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Decía
Sebastian Coe en MARCA antes de los Mundiales de Doha que "si realmente
queremos ser un deporte global, necesitamos presentarlo por todo el mundo y no
estar siempre en las mismas nueve ciudades. Espero que sean unos grandes
campeonatos, muchas veces los recordamos por las actuaciones de sus
atletas".Hablaba el presidente de la IAAF de la polémica sede qatarí de
los Mundiales, donde la escasa tradición atlética del país, además del hándicap
del calor y la humedad, se erigían en serios obstáculos previos a un éxito
global de la competición.
Y
así ha sido. La decimoséptima edición de los Campeonatos del Mundo ha supuesto
un oasis en el desierto. Un oasis deportivo, porque el Khalifa Stadium,
espectacularmente acondicionado para huir del calor, ha visto probablemente los
mejores Mundiales de la historia, con 6 récords de los campeonatos, 21 récords
de área y 86 récords nacionales. Hasta 43 países han subido al podio, otro
ejemplo más de la universalidad de un deporte único. Se han batido, además, dos
registros mundiales (400 metros vallas y relevo 4x400 mixto) y se han dado
competiciones, como la de peso, que se recordarán como las mejores de siempre,
con tres atletas con más de 22 metros y el podio en apenas un centímetro de
diferencia.Pero ese oasis erigido como recinto deportivo, en el que se ha
invertido muchísimo dinero y se han derrochado recursos medioambientales,
apenas tendrá legado en Qatar. La escasa afición atlética de un país con
restricciones en derechos -por ejemplo en lo que se refiere a las mujeres- ha
dejado durante la competición el estadio más despoblado que se recuerda en unos
campeonatos de estas características. Un desierto en las gradas que no ha
podido disfrutar de la espectacular puesta en acción de atletas y organización,
que se ha volcado en recursos tecnológicos en presentaciones.Y fuera del oasis,
en el 'desierto' de Corniche, donde se celebraron las pruebas en ruta de marcha
y maratón, las previsiones de altas temperaturas y humedad se cumplieron y
dejaron imágenes dantescas y marcas para el olvido. Porque en ese escenario
sólo han brillado, y de qué forma, atletas y entrenadores, los que han sufrido
en sus propias carnes unas condiciones competitivas ilógicas para unos
Mundiales.
En
lo deportivo, según el ranking de la IAAF (con las cinco mejores de las 24
mejores pruebas), Doha ha sido el mejor Mundial, con 195,869 puntos, por
delante de Pekín 2015 (194,547) y Londres 2017 (193,426). En cuanto a nombres
propios y competiciones, varias para la historia. La estadounidense Dalilah
Muhammad batió el récord del mundo de los 400 metros vallas con 52.16, mientras
que la holandesa Sifan Hassan se convirtió en la reina de los Mundiales, con un
doblete en 1.500 y 10.000 inédito hasta la fecha.
En
categoría masculina Coleman y Lyles se convirtieron en los 'sucesores' de Bolt
en el dominio de la velocidad. Ambos dejan Doha con dos oros en el 100 y el 200
respectivamente, además del relevo 4x100. Y varias finales se convirtieron en
las mejores de la historia, como la del peso o la del 1.500 metros femenina. El
estadounidense Kovacs se proclamó campeón del mundo con 22,91, el tercer mejor
lanzamiento de la historia. Por detrás, dos atletas, Crouser y Walsh, con
22,90. Todo un podio en menos de un centímetro.En los 1500 femeninos, nueve mujeres
bajaron en 4 minutos en la final, con récord de Europa y de los campeonatos
para Hassan (3:51.95)
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