JUANMA BELLÓN
AS.com
Javier
Cienfuegos saltó a la pista e hizo una L con la mano. Era para su hija Lola,
nacida este 2019, su gran año. El de Montijo se presentaba ante la élite
mundial en Doha, en una final en la que tenía serias opciones de medalla, pero
se quedó séptimo. Supo a poco, porque con su récord de España (79,38) habría
sido plata y era tercero del ranking. La realidad es que es el primer finalista
de la historia del país en martillo en la victoria del coloso polaco Fajdek
(80,50).
Pronto
se vio que no era el gran día de Cienfu, en sus quintos Mundiales. Sus primeros
cuatro giros en el círculo del estadio Khalifa se diluyeron en 73,25. Luego
74,73, necesitaba un lanzamiento correcto para entrar en la mejora. Lo hizo
(76,00) y tuvo tres intentos más. Era el momento de desengrasar. De sacar “el
pie derecho como una centella”, como le había dicho su técnico Antonio Fuentes.
Trató de hacerlo, con 76,57, con 76,01 y el último parecía bueno, pero rozó la
red. Había quedado séptimo, lejos de las medallas que fueron de bronce para el
francés Bigot (78,18) y de plata para el húngaro Halasz (78,19), con tiros que
Cienfuegos había hecho este año. Sólo Fajdek estaba a otro nivel.
El
de Montijo, de 29 años, había vivido en el 2019 su gran año. Padre, diputado en
el parlamento extremeño, y acumulando una regularidad tremenda (tres récords de
España esta temporada). No pudo poner la guinda que deseaba, entrar en esa
Champions League del martillo siendo un recién ascendido. Pero es séptimo del mundo.
Algo nunca visto por Montijo, por Badajoz, por Extremadura y por toda España.
Un caso único, nacido de la ilusión de un hombre como Antonio Fuentes que se
recicló al martillo y estudió para llevar a uno de los mejores martillistas
mundiales
No hay comentarios:
Publicar un comentario