lunes, 20 de diciembre de 2010
Eufemiano Fuentes: treinta años de una vida siempre al filo de la duda
diariovasco.com
Moverse en las casi invisibles líneas que separan, dentro del deporte de alta competición, el grupo de deportistas que arriesgan su prestigio, personal y deportivo, y puede que su salud, con aquellos que se mantienen en un plano de normalidad sin recurrir a ayudas prohibidas para mejorar su rendimiento es una de esas ecuaciones que no se terminarán por resolver nuca.
El deporte español lleva marcado mucho tiempo por un nombre, Eufemiano Fuentes (Las Palmas, 1955). Es el médico -también tiene título de entrenador de atletismo- cuyo nombre siempre aparece vinculado a las grandes operaciones contra el dopaje que se han lanzado en este país.
Lo que no deja de llamar la atención es que 30 años después de que su nombre comenzase a aparecer en los medios informativos, continúe siendo protagonista de una turbia historia que nadie ha conseguido cercenar.
Del atletismo, al ciclismo. El primer deporte al que estuvo vinculado el doctor Fuentes fue al atletismo. En 1980 aprobaba el MIR (Médico Interno Residente). Se había especializado en ginecología, después de seis años de carrera en la Universidad de Pamplona. En las treinta asignaturas de que constaba su carrera sacó dos aprobados y dos notables. El resto fueron sobresalientes y matrículas. Pertenecía a una familia pudiente de Canarias. A su tío lo secuestro un movimiento independentista canario, el MPAIC, que dirigía Antonio Cubillo. Apareció asesinado en un pozo de agua. Cuando estudiaba tercero de carrera, el doctor José González Iturri le metió el veneno de la medicina deportiva. Comenzó a trabajar en Las Palmas, como ginecólogo por la mañana, mientras que por las tardes lo hacía en un centro deportivo haciendo pruebas de esfuerzo. Conoció a Manuel Pascua Piqueras haciendo las milicias universitarias. En 1980, Pascua le llamó a Canarias. Romá Cuyás era secretario de estado para el deporte. Pasó a ser médico de la Residencia Blume y responsable médico de la Federación Española de Atletismo.
Al ciclismo, con Orbea. Su llegada al mundo del ciclismo no fue con el equipo de la ONCE, en contra de lo que se ha dicho, sino con el Orbea que dirigía Txomin Perurena. Fue en 1984. Le trajo José Luis Pascua Piqueras, hermano de Manuel, que entrenaba a algunos de los corredores que estaban en el equipo como Jokin Mujika, Pello Ruiz Cabestany o Perico Delgado. En 1987 cubriría como médico de equipo su primer Tour. Llegaría a la ONCE de Manuel Saiz en 1989.
Más tarde firmaría con el Vitalicio de Javier Mínguez para acabar en el Kelme, con Vicente Belda y Álvaro Pino. En 1985 le despidieron de la residencia Blume. En 1986 dimitió de la Federación Española de Atletismo. Su llegada al ciclismo fue como médico de equipo, por lo que figuraba en la relación de las diferentes formaciones en las que trabajó, como tal. De sus años en el ciclismo, aunque dicen que nunca dejó el mundo del atletismo, hay un sinfín de anécdotas. Llegó a ser la segunda persona mejor pagada de alguna de las formaciones en las que estuvo, corredores incluídos. De Orbea se marchó porque el equipo se vino abajo. En la ONCE chocó con Manuel Saiz. Sólo estuvo dos años. Su subida a los cielos y su caída a los infiernos del dopaje le llegó en el equipo Kelme, donde más tiempo permaneció hasta que le salpicó de llenó la Operación Puerto. La denuncia pública de Jesús Manzano fue la antesala de su caída, profesional y personal.
Resulta casi imposible encontrar a alguien que hable mal de él en los equipos ciclistas en los que estuvo. En Orbea recuerdan que casi siempre llegaba tarde a las carreras. La excusa de «se me ha muerto una abuela» la empleó tantas veces que al final dijeron: «¿Oye, cuántas abuelas tienes?». Tampoco le gustaba mucho madrugar. Se le pegaban las sábanas a menudo, lo que obligaba a los masajistas con los que convivió a despertarle varias veces.
Cuando estaba en el equipo Kelme, uno de los masajistas del equipo, el valenciano Paco Albelda, le llevaba muchas veces su coche de un hotel a otro. Tenía un Porsche y había disputa por ver quién lo conducía cuando él iba en el autobús del equipo.
Otra anécdota verídica la cuenta uno de los directores con los que trabajó: «Le dijo a un corredor, toma esto que vas a tener una mejoría importante en tu rendimiento. Cogió agua mineral y diluyó glucosa. Ese corredor realizó una etapa de una gran vuelta soberbia. Trabajaba mucho, habitación por habitación, sobre todo con los líderes, el aspecto psicológico. En los años 90 utilizaba la sofrología con muchos de ellos», explican quienes convivieron con él. ¿Qué más utilizaba?
«Si se hubiese dedicado a la oncología o a la ginecología, hubiese sido de los mejores. No tengo ninguna duda», afirma otro de los directores que trabajó con él. También trató en sus años de médico de equipo a mujeres o novias de gente vinculada al ciclismo, por aspectos ginecológicos. Era mano de santo.
Siempre claro. Decir esto ahora no es que no sea conveniente, sino que que crispará muchos ánimos y seguro que también revolverá muchas conciencias. Eufemiano es uno de esos mitos que se han creado en este país y al que su aparición en los medios informativos no ha hecho más que engordar su leyenda. Una leyenda negra, es cierto, que siempre le sitúa en la parte negativa de los focos importantes del deporte de este país cuando se habla de dopaje.
En 1985, con 27 años, le contrató la Federación Española de Atletismo para que «algunos atletas recibiesen una ayuda médica que les permitiese mejorar su rendimiento». En el artículo de prensa que recoge esa información se decía, entre otras muchas cosas, que los posibles riesgos de estas aplicaciones son inexistentes, «porque se aplican en dosis muy inferiores a las que he tenido que aliviar a mis pacientes, cuando han precisado una medicación similar, y ninguno de ellos ha presentado jamás una evolución anormal». Aquellas 'investigaciones' en el atletismo español fueron pioneras. Hablamos de algo que se escribió hace ¡25 años!
Eufemiano bebió de las mejores fuentes que había durante esos años, y posteriores, en el deporte mundial: los países del Este de Europa. En San Sebastián solía aparecer de vez en cuando con un médico amigo suyo que era polaco. Dicen que experimentó en su propio organismo las mejoras que se podían conseguir con las ayudas farmacológicas. La realidad, guste o no guste, es que formaron un cóctel explosivo: un médico brillante, joven, con ganas de investigar, con dinero para hacerlo, del que se decía en los años 90 que invertía en comprar información de lo que se hacía en países mucho más avanzados que España a nivel médico.
Dejó al atletismo, se fue o le echaron, y acabó en el ciclismo, donde había bastante más dinero. A Eufemiano Fuentes le formaron deportivamente a nivel oficial y comenzó a labrarse una fama de mejora en el rendimiento de los deportistas a los que trataba que no le ha abandona.
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