lunes, 4 de agosto de 2008

LOS ARAÑAZOS DE BOLT


Usain Bolt mueve rítmicamente su labio descolorido mientras repite una frase como quien exorciza un demonio. "Es realmente mala", dice el hombre más rápido del mundo en los 100 metros (9,72s). Mientras se queja, una chapa militar rebota contra sus finos pectorales. "Es realmente mala", insiste el gigantón. "Sí", termina cuando se le pregunta por la clave de su éxito; "tengo escoliosis [desviación de la columna vertebral] y es realmente mala". "Glen Mills, mi entrenador, me ayudó mucho en eso. Cuando me uní a él, hace cuatro años, nos dedicamos exclusivamente durante dos semanas a asegurarnos de que sabíamos cómo tratar mi problema", añade; "Mills me cogió y me alimentó como atleta. En aquellos tiempos, era débil en todas las partes de mi carrera. Estaba lesionado. Era un atleta arañado. Realmente, lo que hizo el entrenador fue reconstruirme desde esos raspones. Y me convirtió en lo que soy".

El jamaicano Bolt, que protagonizará con su compatriota Asafa Powell y el estadounidense Tyson Gay uno de los grandes duelos de los Juegos de Pekín, es muchas cosas. El heredero del gran Don Quarrie. Y pasado, presente y futuro del atletismo. Tiene 21 años y las opciones abiertas en los 100 y los 200 metros, además de en el 4x100. Su cuerpo interminable y su amplia zancada anuncian a los velocistas que vendrán. Sin embargo, todo su éxito se explica mirando películas en blanco y negro.

Bolt, el chico de los dientes mellados y grises, es todo un mitómano. "Cuando estaba creciendo", cuenta el esprinter mientras la lluvia repiquetea contra una lona de plástico, "oía hablar mucho de Michael Johnson y Herb Mckenley... Pero yo diría que Quarrie es uno de los más grandes corredores de 200 metros que ha existido. De la curva a la meta, fue uno de los más grandes y elegantes de la historia. Observo sus carreras y cómo toma la curva. Es la parte más difícil de la prueba para mí. Y me digo: 'Si puedes tomar la curva como Quarrie, serás maravilloso".

El chico de Trelawny es héroe por casualidad. Siguiendo el camino marcado por Quarrie, oro en los 200 metros y plata en los 100 de los Juegos de Montreal 1976, Bolt mamó la magia del esprint curvado sin dejar de sentirse tentado por el corto. Sus deseos nunca encontraron eco en la mente de su entrenador. Demasiado esfuerzo. Demasiado tiempo invertido en los 200 para abandonarlos. Demasiado gasto en caso de doblar en unos Juegos. Demasiado riesgo de lesión para un velocista de tranco largo y lenta reacción, siempre clavado en los tacos e imperial en el último esfuerzo. Una apuesta ganada permitió que Bolt se saliera con la suya. "El entrenador no quería que lo hiciera", reconoce; "me dijo que, si rompía el récord jamaicano de los 200, podría correr los 100. Lo primero que hice tras cruzar la meta fue recordarle la apuesta".

Bolt se ríe ante su propia ocurrencia. Él es así. Un deportista capaz de romper un récord más viejo que su propia existencia -rebajó los 19,86s de Quarrie en 1971 hasta los 19,75s- y, al mismo tiempo, alejado de las alturas de la fama. "A mí me gusta salir de fiesta como a cualquier persona", confiesa. "Jamaica no es como el resto de los países. La gente no te arrolla, no te impide salir. Puedes ir a donde quieras. Lo que pasa es que tenemos que dar ejemplo. Así que no podemos hacer todo lo que querríamos", explica sin descifrar los rumores que cuentan que tanto Powell como él son asaltados por decenas de mujeres cuando se pasean por su isla. "Yo no puedo vivir fuera de Jamaica", afirma; "me adoran. Estar ahí funciona para mí. Me divierto todos los días. Puedo hacer lo que me dé la gana. A veces, me entreno sobre hierba, pero no me puedo quejar de las infraestructuras. Creo que están bien. Tenemos gimnasio, pistas de hierba que nos ayudan... Todo está mejorando. Y yo no soy una persona de dinero".

Habla el jamaicano y con su suave plática toca espinas y algodones: desde que los que se dopan son los estadounidenses hasta su viejo amor por el cricket y el baloncesto -"me encanta", dice; "en cuanto logro esconderme de mi entrenador, juego".

Habla de eso Bolt y también de Pekín, claro. Y concluye rápido y contundente, como si estuviera en una carrera: "Mi meta es ser el campeón y el hombre con el récord del mundo".

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