sábado, 11 de diciembre de 2010
EN EL NOMBRE DEL ULTIMO
ROBERTO PALOMAR
Tal y como está el panorama del dopaje en el deporte español, uno se plantea ver las cosas desde otro prisma y ponerse del lado del último.
Del que agoniza en la última vuelta mientras el primero ya ha recogido el ramo de flores y la bandera y da la vuelta de honor al estadio. Del doblado que mira con el rostro desencajado como vuelan los primeros hacia la meta cuando le pasan como aviones. Del que vomita en el kilómetro 30 del maratón mientras el ganador ya está recibiendo el masaje.
Del atleta que se queda a dos segundos de entrar en la élite y se dedica a hacer de liebre toda su puñetera vida para que los primeros se lleven la gloria. Esos dos segundos los hubiera conseguido en el mercado negro.
De los gordos que acaban la San Silvestre casi cuando van a dar las uvas.
Del farolillo rojo del Tour, de la Vuelta y del Giro, capaz de hacerse de vientre encima mientras sube un puerto.
De los que corren, pedalean y van al gimnasio por placer, sin las ataduras del cronómetro, del cuentakilómetros y del plan de entrenaniento.
Todos ellos benditos últimos o penúltimos o del montón. En la próxima carrera, cuando el primero cruce la linea de meta, será inevitable hacerse una pregunta: "¿Es verdad lo que estamos viendo o no es más que una farsa?". Pero cuando lleguen los últimos, no habrá duda: "Ahí vienen los nuestros. Últimos, sí. Pero limpios".
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