sábado, 18 de diciembre de 2010

«Gana más de seis millones de euros al año»


JOSÉ CARLOS J. CARABIAS / BERNARDO SAGASTUME

Después de una larga charla con uno de los médicos del ciclismo, debate ético sobre los límites del bien y del mal, el circunloquio termina en esa sentencia reflejo del mundo capitalista que santifica el dinero. El doctor de la doble vida, el gurú de referencia convertido en un mito satánico, el personaje que inauguró la senda, percibe un sueldo galáctico por sus labores de asesoramiento. No hay que buscarle más pies al gato para desentrañar el misterio que rodea a Eufemiano Fuentes, el doctor. La señal del dinero.
Natural de Las Palmas de Gran Canaria (1955), Fuentes se licenció en la Universidad de Navarra esbozando un expediente más que ejemplar: obtuvo matrículas de honor o sobresalientes en todas las asignaturas, salvo en cuatro. De familia acomodada que hizo fortuna con el negocio del tabaco en las islas, Eufemiano siempre fue un número uno. El primero en las aulas, el primero en las pistas, el primero en la consulta.
Enamorado del atletismo, practicó este deporte y se proclamó campeón de España universitario en la especialidad de 400 metros vallas en 1976. Siempre en el podio. Cinco años después obtuvo la licenciatura de INEF por la Universidad Politécnica de Madrid. En aquellos años conoció al preparador Manuel Pascua Piqueras, imputado en la Galgo que le convenció, en 1984, para ser médico de la Residencia Blume, el principal santuario del deporte de élite en España. Se casó con una atleta, Cristina Pérez, ex plusmarquista de 100 metros y 400 vallas, la misma que ha dicho aquello de «si hablo, soy una caja de Pandora. Muchas medallas olímpicas se han conseguido gracias a mi marido». Su mujer dio positivo por anfetaminas en 1988, aunque luego fue declarado «control irregular».
Un médico argentino, Guillermo Laich, fue su maestro en el arte de la «preparación biológica», inspirado en las técnicas de los países del Telón de Acero. Fue entonces cuando arrancó su fama de indestructible. Pedro Delgado ganó el Tour de 1988 y fue acusado de consumir probenecid, un producto enmascarador de anabolizantes prohibido por el COI, pero permitido por la UCI. Delgado fue absuelto. Y Fuentes negó ser su médico.
Pero ya estaba encaminado hacia el ciclismo, el deporte de moda entonces, el segundo en el escalafón en España detrás del fútbol, el que más negocio movía. Trabajó en el ONCE, el Vitalicio y el Kelme. Levantó una leyenda en torno a sí mismo. Jamás aparecía por las carreras ciclistas, pero su apellido sobrevolaba como un espíritu flotante.
Construyó un imperio en la sombra. No sólo asesoraba a los ciclistas de su equipo por contrato, sino que extendió sus tentáculos a los rivales. También llevaba la «preparación» de ciclistas de otras escuadras que se amoldaban a sus tarifas (desde 100.000 euros anuales). Esto nunca le planteó un dilema ético, deportivo o similar.
Equilibrista profesional, anunció su retirada en 2005 alegando un tumor ocular de uno de sus hijos, al que quería dedicarse en cuerpo y alma. Pero en mayo de 2006 fue detenido como cabecilla de una red de dopaje masivo, la Operación Puerto. Pese a las noches en los calabozos, al descrédito personal y a la mala fama, Eufemiano ha repetido. También ha sido arrestado en la Operación Galgo del atletismo.
El aura de Eufemiano, su gusto por el riesgo, el dinero, el tuerto en el país de los ciegos, delegó en una cadena de herederos dispuestos a vivir tan bien como él a base de recomendaciones sin contrato, planes sin facturas. Jesús Losa, antiguo médico del Euskaltel, también asesoró a David Millar, según confesó el ciclista escocés, a Richard Virenque, según el vox populi del ciclismo, y a dos positivos por EPO (Maribel Moreno, en los Juegos Olímpicos de Pekín, y Moisés Dueñas, en el Tour 2008). O Walter Virú, antiguo colaborador de Eufemiano en el Kelme y cabecilla de la Operación Grial que desarticuló una red de dopaje a baja escala (sólo elevada por Paquillo). O el extremeño Marcos Maynar, sentenciado en Portugal por incitación a 16 casos de dopaje.
Sabino Padilla se retiró a Canadá a estudiar a los monos
Sabino Padilla ha desaparecido. Pasajero de otro tiempo, estigmatizado como médico de los mejores años deportivos de Miguel Induráin y responsable del positivo de Carlos Gurpegui en el Athletic de Bilbao, se ha marchado sin dejar rastro. Sabino Padilla decidió apartarse del mundanal ruido, escapar de la refriega mediática y popular, y romper con su pasado. Se fue lejos, al otro lado del Atlántico, a Canadá.
Su nueva vida se corresponde también con las vicisitudes propias de una fractura matrimonial y del desgaste que experimentó en carne propia después de su salida del Athletic. Fue despedido por el actual presidente, Fernando García Macua, señalado en cierta forma como responsable de la mancha que padeció el club con el positivo de Carlos Gurpegui.

La nandrolona que se encontró en el organismo del centrocampista navarro machacó a Padilla, un doctor con fama de huidizo y esquivo, dos atributos fatales cuando se trata de la relación con la Prensa. Gurpegui dio una elevada tasa de ese anabolizante y el médico nacido en Valladolid rechazó las acusaciones alegando que el jugador producía nandrolona de forma natural. Uno de sus pasos fallidos fue recurrir a la Universidad de Extremadura para que apoyase su tesis a través de Marcos Maynar, uno de los médicos que después más relación han tenido con la justicia y el dopaje.
Padilla fue, como Eufemiano Fuentes, un cerebro privilegiado en las aulas. Se licenció en medicina en la Universidad de Valladolid, obtuvo un sobresaliente con su tesina «Exploración del metabolismo aeróbico y anaeróbico del corredor a pie» y se doctoró cum laude con «Aptitud bioenergética del corredor a pie». Fue profesor de la Universidad del País Vasco y el salto a la fama le pilló desprevenido en cuestiones sociales. Fue médico de Miguel Induráin en sus mejores años como emperador del Tour (1991-1995) y del maratoniano Martín Fiz (campeón de Europa y del mundo en esta especialidad).
En 2007 se separó del Athletic después de doce años como jefe de sus servicios médicos y emprendió una nueva vida. En Canadá no tiene ligazón, que se sepa, con el deporte y se dedica a estudiar el comportamiento de los monos.

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