martes, 12 de agosto de 2008
"Su presencia te hace volar y morir"
Recién salido del agua, el estadounidense Ryan Lochte parece un principito decepcionado. Su rubia melena ondulada cae empapada sobre su rostro apagado. Su pecho afeitado respira agitadamente, frustrado. Y toda su figura, el bañador enrollado en la cintura y la sonrisa ladeada, definen a un hombre decepcionado: "¡Nada demasiado rápido!". Lochte, bronce en los 400 metros estilos, acaba de sufrir el efecto Michael Phelps. Intentar seguir al estadounidense quema los pulmones. Esperarle, el corazón. Retarle, las neuronas.
"Nadar por la mañana y contra Phelps es muy duro", resume el suizo Dominik Meichtry tras nadar los 200 metros libre con el genio y terminar sexto en su semifinal con 1m 46,54s, tiempo que le permite entrar en la final como el séptimo mejor: "He dormido poco por los nervios y la emoción que eso significa. Sé que puedo ir más rápido de lo que he ido. Esos nervios tienen un poco que ver con nadar en la calle de al lado de Phelps. Por su presencia, tiendes a volar y morir. Yo volé en los primeros 150 metros y me empecé a morir en los siguientes. Intentaré no morir en la final".
La presencia de Phelps tiene un efecto electrizante sobre sus rivales. Nadie es capaz de imitar su perfecta puesta en escena. Nadie es capaz de duplicar la exactitud de sus ondulantes movimientos y la extensión de su trabajo bajo el agua. La táctica es por todos conocida y por nadie imitable. "Conozco a Michael desde hace mucho tiempo", dice Meichtry; "sé cómo nada. Tras la última pared y el último viraje, se queda bajo el agua durante muchísimo tiempo. Le gusta intentar hacerlo durante unos buenos metros. Ahí, por debajo del agua, va rápido, rapidísimo. De repente, sale a la superficie. Y te sorprende. Todo el mundo conoce sus tácticas. El problema es igualarlas... Yo bajo la cabeza e intento nadar todo lo rápido que puedo".
La lista de víctimas de Phelps es larga: Lochte, Crocker, Yamamoto, Vendt... Le sufren nadadores de todas las nacionalidades en ocho disciplinas distintas. Que le pregunten a los relevistas franceses. ¿Qué piensan de su impresionante posta en la final de los relevos? "Que no sé si Phelps ha sido tan fuerte como se supone", contesta Frederick Bousquet con su tatuaje atávico bien a la vista mientras resuenan por los pasillos los gritos, las lágrimas y los portazos de Alain Bernard, el esprinter derrotado en el último esfuerzo; "hemos creído hasta el final. Hoy hemos perdido por unas pocas centésimas. Mañana ganaremos por unos pocos segundos. La vida no se para por esto. Hay que tener precaución con las emociones. La experiencia ha jugado un papel... Es una pena".
No todo son pegas. Seguir la estela de Phelps y su experiencia, aguantar su ritmo y su frecuencia de braceo a una distancia prudente, garantiza la mejor marca de siempre para la mayoría de sus rivales. "Pensé que tenía una buena oportunidad para clasificarme porque nadaba a su lado", admite el japonés Yosihiro Okumura, que consiguió el acceso a la final de los 200 metros libre tras ser quinto en su semifinal; "intenté concentrarme en mi carrera...".
Phelps gana a todos, en todo, siempre. ¿Por qué? "Porque tiene una capacidad impresionante de potencia", contesta Claudio Rossetto, afamado técnico italiano; "es destructiva. También tiene clase y talento. Por eso, con una preparación dura, es capaz de hacer de todo".
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