viernes, 24 de diciembre de 2010
EL DESAFIO DEL LABORATORIO
AMAYA IRÍBAR El Pais.com
Mientras los protagonistas de la Operación Galgo, con Marta Domínguez, el doctor Eufemiano Fuentes y el entrenador Manuel Pascua a la cabeza, desfilan ante la juez, los investigadores siguen como hormiguitas con su trabajo de recopilación y análisis de las pruebas que puedan incriminarles. Entre sus grandes preocupaciones hay una de tipo químico. Sospechan que entre las sustancias incautadas a los sospechosos de una de las mayores tramas de dopaje del deporte español puede haber algunas muy difíciles de identificar, bien porque son falsificaciones de productos ya conocidos o bien porque se trate de moléculas nuevas, y por lo tanto no figuran en ninguna lista de productos dopantes, reconocen fuentes cercanas al caso. Esto complicaría y alargaría la investigación.
El punto de partida de este proceso será el Laboratorio Antidopaje de Madrid, uno de los dos especializados que hay en España, con el de Barcelona. Por las manos de sus técnicos pasan cada año unas 8.000 muestras -la gran mayoría de orina-. Ellos, y sus máquinas, las analizan en busca de sustancias prohibidas, EPO, clembuterol, testosterona... La lista de la Agencia Mundial Antidopaje supera los 500 principios activos vetados.
"Nunca hemos tenido que analizar sustancias nuevas", reconoce el director del laboratorio, Jesús Muñoz-Guerra; "y eso es más complicado".
El trabajo habitual consiste en descomponer la orina recibida -en dos botes sellados e identificados por un código de barras, para el análisis y el contraanálisis- y pasarla por distintas máquinas -de aspecto similar al de una aparatosa fotocopiadora, pero mucho más sofisticadas- que detectan las sustancias anómalas y transmiten toda la información a un ordenador, capaz de establecer si la sustancia es de origen artificial o la produce el cuerpo de forma natural y, obviamente, la cantidad. Esto es posible porque todas las sustancias prohibidas tienen un esquema conocido, algo así como una plantilla.
Ese proceso, bastante mecánico, se puede alargar hasta tres semanas en casos "adversos", como prefiere llamar Muñoz-Guerra a los positivos. De las muestras analizadas en su laboratorio, que se levanta junto a las pistas del INEF, las mismas que han visto ejercitarse durante años a los chicos de Pascua, solo entre el 3% y el 4% son adversas.
Si los temores de los investigadores son ciertos, el trabajo será sin red, sin plantillas. Como cuando los perseguidores de Balco, aquel laboratorio americano que suministró productos prohibidos a parte de la élite del atletismo estadounidese, se dieron de bruces con el famoso THG, un anabolizante de diseño. "Habrá que analizar cada sustancia y si no coincide con ninguna de las conocidas pedir la colaboración de otros laboratorios, recurrir a bibliografía, para intentar averiguar de qué se trata", explica Muñoz-Guerra. "Es un proceso largo, que puede durar meses" y que coincidirá con la temporada alta del laboratorio antidopaje, entre febrero y septiembre.
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