lunes, 22 de agosto de 2011

USAIN BOLT, EL HOMBRE MAS RAPIDO DEL MUNDO


Mark Bailey
XL SEMANAL

En la pista alcanza velocidades `sobrehumanas´, pero fuera de ella es humano, muy humano. el atleta jamaicano es lo opuesto a la `máquina´ obsesionada con batir récords que parece corresponderle a un deportista de élite. Juerguista, provocadory alegre, bolt nos recibe mientras se entrena para los mundiales de atletismo que comienzan la semana próxima en corea. Preparados...
`Me ha fastidiado la noche!´, ruge Usain Bolt. tiene una voz ronca y áspera, que hace recordar el bramido de un león. son las ocho de la tarde de un viernes y parece realmente enfadado.
«Tenía una cita a esta hora con una chica preciosa», dice. El atleta, altísimo, ha entrado andando de forma desgarbada en el polideportivo del Saint Mary´s University College londinense, donde habíamos convenido encontrarnos. Todos los veranos entrena en secreto en la capital británica para escapar del calor y de las tentaciones de Kingston, en Jamaica. Ahora se deja caer apesadumbrado en uno de los asientos. Pero de repente levanta la mirada, esboza una sonrisa torcida y suelta una carcajada: «No, no, nada de eso», dice entre risitas. Está bromeando. O eso me parece.
Bolt es muy dado a hacer bromas. Los récords conseguidos en las Olimpiadas de Beijing de 2008 y el Campeonato Mundial de 2009 en Berlín hicieron historia, pero lo que de verdad causó sensación entre sus admiradores fueron sus pasos de baile al estilo dancehall y sus numeritos de comediante, como el de atusarse meticulosamente las cejas con los dedos ensalivados.
«Yo necesito reírme», explica el atleta. «Me gusta mucho hacer bromas con los amigos. Y con mis padres también me río mucho siempre. Cuando voy a visitarlos, nos pasamos el fin de semana entero partiéndonos de risa. Además, conservo los mismos amigos que tenía cuando era un chaval, y siempre estamos bromeando y tomándonos el pelo los unos a los otros. Los jamaicanos tenemos la costumbre de no tomarnos la vida demasiado en serio».
Incluso en este vacío polideportivo situado en Twickenham, en las afueras de Londres, Bolt, de 24 años, hace gala de una flemática actitud caribeña ante la vida. Está despatarrado en el asiento como si este fuera una hamaca tendida entre dos palmeras. Su secretario personal, NJ (amigo de Bolt desde los tiempos de la escuela primaria), está dormitando boca abajo en una cama elástica. Bolt lo despierta de golpe dirigiéndole un torrente de palabras en dialecto jamaicano. Así es Usain Saint Leo Bolt: cachazudo, vitalista, un punto pícaro.
«Siempre me digo que la gente tendría que ser más abierta», afirma. «La vida es muy aburrida si uno no se muestra tal como es. Cuando antes de una carrera trato de divertir a la gente bailando y haciendo un poco de comedia, a los espectadores les gusta porque así llegan a conocerme un poco mejor. Y es que yo soy un tío tranquilo al que le gusta pasarlo bien».
Sus palabras no denotan jactancia, sino vivacidad de espíritu. «Los jamaicanos somos gente orgullosa, la raza más orgullosa del mundo. Nos gusta alardear de todo. Alardeamos de tener las mejores playas del mundo, la mejor música del mundo... ¡Incluso presumimos de las cosas negativas! Si algo me sale mal o meto la pata en algún momento, no tengo problema en alardear del asunto».
Durante su niñez, transcurrida en la población rural de Trelawny, a unos 130 kilómetros al noroeste de Kingston, Bolt descollaba por su seguridad en sí mismo (hasta el punto de que su entrenador de atletismo, Pablo McNeil, nunca divulgaba los tiempos registrados con su cronómetro, para que el chaval no se diera demasiados humos) y por su tendencia a meterse en líos, pero el ánimo vitalista del atleta tiene su origen en un entramado familiar tan sólido como invisible.
«Mi padre siempre fue muy estricto», dice Bolt, y pasa a hacer referencia a las «rídiculas» horas de volver a casa que su padre, Wellesley, le impuso durante años y años. «El hecho de que fuera tan estricto me fue de mucha ayuda, pero yo a la vez siempre quería rebelarme. Mis padres me inculcaron la honestidad y el respeto a los demás».
A la hora de hablar de cuestiones personales, el velocista baja un tanto la voz, como si se sintiera avergonzado, y busca refugio en el humor. «Una historia verídica: mi padre me enseñó a darle los buenos días a toda persona con quien me cruzaba por los campos. Pero había una mujer que nunca respondía a mis saludos, por sistema. Un día estallé y le dije: `Saludarla a usted es perder el tiempo... ¡Así que váyase al infierno!´. Cuando por la tarde volví a casa, me encontré a la mujer hablando con mis padres. Mi padre me agarró y me pegó una tunda de las buenas».
En la adolescencia se cansó de asistir a los servicios religiosos en compañía de su madre, Jennifer, adventista del séptimo día. «Ir a la iglesia suponía andar dos kilómetros de ida y vuelta bajo el sol abrasador del mediodía. Es algo que detestaba». Pero Bolt matiza que hoy da gracias a Dios por todo cuanto ha conseguido en la vida. El aire lánguido e indisciplinado encubre a un individuo con sanas convicciones personales.
Bolt posee unas dotes físicas que se dirían de origen divino. Agraciado con una fibrosidad muscular tan extraordinaria como flexible, en Beijing batió las marcas mundiales de los 100 metros, los 200 metros y el relevo de 4x100 metros... Y 12 meses después volvió a batir sus dos marcas individuales en el Campeonato Mundial de Berlín. El velocista jamaicano aspira a hacer historia otra vez en los próximos juegos de Londres, pero las cosas no siempre le han sido fáciles.
En las Olimpiadas de 2004 en Atenas no consiguió pasar de la primera carrera eliminatoria, y entre 2005 y 2006 se vio abrumado por una sucesión de lesiones. «Los periódicos de Jamaica no hacían más que ponerme verde», recuerda. «Fue entonces cuando aprendí a hacer las cosas para estar satisfecho conmigo mismo, y no ya para complacer a los demás».
En aquella ocasión, Bolt trató de explicarse, alegando que había competido lesionado, pero en Jamaica no entendieron de excusas. Le acusaban de estar todas las noches de juerga y de no entrenar con la necesaria dedicación para convertirse en un atleta de élite.
Durante este traumático periodo, Usain recabó la ayuda de Glen Mills, el gurú del atletismo jamaicano, quien lo convirtió en la superestrella que es hoy. Mills descubrió el origen de las lesiones de Bolt -sufre de escoliosis, una curvatura de la columna vertebral-, pero su principal logro fue darse cuenta de que el entrenamiento metódico venía a ser una especie de kriptonita para los superpoderes del velocista. «Usain entrena todo lo que tiene que entrenar», se limita a comentar Mills de forma lacónica.
El larguirucho y bromista Bolt y el rechoncho y lacónico Mills forman una extraña pareja, pero la química entre ambos funciona a la perfección.
«Mills entiende que yo no puedo seguir el tipo normal de entrenamiento de otros atletas... Yo estoy hecho de otra pasta. Por eso funcionamos bien juntos. Mills sabe que si un día no me presento a entrenar, al día siguiente lo compensaré con creces».
A Bolt le encanta divertirse y pasarlo bien. Cuando no está entrenando en Londres, el atleta reside en Kingston. «La vida tiene mucha más gracia cuando estás con otras personas», asegura con una amplia sonrisa radiante. Pero su corazón sigue estando en Trelawny.
«La vida allí resulta aburrida, pero a mí me gusta. Si me siento estresado, voy a Trelawny a pasar el fin de semana y a respirar un poco de aire puro. Y luego vuelvo como nuevo. Paso el fin de semana con mis padres, y casi lo único que hacemos es jugar al dominó. Me encantan esas visitas. Me ayudan a relajarme y a pensar con claridad».
Pero Usain Bolt de momento no se muestra muy proclive a sentar la cabeza para siempre. «No es bueno casarse cuando uno es demasiado joven. Quiero centrarme en mi carrera profesional y en los Juegos de 2012. Después ya tendré tiempo para formar una familia. Tengo clarísimo que quiero tener hijos, pero primero he de encontrar a la mujer adecuada». Cae la noche, y junto a la entrada del polideportivo se apiña una multitud de cazadores de autógrafos. Me temo que Usain Bolt esta noche no va a tener tiempo para encontrar a la mujer de sus sueños.


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