lunes, 8 de septiembre de 2008

La vanguardia del Caribe


El año que Asafa Powell decidió no ser mecánico, el estadounidense Tim Montgomery batió el récord mundial de los 100 metros con 9,78 segundos. Luego se supo que las pruebas de velocidad de aquella época estuvieron pobladas de atletas dopados. Montgomery fue uno de los numerosos velocistas que eligieron alimentar su organismo con drogas prohibidas: esteroides y hormona del crecimiento.

En 2002, mientras Montgomery batía su récord en París, Powell, en la localidad italiana de Rovereto, hacía una marca que pasaría inadvertida: 10,12s. Tenía 20 años. Era la semilla de una carrera marcada por la perfección y el miedo.

Ayer, Powell regresó a Italia, a Rieti, donde corrió en 9,77s. A la luz de las marcas que ha producido -y ha inspirado- el atleta jamaicano en los últimos años, 9,77s parecen una vulgaridad. Basta con repasar las diez mejores de todos los tiempos, sin embargo, para comprobar que Powell ha transformado el sprint. Posee cinco de los tiempos más rápidos de la historia.

Desde 2005 y hasta hace unos meses, Powell fue el único hombre capaz de bajar de 9,80s sin la ayuda de estimulantes ilegales. Ahora comparte ese territorio con el estadounidense Tyson Gay y su compatriota Usain Bolt. Pero él fue a la vanguardia. El pionero de una de las incursiones más extraordinarias que se han hecho en la velocidad.

En su aventura, Powell se convirtió en el impulsor de un grupo de atletas que han cambiado la geografía del ranking. Nunca ha habido tantos caribeños en puestos relevantes del hectómetro. Los jamaicanos Nesta Carter, Michael Frater y Bolt han brillado en Pekín y en los mítines junto con Churandy Martina, de las Antillas Holandesas, y la pareja de trinitenses Marc Burns y Richard Thompson. Todos bajaron de 10s. La invasión no tiene precedentes y ha desplazado de las finales a europeos y africanos.

El producto más descomunal de la ola caribeña es Bolt, que en la final de los Juegos de Pekín se adelantó a su época corriendo los 100 metros en 9,69s. Powell lo contempló agarrotado. Igual que en los Juegos de 2004, quedó quinto. Repitió su estigma de las grandes citas y confirmó la evidencia de que, bajo presión, es incapaz de controlar el miedo. El primer oro de su vida lo ganó en el relevo de 4x100 metros. Se lo dedicó a sus dos hermanos muertos: uno, en un tiroteo; otro, jugando al fútbol americano. Su familia, que llevaba años de luto, respiró.

Manuel Pascua, el entrenador español que convirtió a Francis Obikwelu en el último gran sprinter africano, cree que el hundimiento de Powell en los 100 metros, en Pekín, fue tan predecible como su evolución: "Me esperaba que Asafa se acercara a los 9,70s [hizo 9,72s hace dos semanas] y que fallase en los Juegos porque no soporta la presión. Suele pasar con los atletas que, como él, piensan demasiado. Los que no se enteran de nada tienen ventaja".

"Bolt es una fuerza de la naturaleza que vale 9,50s", opina Pascua; "pero mecánicamente no aprovecha toda su zancada. Asafa es técnicamente el más perfecto de todos los nuevos velocistas. Su físico es portentoso, pero no es lo único. Asafa ha sido muy constante: ha mejorado a lo largo de los últimos seis años y lo ha hecho sobreponiéndose a lesiones graves. Sólo cuidándose mucho, con una gran disciplina, se puede llegar a correr de forma tan equilibrada, sin gastar movimientos innecesarios. Su zancada es adecuada a su talla (1,90 metros) y sus pasos de aceleración son muy buenos".

Powell prefiere correr lejos del gran ruido. Cuando está tranquilo, como en Rieti, es la expresión más perfecta de la bala humana. Ejemplo de sprinter.

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