martes, 1 de octubre de 2019

YAROSLAVA MAHUCHIKH: HA NACIDO UNA ESTRELLA

JAVIER SÁNCHEZ
El Mundo.es

Una joven ucraniana de 18 años detiene la respiración de los (pocos) espectadores en el Estadio Khalifa, se lanza en una carrera lenta, lentísima, y se eleva al cielo para superar el listón de los 2,04 metros. Ha nacido una estrella. Yaroslava Mahuchikh no ganó el oro porque su hazaña llegó tarde, al tercer intento, mientras la rusa Mariya Lasistkene lo había conseguido a la primera, pero su aparición fue una de las primeras sorpresas del Mundial de Doha.
Después de muchos años de vacío, de marcas modestas en el salto de altura femenino -unos años que aprovechó Ruth Beitia-, la disciplina vuelve a brillar con un duelo geopolítico Rusia-Ucrania y un talento como se habían visto pocos. En su primer campeonato absoluto Mahuchikh destrozó el récord del mundo sub20 y se marchó sorprendida de sí misma, de su don. "La verdad, no me lo creo. No me esperaba superar los dos metros", aceptó en una ascensión exagerada porque hasta los 13 años nunca saltó. De niña, Mahuchikh se imaginaba fondista, pero la colocaron ante un listón y ya no hubo duda: sólo dos años después, con 15, ganó el Mundial junior de Nairobi 2017, batió el récord de la edad (superó los 1,92 metros) y sacó 10 centímetros a la segunda clasificada.
Este lunes, por primera vez bajo los grandes focos, disfrutó de su plata sobre el tartán. Mientras Lasistkene intentaba saltar 2,08 metros, la ucraniana renunció a intentarlo, sacó la bandera de su país, se pintó los labios y se preparó para una larga celebración con la estadounidense Vashti Cunningham, bronce (2,00), compañera de generación.
Fue su jornada en los campeonatos a falta de los récords del mundo que se anunciaban. En los 3.000 metros obstáculos, la keniana Beatrice Chepkoech intentó batirse a sí misma, se marchó en solitario, pero no pudo con su plusmarca. Y en los 400 metros vallas, el noruego Kartsen Warholm volvió a hacer una salida vertiginosa para asegurar el oro, pero se quedó lejos del récord que Kevin Young estableció en los Juegos Olímpicos de Barcelona 1992.

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