lunes, 27 de diciembre de 2010

DOBLE CASTIGO AL DOPAJE




AMAYA IRÍBAR

Marta Domínguez quiere volver a correr, a competir, a ganar. La campeona mundial de los 3.000 metros obstáculos, acusada por la Guardia Civil de traficar con sustancias dopantes, lo dejó claro el miércoles pasado tras declarar ante la juez de la Operación Galgo -"volveré en cuanto me recupere del embarazo", dijo a los periodistas- y algunos recordaron, claro, que a la gran dama del atletismo español le falta en su extensísimo palmarés una medalla olímpica. Si las sospechas se vuelven certezas, no le será fácil.
En primer lugar, porque la sanción mínima por dopaje es de dos años -y queda menos tiempo para Londres 2012-, pero también porque, aunque la suspensión sea menor -por ejemplo, colaborando con las autoridades- y la cumpla antes de que se encienda el pebetero, se dará de bruces con una nueva norma del Comité Olímpico Internacional (COI), que prohíbe a los deportistas sancionados por esta cuestión acudir a los siguientes Juegos. Es lo que se ha llamado la norma inédita (unpublished memo), aprobada en junio de 2008, que afecta ya a decenas de deportistas y contra la que han empezado a revolverse algunos campeones.
Entre las afectadas está la española Josephine Onyia, que es desde hace algo más de un mes una atleta rehabilitada. Tras descubrirse en su fibroso cuerpo clembuterol en una dosis similar a la que trae de cabeza a Alberto Contador, la plusmarquista nacional de los 100 metros vallas ha cumplido dos años de sanción, la máxima pena por un primer positivo.

"Han sido dos años muy difíciles", dice Onyia en conversación telefónica desde Valencia; "me he entrenado fuerte, pero no es lo mismo cuando no hay competición. Ahora mi cabeza tiene que cambiar".
La atleta tiene previsto regresar "en enero o febrero" y hacer la temporada de pista cubierta. "Los Europeos, en marzo, son muy importantes", advierte una deportista que se perdió los de Barcelona, en agosto, por su suspensión.
¿Y los Juegos Olímpicos? Porque es joven, 24 años, y son el sueño de cualquier atleta... Pero de eso no quiere ni oír hablar. "Solo pienso en 2011. Soy joven. Me quedan muchos años...", se tensa.
Onyia sabe que detrás de la pregunta está la nebulosa que envuelve también al campeón olímpico de los 400 metros, LaShawn Merritt; a la plusmarquista mundial de natación Jessica Hardy, a la campeona olímpica y mundial de baloncesto Diana Taurasi y, más cerca, al marchador Paquillo Fernández, entre muchos otros deportistas. Todos ellos son víctimas de la Regla 45 de la Carta Olímpica, aprobada por el Comité Ejecutivo del COI un mes antes de Pekín 2008, que veta para los siguientes Juegos a cualquier deportista suspendido por dopaje durante seis meses o más. Todos ellos, además, han cumplido o cumplirán sus respectivas sanciones antes de Londres 2012. Así que podrán competir e incluso proclamarse campeones del mundo, pero tendrán vetado el mayor espectáculo deportivo, con permiso del Mundial de fútbol.
"La norma crea una incertidumbre total entre los atletas porque piensan que a lo peor siguen entrenándose para nada", resume el presidente de la Federación Española de Atletismo, José María Odriozola. Contra la situación, injusta según los deportistas y confusa para algunos juristas, se empiezan a levantar voces. Con varios argumentos fundamentales: supone un doble castigo para quien ya ha cumplido una pena por su delito, es desproporcionada, provoca indefensión porque no se puede recurrir...

Desde el otro lado, el del COI, que mantiene silencio, y la Agencia Mundial Antidopaje, se argumenta que no se trata de una pena, sino de una regla de la competición, como la limitación del número de participantes por países. La UCI se agarró a este razonamiento hace tres años para intentar vetar a Alejandro Valverde en un Mundial y el Tribunal de Arbitraje Deportivo (TAS) se lo echó por tierra.
Por ahora, ningún deportista ha llevado la Regla 45 al TAS porque la norma no ha sido aplicada. Pero Merritt ha logrado que el hermano norteamericano del TAS asegure que no le es aplicable y son muchos los que creen que será impugnada según se acerquen los Juegos, cuando los atletas concernidos vean denegada su inscripción. "No me rendiré sin pelear", ha avisado Hardy a The New York Times. El peligro es que para entonces puede ser demasiado tarde para sus intereses.

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