jueves, 14 de agosto de 2008

Tres águilas en el 'Nido'


La historia olímpica de los 100 metros es rica en héroes y villanos que pasan la prueba del tiempo, porque la prueba más breve es la más emblemática del programa de atletismo que arranca esta próxima madrugada (03.00 h. española). De los primeros, cualquiera recita de carrerilla a Jesse Owens en 1936 desafiando a Hitler, a Jim Hines rompiendo la barrera de los 10 segundos en México, o a Carl Lewis emulando a Owens en Los Angeles. De los segundos, de los Ben Johnson (Seúl'88), Marion Jones (Sydney'00) o Justin Gatlin (Atenas'04, más adelante suspendido por dopaje), heredamos el asfixiante control al doping que permite creer, aunque con reservas, que sus sucesores están limpios. Esa gloria pura espera al trío de estrellas que ha revitalizado los 100 metros: Tyson Gay, Usain Bolt y Asafa Powell, que durante viernes y sábado se retarán en el que puede ser el mejor hectómetro de la historia.

Sobran argumentos para crear expectativas tan altas. Hacía mucho que no coincidían en el tiempo los tres sprinters más rápidos de la historia, y los dos jamaicanos y el estadounidense Gay, triple campeón mundial en Osaka 2007, lo son, reuniendo entre ellos las ocho mejores marcas de todos los tiempos en un 'pique' que ha destrozado la barrera de los 9"80 y llamado a la puerta del 9"70 con mucho menor intervalo de tiempo del que se necesitó para que cayera el muro de los 9"90. Es un duelo a tres bandas, el más esperado desde el Lewis-Johnson de Seúl-88.

El listo, el fuerte y el novato

Cada uno de los tres, además, tiene un papel bien asignado para que el argumento sea redondo. Está Gay, el chico listo, el más seguro en la alta competición, el que acusa menos la presión y quizá, objetivamente, el menos rápido e los tres, pero no importa: lo que cuenta es no fallar en la carrera del año, y ésta lo es. En las antípodas de Gay está Powell, que encarna todo lo contrario: poderío, dos récords del mundo, la sensación de que guarda una sexta marcha... y un bloqueo ya famoso en la alta competición, que hace que aún no haya ganado nada. Un bronce en el Mundial de Osaka es muy poco para uno de los atletas más famosos del planeta.

Con ellos dos, el duelo de Pekín ya se vendía solo, sin necesidad de marketing, pero apareció este año el tercer hombre, el más joven (21 años, por 25 de Gay y 26 de Powell) y el recordman mundial desde que en mayo reclamó los focos para sí al arrebatarle a Powell su récord del mundo en Nueva York (9"72). Bolt, un guepardo de 1,96 de estatura, alejado del cánon sospechoso de fisioculturista musculoso de los sprinters de no hace muchos años, es en realidad un especialista en 200 metros al que le costó convencer a su entrenador para que le dejara probar el hectómetro. De hecho, ambos ya discreparon sobre la necesidad de correrlo en Pekín, aunque Bolt sea el recordman. Ganó el criterio del atleta, que presiente, más que un duelo, una epopeya. "Se trata de hacer la carrera perfecta. El oro tiene ese precio".

Gay y Powell han corrido bien este año, los tres lo han hecho, pero han tenido problemas que han ido posponiendo su reto directo en anteriores meetings. Un tirón en los Trials dejó a Gay fuera de los 200 metros olímpicos, así que, si falla en el 100, sólo le quedará el relevo. Lleva sin competir cinco semanas, aunque asegura estar ya perfecto. "Es el 100 más caliente de la historia. Hacía tiempo que no había tanta expectación".

Powell, por su parte, ha sido conejillo de indias voluntario en un programa de seguimiento especial de controles de dopaje que le ha obligado a pasar cuatro tests desde que llegó a Pekín. Aunque accedió a hacerlo, se ha quejado de que "me están dejando sin sangre con tanto pinchazo". Hijo de un reverendo jamaicano, Powell necesita sacarse en Pekín el cartel de ser un manojo de nervios ante las carreras de gran presión. Su firma de zapatillas le ha puesto en los pies un modelo ultraligero que pesa un 25 por ciento menos que su anterior versión, porque cualquier ayuda contará cuando arranque la final el sábado (16.30 h. española), después de haber pasado, en dos días, tres rondas previas

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