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A
estas alturas ya hay suficientes evidencias de que la versión actual del
reglamento de la Federación Internacional de Atletismo ha sido sobrepasada por
la tecnología implementada en el calzado de fondo en carretera. El reglamento
describe los objetivos que debe cumplir el calzado: protección, estabilidad y
firme adherencia sobre el suelo. No habla en absoluto de un tema delicado; la
ayuda en la impulsión. Tampoco dice nada, salvo en salto de altura y longitud,
de la altura del calzado. Eso sí, dice que los deportivos no deben estar
fabricados de manera que otorguen ayuda o ventaja injusta. Si hay evidencias de
que las zapatillas no se ajustan al reglamento, o al espíritu del mismo, podrán
ser sometidas a estudio y ser prohibidas si hubiera incumplimiento.
Nos
estamos refiriendo a una parte del calzado llamada entresuela. Se sitúa justo
por encima de la suela y debajo de la parte textil o material de corte. A
principio de los 60, en la época de las playeras, no había entresuelas. No
podía haberlas porque el caucho es un material demasiado pesado para un
corredor de fondo. Una década más tarde, con la irrupción de los aeróbicos y el
footing, empezaron a usarse materiales con microestructura de burbujas. Ya
fueran cerradas, como los etil vinil acetatos (EVA) o conectadas entre sí a
modo de esponja como los poliuretanos (PU). Con ello se conseguía rebajar hasta
6 veces el peso de un mismo volumen de caucho. Así se hicieron posibles las
entresuelas y después de éstas lo hicieron también diferentes sistemas
insertados en su interior que buscaban proteger la pisada del impacto. También
fue la época en que desde una antigua casa americana de ropa deportiva surgió
una marca de calzado que tomó el nombre de la diosa griega de la victoria. Su
distintivo, no podía ser otro; un ala de Niké. Aunque las marcas de calzado de
la época ya hablaban de la posibilidad de combinar la amortiguación con el
retorno de energía en la impulsión, no había evidencias que lo cumplieran
eficazmente.
Desde
inicios de siglo se han incorporado diferentes piezas de fibra de carbono en
algunas partes del calzado con objetivos muy diversos. Una década después la
marca europea que fundó Adolf (Adi) Dassler implementa en las entresuelas un
poliuretano termoplástico (TPU) que se expande dejando bolsas de aire cerradas.
Los TPU son aún más ligeros que los precedentes y además retornan bien tras el
impacto, pudiendo facilitar la impulsión.
Hasta
aquí hemos hablado de dos de los tres elementos implicados en la polémica. El
tercero es el enorme grosor que están adquiriendo las entresuelas. Tanto es así,
que duele ver la inestabilidad de los tobillos y el grado de pronación máxima
que alcanzan durante el apoyo. Justamente, limitar la altura de la entresuela
ha sido la propuesta hecha en la comunidad científica como posible forma de
controlar las actuales ayudas que prestan los últimos modelos y prototipos
(Kipchoge en Viena) de calzado en la impulsión. Además ya se hizo en su día con
el salto de altura y longitud. Por otro lado esa limitación no coartaría
totalmente el desarrollo futuro de avances tecnológicos en materiales y
arquitecturas; eso sí, en un grosor más reducido.
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