sábado, 20 de agosto de 2011

"MIS" MUNDIALES: TOKYO 1991


JOSÉ MANUEL MORENO. "OCHO CALLES".

“Se ha escapado claramente Dennis Mitchell. Ahí va Burrell, ya en cabeza. Puede haber triplete americano. Ojo a Carl Lewis…llegó y ganó”, esta fue la narración de José Ángel de la Casa de la mejor prueba de 100 metros hasta aquel 1991 en el que se celebraron los III Campeonatos Mundiales de atletismo, por vez primera fuera del viejo continente, concretamente en Tokyo, por lo que hubo que adaptarse a los horarios de estos casos, es decir, las finales, a lo largo de la mañana de España. Leroy Burrel había batido dos meses antes del gran evento el récord mundial del hectómetro con unos fenomenales 9.90 en la ciudad de Nueva York. Lewis, tras dos años sabáticos acababa de cumplir la treintena y venía de dos años sabáticos con infinidad de derrotas en mítines. Pero…él siempre tenía el don de estar en su mejor momento en el día D y la hora H de la gran competición. Los gestos de incredulidad y casi de llanto, mientras daba la vuelta a la pista junto a sus dos compatriotas y medallistas, Burrell y Mitchell, nos impresionó a todos los que nos levantamos aquella mañana del domingo 25 de agosto sabiendo que a las 12,05 horas de nuestro país teníamos algo grandioso que ver. Y no nos defraudó, desde luego. Seis hombres por debajo de los 10 segundos. Lo nunca visto. Y la mejor versión de Carl Lewis que jamás vimos. Esta maravilla de final hay que enlazarla, ineludiblemente, con la final de longitud, celebrada cinco días después, el 30 de agosto.

Tal y como habíamos visto al “Hijo del Viento” y la de años que llevaba buscando el fabuloso récord de Bob Beamon, nos dijimos “Ahora o nunca”. Y aunque estábamos trabajando y tuvimos que ver la mejor final de longitud, qué digo yo de longitud, el mejor concurso de la historia, en diferido, mereció la pena aguantar las ganas de enterarse qué había pasado en el estadio Olímpico de Tokyo. Y lo que ocurrió fue que Lewis realizó el mejor concurso de longitud de todos los tiempos, con cuatro saltos por encima de 8,80 metros ¡y no le alcanzó para ganar! En el penúltimo intento, con Lewis maldiciendo su suerte de saltar 8.91 metros con un ligero viento ilegal que invalidaba el nuevo récord, parecía que el “pescado estaba vendido”. Pero saltó encorajinado Powell, después de un nulo larguísimo que protestó a grito pelado. Y voló y aterrizó a una distancia que parecía…”Puede parecer un sacrilegio, pero eso puede ser récord del mundo” aseveró casi sin atreverse Gregorio Parra, dándole la razón pudorosamente De la Casa. Unos 20 segundos interminables y la carrera desaforada de Powell cuando vio aparecer en el luminoso el histórico 8,95 que aún hoy día, 20 años después parece una marca del siglo que viene. Aún le quedaron fuerzas y redaños a Lewis para poner a Powell los “congojos” en todo lo alto con otro estratosférico último salto de 8,87 metros. Pero ese concursazo no pudo ante semejante récord. La pugna Powell-Lewis había alcanzado su cénit más hermoso, con la primera derrota de Lewis en longitud en 65 pruebas (desde el 27 de febrero de 1981) y ahí están los videos para verlos una y otra vez como algo que vimos…aunque fuera unas horas después de producirse, naturalmente por el horario japonés, tan opuesto a las horas de trabajo en España. En cualquier caso, inolvidable.
Si Carl Lewis había exhibido su mejor forma en la victoria y en la derrota, un hombre se asomaba por vez primera a una gran competición: Michael Johnson. En aquella ocasión, solo corrió los 200 metros y solo un huracán de 3.4 metros por segundo en contra le impidió acercarse o incluso batir la vieja plusmarca del italiano Pietro Mennea. Pero se conformó con el oro por delante de su gran rival en esta prueba, el namibio Frank Fredericks y unos modestos por esas circunstancias 20.01.

La final de los 400 metros fue de las más mediocres de la historia de los Mundiales, con un vencedor Antonio Pettigrew al que le bastó realizar 44.57 para llevarse el oro, por delante del británico Roger Black y de su compatriota Danny Everett, un hombre que corría erguido como un legionario. En el relevo largo del último día de competición, el referido Pettigrew hirió el orgullo “yanqui” al perder en la última posta ante el vallista británico Kriss Akabusi. Un final agónico y cuatro centésimas que le dieron la victoria al cuarteto británico. ¿Por qué no estuvo Michael Johnson? Porque, sencillamente, no corrió esta que sería más tarde su prueba en los Trials americanos.
Con el precedente de la carrera de 100 metros, se hacían apuestas sobre qué nuevo récord mundial dejarían en la tabla Cason, Burrell, Mitchell y Carl Lewis en el relevo 4 x 100. Lo habían establecido en el mitin de Zürich tres semanas antes con 37.67 y las cábalas llegaban hasta en pensar que se acercarían a los 37 segundos “pelados”. Al final, no fue para tanto, por la irregularidad de algunos cambios, pero el bocado a la plusmarca fue importante: 37.50 y tercera medalla para Lewis.
Medio Fondo
Billy Koncellah repitió victoria, cuatro años después en los 800 metros, con el consiguiente mérito en una prueba siempre tan abierta, por delante de Barboza y Mark Everett. Y en el 1.500 dos irrupciones: la de Noureddine Morceli, ganador fácil de la carrera con unos excelentes 3:32.84 y la del soriano Fermín Cacho, que con un prometedor quinto puesto demostró parte de lo que exhibió en los años posteriores. La final de los 10.000 metros fue un espectáculo entre dos keniatas: Moses Tanui y Richard Chelimo, decantada por el primero por apenas seis décimas. Un japonés, Taniguchi, se convirtió en el primer asiático en ganar el oro en la maratón con el recordado Diego García en una meritoria 14ª posición.
Vallas
Greg Foster terminó su trilogía de oros mundialistas en los110 vallas, con una victoria que se le complicó sobre los cuadros ante el empuje final de su compatriota Jack Pierce. Excelentes 13.06 para ambos y oro para el legendario vallista de Chicago nacido en 1958 y que nunca pudo conseguir, sin embargo, la gloria del oro olímpico.
El atleta de Zambia Samuel Matete se hizo con el oro en las vallas bajas, en un podio por vez primera sin estadounidenses, que quedaron, curiosamente: 4º, 5º y 6º.


Saltos
Un longilíneo saltador de altura americano, Charles Austin iba a dar la gran sorpresa del batir al plusmarquista mundial Javier Sotomayor, quien precisamente se aprovechara de los aires de Salamanca para batirlo en 1988. Los 2,38 metros de Austin se hicieron inalcanzables para el cubano y para Conway y Dalton, que se quedaron en el 2,36.
Sergey Bubka seguía coleccionando oros aunque siguiera sin llegar a los 6 metros en esta competición, quedándose en unos magníficos 5,95 metros.
La final de Triple Salto fue excepcional con tres centímetros (17,78-17,75) separando al novel estadounidense Kenny Harrison y el más experto soviético Leonid Voloshin. La peculiaridad de Harrison era el salto hacia atrás que ejecutaba cada vez que lograba un gran salto o el triunfo final. El más discreto Mike Conley se conformó con el bronce.
Lanzamientos
El suizo Werner Günthör fue el único capaz de superar los 21 metros en una mediocre final de lanzamiento de peso, revalidando título. Los finlandeses Kimmo Kinnunen y Seppo Räty hicieron doblete en la especialidad de su país, la jabalina.
El americano Dan O’Brien no dejó dudas en el decatlón: 8.812 puntos y nuevo récord de los campeonatos, a únicamente 35 puntos de la plusmarca universal de Daley Thompson.
Marcha
Había puestas muchas esperanzas en el joven marchador catalán Valentín Massana y no las defraudó aunque se quedara al final sin podio: 5º en la meta, en una prueba con victoria del italiano Damilano, uno de los grandes de todos los tiempos. Y peor le fue al doble medallista en Helsinki y Roma, José Marín que no pudo más que ser 12º en los 50 kilómetros.

MUJERES
La alemana Katrin Krabbe (se había unificado el gran país germano tras la caída del Muro de Berlín en 1989) fue la reina absoluta de la velocidad. En los 100 metros, con una marca en la final de 10.99 y en el doble hectómetro con 22.09, en ambas ocasiones por delante de Torrence y Ottey, cómo no, bronce de nuevo, aunque dominara en mítines y competiciones de menor relieve.
Uno de los momentos más excitantes para los telespectadores españoles fue cuando “la española de Kansas” Sandra Myers realizó una última recta digna de recordar por siempre y nos dejó un bronce son sabor a oro en una prueba tan cara como los 400 metros lisos, por detrás de dos atletas de tanto postín como Pérec y Breuer. Una tímida argelina, Boulmerka pudo con toda la “tropa” del este europeo en los 1.500 metros, gracias a un final demoledor. Samolenko, una de sus víctimas, ganó unos días antes los 3.000 metros con una victoria portentosa.

Para claridad meridiana la victoria de la británica Liz McColgan en la prueba más larga en pista: le sacó un mundo, es decir, más de veinte segundos a las dos chinas que le flanquearon en el podio. Los tiempos de “ejército” del polémico entrenador Ma Junren estaban llegando a pasos agigantados.
La poco femenina Ludmila Engquist relegó a Gail Devers por cuatro centésimas a la segunda posición del podio en los 100 vallas. Como hizo otra soviética, Ledovskaya, con la británica Shally Gunnell en las vallas bajas. En esta ocasión, por 5”.

La alemana Heike Henkel se impuso con unos excepcionales 2,05 en una final de salto de altura en la que nadie más superó los dos metros.
El duelo en la longitud femenina entre la americana Jackie Joyner-Kersee y la alemana Heike Dreschler fue de casi tanta calidad como la de sus homónimos masculinos. 7,32 metros saltó la afroamericana y tres centímetros menos la germana. Saltaron chispas, evidentemente, en el saltadero japonés durante estos campeonatos.
Mari Cruz Díaz no estuvo al nivel de otras ocasiones y no pasó de la 15ª posición en 10 Km. Marcha. Y en los dos relevos, en el corto, Melene Ottey “convertía” en oro su habitual bronce individual junto a sus compañeras del cuarteto jamaicano Duhaney, Cuthbert y McDonald. En el 4 x 400 metros, la prestación de la soberbia Olga Bryzgina en la última posta llevó a la URSS a superar al cuarteto estadounidense.

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