JAVIER SÁNCHEZ
El
Mundo.es
¿Para
qué sirve un récord mundial?
La
Historia esconde recompensas personales -la popularidad, el dinero-, pero, si
se quiere ir más allá, la posteridad, una plusmarca por sí sola no sirve.
Dalilah Muhammad (Nueva York, 1990) lo descubrió el pasado julio cuando en el
Campeonato de Estados Unidos de Des Moines se convirtió en la mujer más rápida
en correr unos 400 metros vallas (52.20 segundos), superó un registro que
llevaba 16 años en los libros, y al volver a casa se descubrió vacía. «Pensé
que me invadiría una enorme sensación de éxito, un 'Oh, Dios mío, todo es
increíble', pero en realidad lo que más veces pensé fue'. ¿Y ahora qué?' Y no
lo digo en el lado positivo, no quiero decir que ya pensara en nuevos objetivos.
Lo digo en el lado negativo, sólo podía pensar '¿Cómo voy a motivarme ahora?'»,
reconocía al 'New York Times'.
En
su última prueba antes del Mundial, el meeting de la Diamond League de Zúrich
en agosto, sólo pudo ser tercera y llegaba a Doha como una incógnita. Quizá
incluso perdía el oro ante su compatriota Sydney McLaughlin. Pero fue todo lo
contrario. En la final del Mundial, Muhammad no sólo venció, también rebajó
unas décimas su propia plusmarca (52.16 segundos). «No me lo esperaba. Esto
significa mucho para mí. Quería el Mundial con tanta fuerza que he acabado
rebajando el récord del mundo. Sentí que Sydney se acercaba a mí alrededor de
la novena valla y sólo pude dar todo lo que tenía», comentaba Muhammad, que en
el proceso, en las últimas semanas antes del campeonato, entendió cuál era el
significado de su gesta.
¿Para
qué un récord mundial?
Por
ejemplo, para reivindicar los valores de cada uno. Muhammad es hija de Askia,
un imán liberal que trabaja para el departamento de Asuntos Islámicos del
Ayuntamiento de Nueva York, y desde que vive bajo el foco ha querido mostrar su
manera de vivir la fe musulmana. Por ejemplo, nunca ha utilizado y utilizará el
hiyab. «No me gusta que me digan que no soy la típica musulmana. Creo que en
todo el mundo hay millones de creyentes del islam y todos podemos expresar
nuestra religión de la manera que consideremos», comentaba Muhammad al 'The
Guardian' después de criticar duramente las decisiones del Gobierno de Donald
Trump, entre otras cosas.
Nadie
podía prever que acabaría en esos estamentos cuando empezó.
A
los siete años, participó en una carrera del club de su vecindario en el parque
Roy Williams, una prueba de 300 metros, y no quedó ni entre las tres primeras.
Aquello no le desanimó. En absoluto. Se apuntó al mismo club en busca de
respuestas de su derrota y descubrió que quizá no sería una figura en la
velocidad, pero las vallas son otra cosa. «Los sprinters no estarán de acuerdo
conmigo, pero yo creo que en la velocidad lo más importante es tener genética.
Para la velocidad hay que tener una habilidad natural: o naces con ella o nada.
En las vallas es distinto», comentaba Muhammad, cuyo próximo objetivo será
revalidar en Tokio su oro de los Juegos Olímpicos de Río 2016 y seguir
insistiendo en aquello que cree.
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