lunes, 4 de agosto de 2008

El mayor control de la historia

Se puede creer que los Juegos son la competición de la alegre y sana juventud, del culto al cuerpo y a la salud, como cantaba el barón De Coubertin, y también se puede creer, como cuenta la historia, que el emporio Adidas nació cuando un zapatero alemán, Adolf Dassler, inventó los clavos removibles y se paseó por la Villa Olímpica de Berlín 1936 con un par de zapatillas buscando a Jesse Owens y convenciéndole de que las usara para ganar sus medallas. Y también podemos creer, porque está documentado, que el teniente George Patton, de fama universal como general en la II Guerra Mundial, se dio un chute de opio antes de la prueba de equitación del pentatlón moderno en Estocolmo 1924, que las potencias nazi-fascistas Alemania, Italia y Japón llevaron el profesionalismo a los Juegos ya en 1936, la guerra en vísperas de la guerra, y que desde entonces la cita olímpica, organizada por un comité que tradicionalmente ha reunido a los elementos más conservadores y políticamente reaccionarios de la sociedad, se convirtió en competición de orgullos patrióticos, en guerra caliente en la que en vez de invadir países se ganan medallas, y que los saltadores de trampolín chinos, los mejores del mundo, se están quedando ciegos, víctimas de los desprendimientos de retina que les provocan los repetidos impactos contra el agua desde 10 metros de altura.

Y también sabemos que el ganador del Derby de Kentucky, un caballo llamado Big Brown, era inyectado con Winstrol (estanozolol), el mismo anabolizante que permitió al canadiense Ben Johnson aniquilar a sus rivales en la final de los 100 metros de Seúl 1988. Y que a la potranca Eight Belles la sacrificaron después de romperse en la última recta del Derby los tobillos, demasiado frágiles para resistir la tremenda fuerza con que los anabolizantes dotaron a sus músculos.

Para conciliar las dos historias, la romántico-ingenua y la cínico-agnóstica, para fabricar la historia creíble, se inventaron los controles antidopaje, los análisis que permiten crear la ilusión de que al final, en cada medallista, en cada participante, hay un gramo de verdad, una vida real y autónoma. Así nació, en realidad, la gran industria del antidopaje, la última gran marca que se puede añadir a las gigantes empresas generadas por el olimpismo: durante 2007 se efectuaron 174.483 controles antidopaje en todos los deportes olímpicos en todo el mundo y 3.375 dieron un resultado adverso.

Para la cita de Pekín se ha construido un laboratorio gigantesco que ha costado siete millones de euros y en el que, en horario de 24 horas non-stop, 150 laborantes analizarán más de 4.500 muestras de sangre y orina entregadas por algunos de los 10.000 deportistas participantes. En Atenas 2004, que, como todas las anteriores también se había ganado la etiqueta de los Juegos más controlados de la historia, el número de controles se quedó en 3.400. En Pekín, el Comité Olímpico Internacional (COI) hará pasar por los baños del control a los cinco primeros clasificados de cada final, aparte de a los sospechosos según las listas privadas de cada federación, que se añadirán después de su prestación, o antes, en controles sorpresa. Aumentará la cantidad y la calidad de los controles: todos los medallistas pasarán un test de EPO y CERA y, por primera vez en la historia olímpica, se efectuarán a gran escala análisis en busca de la hormona de crecimiento, la sustancia más usada y también, hasta ahora, la más invisible.

"Calculamos que un aumento de controles derivará inevitablemente en un aumento de casos positivos, que podrían llegar hasta 30 en Pekín", ha declarado Jacques Rogge, el presidente del COI; "pero es el precio que debemos pagar si queremos que el deporte de alto nivel mantenga su credibilidad".

Los organizadores quieren, así, dar la vuelta a los argumentos que esperan que inunden los medios de comunicación cuando se anuncien los primeros casos olímpicos: los positivos demostrarán no que todos los deportistas se dopan como sostienen los entendidos, sino que el sistema de lucha contra el dopaje funciona cada vez mejor. Cada positivo detectado será, así, una garantía mayor de que el ganador de la competición ha jugado limpio.

El COI ingresará cerca de 1.300 millones de euros por los derechos televisivos de Pekín 2008. El Gobierno chino ha invertido casi 30.000 millones en instalaciones deportivas e infraestructuras varias para los Juegos.

También rematan a los caballos, ¿no?, es el título de una novela de Horace McCoy de la época de la depresión que fue llevada al cine por Sidney Pollack en una película conocida en España como Danzad, danzad, malditos. Trataba de los maratones de baile en los que los más resistentes se llevaban algo de dinero.

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