viernes, 15 de agosto de 2008

"Usain es la revolución"


Asafa Powell, el jamaicano de la calavera rapada, señala al infinito con su dedo mientras finge ceguera ante la cámara que le persigue. Suena el flip-flop de sus chancletas, camino de la Villa Olímpica, sincronizado con el tronar de los pies de los periodistas y la desabrida mezcla de ruidos parece exteriorizar sus penas. Powell corrió ayer su semifinal de los 100 metros en 10,02s y busca hoy el oro sabiéndose rodeado de amenazas. El chico vio cómo su compatriota Usain Bolt, el hombre más rápido del mundo (9,72s), le daba un señor aviso (9,92s). Supo también Powell que el estadounidense Tyson Gay, su verdugo en los Mundiales de Osaka 2007, se sentía “lento pero seguro (10,09s)”. Y así, dúctil como es a las presiones externas, debió de notar una inquietante presencia: la maldición de Ato Jabari Boldon, el campeón sin corona olímpica.

“Imagino una final en la que Asafa saldrá fantásticamente. Le veo liderando la carrera a los 10 metros, a los 20, a los 30 y hasta los 65 y los 70, pero no creo que sea lo suficientemente fuerte ni que pueda abrir suficiente distancia para mantener lejos a Gay y Bolt”, suelta el caribeño Boldon, ganador de cuatro medallas olímpicas, ninguna de oro: bronce en 100 y 200 en Atlanta 96, y en 200 en en Sidney, y plata en los 100.

“Sé que Asafa ha dicho que, si está primero a los 70 metros, nadie le alcanzará. Debe decirlo. ¿Cuántas veces dije yo eso antes de que me ganara Bailey? Sé cómo se siente. Y no sé cómo podrá mantener lejos a Bolt”, explica.

Boldon, que descarta a Gay por una lesión de la que acaba de restablecerse, habla desde el pedestal de sus resultados. De la figura delineada con buril que fue sólo queda su currículo: Carl Lewis, Francis Fredericks y él mismo son los atletas que más medallas olímpicas han ganado en pruebas de velocidad: cuatro. El siguiente en unirse al club, dice, será Bolt, la pantera de Trelawny, que pretende dominar la final de los 100 más rápida de la historia. Hace un mes, sin embargo, Powell avanzó entre los gritos del público de Estocolmo para ganarle por una centésima. Fue como un seco tiro. Un paso al frente en la batalla. “¿Y qué más da?”, desprecia Boldon.

“Asafa cazó a Bolt, me dice la gente. Y lo que veo yo es que le cogió cinco metros de ventaja y que Bolt le recuperó cuatro y medio”, cuenta con la gorra calada hasta los ojos; “eso será importante. Quiere decir que, si Bolt hace la peor salida de su vida y Asafa la mejor de la suya, como pasó en Estocolmo, aun así será una carrera cerrada. Y no creo que mucha gente vaya a apostar en su casa a que Asafa ganará a Bolt en esas condiciones”.

Queda claro. A Boldon, velocista fino y pequeño, le tiene impresionado ver a un gigante de 196 centímetros corriendo los 100. No es justo, piensa. No es su momento, razona. Boldon ve a Bolt y se persigna. Lo considera un mesías, un velocista venido del futuro, del siglo XXII, corriendo en el XXI. “Ha revolucionado la prueba”, reconoce; “por su patrón de zancadas y porque nadie pensó nunca que alguien con su estatura pudiera correr esto, pues le costaría arrancar. Luego, hizo 9,72s. Simplemente, es el que tiene más formas de ganar. Puede hacerlo viniendo desde atrás. Y, si toma la delantera, todo se habrá acabado”.

Boldon ha realizado una encuesta entre todos los viejos medallistas, incluidos Bailey, Dennis Mitchell o Maurice Green, con el que no se habla desde que se rumorea su dopaje. “Y todos, menos uno”, cuenta con la ilusión disparada por una final con tres velocistas que corren por debajo de 9,8s, “han dicho que ganará Bolt. No estoy seguro de que la pierna de Gay aguante. Los que arrancan bien arrancarán bien. Los finalizadores les pasarán a media carrera. Y Bolt ganará porque es el que mejor acaba. Sólo él puede ganarse”.

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