertades públicas, ni por la represión en Tíbet o por las actividades chinas en Darfur. Una colosal puesta en escena pareció advertir, entre líricas y oníricas coreografías y luminotecnias, que este país de 1.300 millones de personas obedientes es capaz de hacer saltar la banca mundial.

Quizá los televidentes echaron de menos a Steven Spielberg, quien renunció a la colaboración artística del evento en los vídeos. Dentro del 'Nido', la estética y la emoción trepanaron los sentidos de los 80.000 asistentes. Y enardecieron a las decenas de miles de chinos que siguieron el evento en las puertas del estadio, disparando con sus cámaras, gritando y aplaudiendo como los de dentro.

La puesta en escena fue sencillamente perfecta. El director artístico Zhang Yimou no necesitó el aliento de Hollywood para exhibir un talento extraordinario en la narración de una epopeya, 'Beautiful Olympics', que esparció en dos actos la brillantez de la cultura china, su delicadeza y sus hallazgos en artes plásticas, música y teatro, la conexión de sus actuales habitantes con la naturaleza y con el esfuerzo colectivo por alcanzar sus objetivos.

La representación se cerró a los 50 minutos con un epílogo prodigioso titulado 'Sueño'. China no duerme: pasea por el globo terráqueo, lo domina. Esa fue una de las imágenes de la ceremonia: chinos caminando por el planeta, en cada punto de la esfera azul. Conclusión: el mundo es suyo, o puede serlo si se lo propusiera.

La fuerza de la población del país protagonizó en la fábula china. Sí, la ceremonia tiró de los lujos de la tecnología, de unos medios técnicos de máxima precisión. Pero, tras las luces y los efectos especiales, los hombres. Incontables. Desde los prologómenos, cuando 2.008 personas ataviadas con vestimentas de la anciana China tocaron al unísono el enorme instrumento de percusión llamado 'Fou Band', hasta una de las últimas escenas, en las que miles de sonrisas de niños aparecían sobre el gigantesco tablado, el espectáculo exhibió a millares de gentes entregadas a ofrecer marcialidad y precisión al unísono.

El ritual de los atletas devolvió las mentes al deporte. Los abanderados -¡lo que pesa el estandarte, David Cal!-, los participantes perpetuaron su actitud festiva en estos actos. Rafael Nadal, junto a Nicolás Almagro, hicieron las bromas en la delegación española y 'torearon' con sus sombreros durante el paseo.

Los mandatarios aplaudieron y saludaron con la emoción lógica de la ocasión y así durante una hora y 50 minutos. No duró menos tras la definitiva exclusión de Brunei Darussalam, emirato que no quiso inscribir a sus deportistas a pesar de la insistencia del Comité Olímpico Internacional, que emitió su nota pública para rectificar la cifra de estados presentes en los Juegos. Ahora son 204.


El encendido del pebetero

El momento más sagrado, el encendido del pebetero que alumbrará los Juegos, llegó pasadas las cuatro horas de fiesta. Ocho relevos en el estadio aumentaron el 'suspense' sobre quién sería el héroe nacional que, antorcha en mano, cumpliera con el rito que nació en los Juegos de Berlín, en las mentes clásicas del periodo hitleriano. Un ídolo del deporte chino, Li Ning, triple oro en gimnasia artística en Los Ángeles, el que abrió el camino del éxito olímpico en China. Hoy es boyante proveedor de ropa deportiva (su firma viste, entre otros, al equipo olímpico español).

Conocido el penúltimo secreto, la traca final fue el vuelo del héroe, suspendido en el estadio. Con una carrera en el aire, marcando las zancadas de forma elegante, circundó el estadio hasta llegar al sacro fuego, que se encendió sin demora, en el último ejemplo de perfección técnica de una noche apabullante.

No hay comentarios: