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País.com
Ahora
que Kipchoge ha bajado de dos horas en la maratón, me viene al recuerdo Armin
Hary, el primero que corrió los 100 metros en 10 segundos. “La hazaña más
notable del atletismo en todas las épocas”, la calificó L’Équipeen su día. Hary
nació en 1937 en Quierschied (Alemania). Su infancia conoció los horrores de la
guerra. Desplazado, mal alimentado… Luego, una adolescencia entre la escuela y
la retirada de cascotes.
Como
a casi todos los niños, le dio por el fútbol, pero le captó el atletismo cuando
los JJ OO de Helsinki, en 1952. El Sarre, tantas veces disputado entre Francia
y Alemania, fue entonces territorio autónomo y como tal disputó aquellos
Juegos. Él desempolvó un viejo libro de su padre, luchador de grecorromana, de
la cita olímpica de 1936, con preciosas láminas en las que supo quién había
sido Jesse Owens y se propuso imitarlo.
Lo
que siguió fue una sucesión de esfuerzos divididos entre la carrera de perito
mecánico, que sacó, y entrenamientos nocturnos en el bosque, cuatro kilómetros
todos los días. Y en el pasillo de casa, para que el frío del exterior no le
desgarrara, ensayaba salidas, una obsesión que le definiría y hasta le
atormentaría. Cuarenta salidas al día, cinco días por semana, doscientas a la
semana, diez mil en un año. Para Melbourne 56 ya era el mejor de El Sarre, pero
este territorio había vuelto a ser alemán y sus marcas no le dieron para ir. El
gran velocista alemán era Manfred Germar, que acreditaba 10,3. Hary se
obsesionó con desbancarle.
Cuando
en el Europeo de Estocolmo (agosto de 1958) hizo 10,3 y batió por fin a Germar,
éste le acusó de haber robado la salida. Nunca se reconciliarían. Hary, de
temperamento rebelde, se empezó a sentir mal en su país. Le martirizaba una
lesión de fibras recurrente y se negaba a correr los 200, porque la curva le
perjudicaba. Le llovían las sanciones. Decidió trasladarse a Estados Unidos
donde le diagnosticaron “rotura de fibras musculares con enquistamiento y
endurecimiento”. Operado en Bakersfield, apartó de sí el problema para siempre.
El
6 de septiembre de 1958, una noticia sensacional corre el mundo ¡Armin Hary ha
corrido los 100 metros en 10 segundos! Fue en Friedeensafen, donde Alemania
baña sus pies en el lago Constanza. Hizo primero 10,3. Se sintió bien, corrió
otra vez y tres jueces (era aún el cronometraje manual), paran el crono en 10.0
y otro en 9,9. El dato oficial es diez segundos. ¡Diez metros por segundo, el
límite imposible!
Ya
eran célebres sus salidas. Su puesta en acción, de una rapidez eléctrica,
resultaba sospechosa por inverosímil
Un
grupo de especialistas de Estados Unidos, que tenía tres hombres con 10, y de
Japón, cuyo emperador había prometido una medalla de oro de diez centímetros de
diámetro y uno de grosor al primer humano que lo hiciera, viajan en busca de
gato encerrado, examinan la pista y descubren un desnivel descendente de 11
centímetros en los 100 metros, uno más de lo permitido. El récord no se
homologa
Hary
insiste. El 21 de junio de 1960 corre en Zúrich, repite la marca… pero al
tiempo que se anuncia se anula, por salida ilegal. Hary se indigna, y sus
partidarios más. El juez de salida no dio segundo pistoletazo de anulación, fue
el de llegada quien tomó la decisión, bajo la sugestión general de que ese
límite era imposible de alcanzar sin trampa. Tras una hora de protestas, se le
permite volver a correr, siempre que al menos dos corredores le acompañen. Los
consigue y una hora después vuelve a clavar los 10.
Ahora
sí, ahora ya es oficial. La noticia recorre el mundo.
En
los JJ OO de Roma ratifica su primacía al ganar la medalla de oro, con 10,2.
Tuvo una primera salida falsa, y en la segunda se contuvo, porque con dos
llegaba la descalificación, de ahí que se quedara en 10,2. Corrió con Adidas,
pero subió al podio con una zapatilla de Adidas y otra de Puma. Explotaba la
rivalidad de los hermanos Dressler. Esa misma noche, el embajador de Japón le
entregó la medalla regalada por Hiro Hito en acto secreto, para evitar acusaciones
de profesionalismo.
También
ganó el oro de 4x100. Regresó a Alemania convertido en un héroe, pero un
accidente de coche le dañó la rodilla y mató su carrera. Cuando apareció el
cronometraje electrónico se estimó que el manual le favorecía en dos décimas, o
sea que su mejor marca habría sido 10,2. Poco a poco se fue hundiendo en el
olvido. No hace mucho, confesó su decisión de vender sus zapatillas y sus
medallas a un coleccionista americano. “No quiero que cuando yo falte acaben en
un mercado de viejo. Y en Alemania a nadie le interesan…”.
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